Fauna, apuesta por una pedagogía de la duda: Fontcuberta
Por Anasella Acosta
La reacción ante los discursos autoritarios emanados del poder es la desconfianza, dijo el crítico, editor, fotógrafo y, para muchos, “falsario”, Joan Fontcuberta, experto en la construcción de verdades aparentes con base en el carácter de credibilidad casi incuestionable que se le otorgó a la fotografía durante más de un siglo, y cuyos trabajos apelan a «incubar» la duda y el excepticismo como actitud cotidiana ante los discursos, tantos visuales como narrativos, provenientes de cualquier medio.
“Vista nuestra cotidianidad, podemos decir que la verdad no es más que un punto de vista entre muchos otros, y que por razones prácticas o de facto, la verdad es un punto de vista impuesto desde la autoridad con más poder político, económico, institucional, científico…”, consideró Fontcuberta (Barcelona 1955), durante el anuncio de su exposición Fauna, la cual será inaugurada el 9 de noviembre en el Museo del Chopo (Dr. Enrique González Martínez 10, col. Santa María la Ribera, México D.F. ).
Fauna (1985) se presenta al espectador como un trabajo de investigación, perfectamente documentado, pero el visitante deberá descubrir hasta qué punto es cierto lo que Fontcuberta y Pere Formiguera cuentan de esta historia, la cual surge un día lluvioso al sur de Estocolmo con el descubrimiento del archivo de un tal doctor naturalista de origen alemán: Meter Ameisenhaufen, dentro del que se hallan, entre muchas otras cosas, fotos de su ayudante, un tal fotógrafo: Hans Von Kubert.
Aunque la concepción de lo fotográfico ha cambiado en el mundo digital “las estrategias de manipulación se han refinado, perfeccionado; las posibilidades de engaño con relación a nuestra capacidad de descubrir, de detectar ese engaño siguen siendo las mismas; somos más críticos respecto de la imagen pero los manipuladores han aprendido y utilizan estrategias más híbridas, por lo que sigue siendo necesaria esa pedagogía de la duda”.
Así, más allá de la anécdota y de su dimensión artística este tipo de proyectos, pretenden alertar “de un peligro que está alrededor nuestro: la vulnerabilidad en estos momentos de ser víctimas de estos grandes montajes mediáticos, políticos, corporativos…”, menciona como ejemplo: la supuesta existencia de armas masivas en Irak que justificó la invasión estadunidense a ese país: “Fue un mensaje no sólo difundido a través del discurso, el slogan, sino de imágenes manipuladas, falsas fotografías de satélite”.
Por ello, sus proyectos ficcionados, aseguró, son una especie de “vacunas” que “pretende inocular el virus de la mentira para intentar que el organismo genere anticuerpos que sean capaces de reaccionar ante virus muchos más potentes”.
Y así como ante la “verdad”, la postura de Fontcuberta ante la fotografía es contundente : “Toda imagen es una trampa”, toda imagen, dice, mueve al recelo, la suspicacia, la sospecha, por lo que ésta requiere del espectador “una actitud de desconfianza y escepticismo activo”.
Ese “sospechosismo” (como diríamos en México) es atribuido por el fotógrafo a su propia biografía. Fontcuberta se asume como un creador que es consecuencia de una situación política, el franquismo, que “obligó a todas las generaciones que crecieron en ese periodo a la propaganda, censura , falta de información, represión; es natural que aquellos con un espíritu despierto reaccionen frente a esto… La manera es justamente esa desconfianza respecto de los discursos autoritarios emanados desde el poder, desde los medios de información y desde cualquier institución…”
Otra factor, es su experiencia en el área de comunicación y el medio publicitario, lo que lo “familiarizó con mecánicas pervertidas de la profesión que conllevan a no facilitar noticias y dar reflejos fieles de la realidad sino a sus tergiversaciones”.
“Escogí la fotografía porque me pareció lo más eficaz, un medio absolutamente engañoso. La fotografía, bajo la apariencia de un cordero amalgamaba la ferocidad del lobo; es decir, bajo la apariencia de una imagen documental testimonial fidedigna de la realidad, se esconde toda una ideología, una serie de prejuicios, una subjetividad que muchas veces pasaba por alto.
“La fotografía que hoy manejamos ya no es la fotografía como la entendió Daguerre en 1839 porque su fundamentos esenciales eran la verdad y la memoria, la foto trasmitía la verdad, almacenaba memoria. Hoy la fotografía digital se aleja de esas cuestiones, puede ser perfectamente manipulable, por lo tanto ese protocolo con lo real se resquebraja… Estamos en un momento de transición… No nos damos cuenta de que estamos atravesando un tsunami tecnológico, resulta que ha caído un meteorito; hay una foto dinosauria que no se ha enterado de que su ecosistema ya ha cambiado, y hay que adaptarse a un nuevo entorno, es un tipo de imagen distinta, no dogmáticamente documental, lo que hay que hacer es que se entienda al documento como una interpretación subjetiva y poética como necesariamente es”.
Para otorgar veracidad a sus proyectos, Fontcuberta ha recurrido a la desaparición fingida de los autores, son terceros (una especie de personajes literarios) quienes tienen en su manos el hecho (la acción), así como a la inclusión de algunos elementos reales, ya que “para mentir bien de vez en cuando hay que decir la verdad”.
La selección de los espacios de exhibición ha sido otro factor importante. En el caso de Fauna se exhibió en museos de historia natural, pasando muchas veces como real. Esto fue posible, a pesar de lo polémico que ha resultado, por “el carácter provocativo pero a la vez didáctico” del trabajo. Al respecto, Fontcuberta argumentó: “Creo que el museo tiene la responsabilidad de agitar consciencias… el conocimiento debe servir para pensar”.
Fontcuberta aclaró que detrás de su trabajo no hay una voluntad de ridiculizar al espectador que no descubra que es una mentira, porque dentro del mismo hay elementos para despertar la consciencia de que se está frente a una ficción; en caso de que eso no ocurra, quizá se deba a que “la credulidad es más cómoda, requiere menos esfuerzo que la incredulidad y la crítica… La aceptación y sumisión ante un interlocutor que nos pasa una información, requiere menos esfuerzo que el plantear una confrontación, normalmente tendemos a aceptar aquello que se nos diga; al contrario, hay que activar una serie de energías cuando queremos confrontarlo”.