La peregrinación de un fotógrafo con alma gitana; Lorenzo Armendáriz

Lorenzo Armendáriz es un fotógrafo gitano y peregrino. Observador y hacedor de trayectos porque tiene claro que “lo importante no es el destino, sino el viaje que lleva hasta él”. Así, teniendo como cimiento su formación dentro del Instituto Nacional Indigenista —donde registró durante nueve años fiestas y proyectos de más de 49 grupos étnicos—, desarrolló su trabajo personal, ése en el que predominaron su interpretación e inquietudes fotográficas y que tuvo como tema a los gitanos, primero, y posteriormente a las peregrinaciones de feligreses en territorio nacional.

Este jueves 10 de junio Lorenzo Armendáriz presenta en la Ciudad de México la exposición Los Senderos de la Fe, que integra 58 piezas impresas con tintas de carbón —salvo tres imágenes que por sus dimensiones debieron imprimirse con otra técnica digital.

La muestra tendrá el cobijo del Centro de la Imagen y se exhibirá dentro de la inauguración de otras exposiciones individuales, la de Antonio Turok, Paolo Gasparini y Enrique Villaseñor, además de una colectiva de fotógrafos ciegos de diversas partes del mundo.

Armendáriz aceptó platicar con Cuartoscuro para revelar un poco de esa pasión por los trayectos que los seres humanos recorren como parte vital y que se ha convertido en motivo visual de un trabajo de quince años, de los cuales Senderos de la fe es sólo una parte.

Un poco presionado por los detalles del montaje, Lorenzo nos recibe en su departamento de la colonia Roma, que lejos de funcionar como un hogar, de acuerdo a la concepción tradicional, es sólo uno de los puntos de albergue de los tantos que este fotógrafo errante ha decidido tener en su calidad de trotamundos.

De origen tamaulipeco, vivió la mayor parte de su infancia y juventud en el norte. Cursó la licenciatura de turismo —por esa inquietud permanente de viajar— en Monterrey, Nuevo León, donde la materia de Medios audiovisuales lo orilló a lo que hoy es su perdición: la fotografía.

Viajó a San Cristóbal de las Casas, Chiapas para realizar su tesis, y como parte de ésta un registro fotográfico del corredor Maya. Ahí conoció al representante del INI, quien le ofreció trabajo como fotógrafo, aunque Lorenzo no era fotógrafo: “En aquel tiempo buscaba describir lo que veía y sentía, por eso mi inclinación hacia la foto documental; estuve tres años en Chiapas y ahí decidí ser fotógrafo y no dedicarme al turismo”.

Los próximos nueve años Armendáriz estudio de forma autodidacta, teniendo como referencia fotografías clásicas de Graciela Iturbide, Pablo Ortiz Monasterio, Nacho López y muchos más, quienes trabajaron para el INI. Sobre este periodo Armendáriz comenta:

“Primero fui con los otomíes de Querétaro, luego los chontales, después los pescadores seris, los huaves de Oaxaca, los purepechas y así… pero eran fotos de registro, claro que había una intención pero nunca una propuesta personal… Me hice de un buen archivo, pero yo estaba aprendiendo. En 1993 el director del INI me propuso hacer un trabajo sobre la oralidad de los ancianos, ahí sí lo tomé como un proyecto más personal, con más intención conceptual. Pasaba dos semanas con cada uno de los ocho indígenas que tenían un cargo en su comunidad. Experimenté entonces con planos cerrados: rostro, manos y otros detalles del cuerpo, y también con lo que ya manejaba más, las atmósferas, ellos en sus medios. De ahí nació el libro Gente antigua, y la exposición Centinelas del tiempo. Así terminé mi ciclo en el INI”.

En 1994 Lorenzo decide realizar sus propios proyectos. El primero, sobre gitanos nómadas, para el que pidió la beca de Jóvenes Creadores al Fonca: “En el INI mis imágenes no se confrontaban con otros ojos, con una crítica. Entonces empecé a asistir al ‘taller de los lunes’, en las instalaciones de lo que fue el Consejo Mexicano de Fotografía con Gilberto Chen, Marco Antonio Pacheco, Enrique Villaseñor, ahí comencé a mostrar mi trabajo, y aprendí que tenía que ser selectivo y realizar una preedición antes de mostrarlo, que no podía llegar con todas mis fotos así nada más y enseñarlas, que tenía que haber una propuesta”.

Los gitanos, el pueblo de Dios

El proyecto de los gitanos arrancó en Europa con algunos contactos de Lorenzo y siguió aquí en México: “En febrero de 1995 regresé de Europa y empecé a trabajar con los gitanos, me fui a vivir a los campamentos, disfruté mucho, y de ahí salió el trabajo que ganó la Bienal. Solicité otra beca, ésta de coinverisón para darle continuidad al proyecto y realizar un catálogo trilingüe que englobara a los gitanos en Latinoamérica bajo el nombre El pueblo de Dios”.

Romper con la rutina es otra forma de vida de Armendáriz, quizá de ahí también su gusto por andar trayectos sin echar raíces: “Quería romper con la manera clásica de fotografiar, no querría sentirme presionado, tener que tomar fotos por obligación. Empecé a experimentar, me clave en las sombras, en los espejos, y después entendí por qué; por esa misma dualidad de los gitanos, hacia fuera parecen recios y adentro son muy nobles, son como sombras están y de repente ya no… Y las atmósferas otra vez: paisajes nocturnos, carpas, tonalidades de claroscuros, lunas, cielos”

Lorenzo tiene seis años trabajando en Latinoamérica sobre los gitanos, y pronto presentará el dummy del libro que ahora visualiza como una especie de bitácora de viaje de su encuentro con los gitanos de diferentes parte de México, América Latina (Colombia, Argentina, etc.) y Europa (Eslovenia, Checoslovaquia, Rumania).

Las peregrinaciones; penitencia y gloria.

Fiel a la ruptura de fórmulas, el fotógrafo tamaulipeco cuenta: “quise encontrar otra manera de abordar el tema de los viajes pero que ya no fueran los gitanos; me interesó el trayecto de las peregrinaciones. Desde los gitanos había una propuesta de cómo abordar la foto documental, ya no era registrar, sino incidir como autor, sin intervenir nada, simplemente ser el protagonista al tomar la decisión de cómo y dónde colocarte para tomar la foto.

“Entonces comenzó el boom de la lomografía y las cámaras estenopeicas, lo que me pareció que quedaba bien para mis peregrinaciones, porque se trataba de lugares mágicos y trayectos idílicos. Todo lo tenía en mente, incluso dibujé cómo quería que fueran las fotos. Propuse dos partes: Penitencia y Gloria. En la primera englobé todo el trayecto en blanco y negro, y en la segunda, la llegada al santuario y todos los objetos mundanos.

“Usé cámara reflex de 35 mm, cámaras lomo, estenopeicas y otras de bajo costo; algunas las modifiqué para obtener el resultado que yo quería, con algunas panorámicas sólo empleaba la mitad del negativo; en la exposición vamos a ver impresiones de tres metros de largo.

“Todo el uso de cámaras estaba en función del proyecto, y las aberraciones que producían las cámaras también. Rubén Pax me fabricaba las cámaras estenopeicas y les hacía las modificaciones, yo le decía ‘quiero que esto se vea así’, y le ponía lupas, filtros, visores… las adecuó a mis necesidades”.

En el proyecto de peregrinación Lorenzo Armendáriz invirtió tres años en los que documento norte, centro y sur del país: “Donde me sentí más a gusto fue en las peregrinaciones del norte, en el desierto, por los paisajes… No me interesa el santuario, sino la peregrinación, el camino, el viaje, la penitencia, la pernocta en el campo. El trayecto es lo que me importa; las peregrinaciones no mediáticas, con improvisaciones a la hora de la comida, por ejemplo.

“Cada peregrinación la abordé de manera diferente. Para algunas decidí sólo usar la Nikon F3, quitándole la cabeza y con lente de 35 mm, eso me forzó a no usar sólo el recurso de la cámara, sino el mío propio, el de pensar dónde ponerme. Una de las peregrinaciones que más me gusta es la de la Milicia de San Miguel, ahí me clavé en los charcos, en los reflejos y las inversiones de las nubes; se realiza en septiembre, época de lluvias, parecía que el cielo se iba a caer, y tomé a bajas velocidades que daban unos vibrados interesantes”.

Derivado de estas peregrinaciones surgió la colección de libros de bolsillo Senderos de la fe, que incluye cinco tomos en su primera edición, y en el que cada uno da cuenta de una peregrinación con sugerentes títulos: La Cuesta del arrepentido, Las columnas del Santo Niño, La cabalgata de Castaños, La virgen del paredón y La milicia de San Miguel.

La idea de estos libros fue imitar los devocionarios católicos, de ahí el tamaño, la pasta dura, el color negro, y la cruz de la portada. La colección se presentará a principios de julio en el Centro de la Imagen como parte de las actividades complementarias de la muestra que permanecerá hasta el 8 de agosto.

Armendáriz explicó que la decisión de imprimir en tintas de carbón fue porque el mismo carbón tiene una relación con el proyecto, con la tierra y el andar por ésta, además de que él no se plantea ninguna discusión entre foto análoga y digital: “mis propuestas son análogas porque es lo que sé usar, no lo digital que sé que resuelve muchas cosas. Me dicen ‘lo que hiciste pudiste haberlo hecho en photoshop’. Creo que yo edito y transformo cuando tomo la foto, no me veo haciendo eso en la computadora, yo interpretó en la forma cómo tomo la foto, no les digo ‘ponte así’, la interpretación está en cómo tomo la foto, es lo que ahora llaman neodocumentalismo o postdocumentalismo. No pienso en la posproducción sino en en el momento de tomar la foto. No estoy en contra de lo otro, simplemente no lo sé hacer”.

¿Qué te gusta de los viajes?

Lo excitante es el trayecto, la sensación del viaje, los preparativos. A los gitanos y a los peregrinos los excita moverse de un sitio a otro, son trayectos que emocionan, en los que se convive, hay encuentros o desencuentros, de cinco o seis días bajo las inclemencias del tiempo. Y me gusta la cuestión del agotamiento físico. Una vez que llegan al Santuario pasan una o dos horas, un instante, nada, la esencia está entonces en el trayecto.

Actualmente Lorenzo trabaja en un proyecto sobre pastores de chivos en el norte del país, y en cómo estos han debido modificar sus desplazamientos debido al cambio climático, y sus observaciones de la luna y los astros, o los primeros días de enero para determinar sus movimientos en el transcurso del año: “Todos los paisajes del desierto, las tormentas secas (de rayos) por ejemplo me emocionan, y toda esa emoción no la puedo describir más que en imágenes. He hecho de mi vida un viaje. Pero ahora me excita más transitar por esos lugares de misterio”. ( Anasella Acosta)

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Un comentario

  1. Buen día,
    Somos un grupo de jóvenes especializados en temas turísticos y hemos encontrado que las comunidades indígenas de México requieren de mucha ayuda para poder aprovechar los atractivos turísticos con los que cuentan. Llevamos dos años armando la iniciativa de Tesoros Indígenas y hoy ya estamos en la reestructura. En el portal de http://www.soytusocio.com podrás encontrar lo que será la nueva versión del esfuerzo, que aún está en construcción.
    Nos interesa que más actores entren a esta iniciativa y que juntos podamos impulsar el tema indígena como un tema digno de valorar y conservar.
    Espero que les interese.
    Saludos

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