DE AVIARIOS PRECOLOMBINOS

Además del famoso “zoológico de Moctezuma”, referido por cronistas de la Colonia como Andrés de Tapia, las investigaciones de arqueofauna revelan que el cautiverio de animales con fines rituales no sólo fue practicado en México-Tenochtitlan, y otras urbes de Mesoamérica, sino también en Aridoamérica, en territorios desérticos y muy al norte, como Paquimé, en Casas Grandes, Chihuahua.
Se sabe que los habitantes de este sitio, practicaron la avicultura, la cual debió ser muy intensa, y usaron grandes casas para cuidar guacamayas y guajolotes, sin embargo, su cría no tenía por fin último el consumo, formaban parte de ofrendas a las deidades, revela un estudio de Arturo Guevara Sánchez, arqueólogo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta).
Los guajolotes fueron, en particular, importantes para los sacerdotes de Paquimé, como se deduce a partir de algunos diseños representados en objetos de cerámica, y de restos de fauna localizados en las ruinas de esa antigua ciudad, centro de una cultura que comprendió gran parte de lo que hoy es el estado de Chihuahua, entre 1200 y 1450 d.C.
“El sacrificio de guajolotes fue de tal importancia, que los constructores de Paquimé edificaron lo que hemos denominado el Montículo del Ave, donde debió realizarse un tipo de ceremonia en la que los sacerdotes solicitaban indulgencia a las deidades de la muerte, y ofrendaban uno o más de estos animales. Es probable que esto haya tenido lugar cuando los hombres debían participar en un batalla”.
Al participar en el Seminario Relaciones Hombre-Fauna, en la Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico del INAH, el arqueólogo Guevara Sánchez refirió que con las excavaciones dirigidas por Charles Di Peso, entre 1958 y 1961, se logró la localización de gran cantidad de esqueletos que refieren la variedad de fauna, especialmente de diversas especies de aves, sometidas al cautiverio en Paquimé.
En esa gran urbe, abundó el investigador del Centro INAH-Chihuahua, se crearon instalaciones adecuadas para ayudar a que la gran guacamaya roja se pudiera reproducir en cautiverio, a pesar de que este lugar (Paquimé) está en medio del desierto y la especie es propia de la selva tropical.
Además de estas aves, como señalan algunos expertos, entre ellos, Nawa Sugiyama, del Posgrado en Antropología de la Universidad de Harvard, Estados Unidos, en la antigua Paquimé se descubrieron, además de restos de guacamaya roja, vestigios de cuatro psitaciformes (orden de aves de pico robusto y extremo ganchudo): guacamayas verdes, cotorras pico de tijera y dos tipos de loros
Asimismo, de acuerdo con investigaciones en materia de arqueofauna (estudio de vestigios de animales recuperados en contexto cultural), a éstos se suman 11 especies de falconiformes (desde águilas reales hasta zopilotes), cuatro especies destrigidos (búhos y lechuzas), 11 especies de aves de hábitat lacustre, dos especies de tordos y diversos tipos de mamíferos.
“La diversidad de animales, sumado al nivel de manejo de las guacamayas rojas, dejan abierta la posibilidad de que en este sitio muchos otros animales llegaron a mantenerse en cautiverio, aunque su interés principal fueron las aves”, comentó Nawa Sugiyama.
En este sentido, el arqueólogo Arturo Guevara abundó que la importancia de las guacamayas también está representada en piezas de cerámica de carácter suntuario, sin embargo, “cuando la ciudad de Paquimé cayó en manos de sus enemigos, posiblemente los ópatas, la población huyó y las aves murieron, algunas de ellas encerradas en sus jaulas. Mucho tiempo después, Di Peso encontraría sus esqueletos al fondo de las mismas.
“Algunos expertos han referido la caída de Paquimé hacia 1450 d.C., aunque tal vez debió empezar alrededor de 1340 d.C. La ciudad fue sitiada y destruida cuando todavía no llegaban los europeos, así que tampoco se contó con el auxilio de algún cronista que escribiera la información etnográfica, como ocurrió por ejemplo en el centro de México después de la caída de Tenochtitlan.
“Los sobrevivientes al ataque de Paquimé huyeron en distintas direcciones, y un grupo de ellos creó pequeños asentamientos en Tres Ríos, cerca de la frontera de Chihuahua y Sonora. Otros escaparon hacia el suroeste de Estados Unidos y parte de ellos fueron acogidos por grupos que les eran afines en lo que hoy es Nuevo México, relativamente cercano a Casas Grandes”, explicó Guevara Sánchez.
El arqueólogo del Centro INAH-Chihuahua abundó que la avicultura también se practicó en sitios menores influidos por Paquimé, entre ellos Buena Fe, en Nuevo Casas Grandes, Chihuahua, y en otros más lejanos, como La Ferrería, en Durango, donde se ha podido constatar esta práctica por medio de la excavación.
El acceso a estas “casas de animales”, de acuerdo con la arqueóloga Nawa Sugiyama, fue restringida. Es a través de los relatos de los europeos, que se conoce que en Tenochtitlan y Texcoco, en el centro de México, existían tales espacios, y que esta tradición pudo haber empezado 1,000 años antes en Teotihuacan, aproximadamente hacia 300-500 d.C., como lo constatan las ofrendas de la Pirámide de la Luna, donde los restos de especies animales tuvieron prominencia.
La investigadora concluyó que “la realización de este tipo de proyectos en territorio mesoamericano requirió además importantes intereses religiosos, los cuales fueron tan determinantes como los políticos”.

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