Tokyo Íntimo: el camino de César Ordóñez (dé clic para ver entrevista con fotos)

Harajuku eki, de la serie «Ashimoto» © César Ordóñez

Por Ana Luisa Anza
Apenas cruzas el umbral, tres pares de piernas te reciben. Imposible no hacerse mil ideas sobre lo que hablan o murmuran sus dueñas una a otra, a dónde miran o a quién hacen un gesto, con ojos cómplices o sorprendidos, tranquilas en una pausa en el andar o por comenzar hacia una ruta trazada.
Las piernas, la pose de los pies, la forma de calzar los zapatos, las sandalias o los guetas, te hablan. Dicen algo si suben una escalera, si ves la prisa de su movimiento, si se enfundan en unas medias de colores… Los pies, las piernas, todo alrededor de ellos se convierte en una feminidad que nos abre espacios a la intimidad que intuimos.
Los pies nos abren el camino hacia la experiencia de un camino a la intimidad. Se trata de la exposición Tokyo Íntimo que el fotógrafo catalán César Ordóñez presenta hasta el 11 de abril en la Galería Patricia Conde, ubicada en Lafontaine 73 en Polanco, en la ciudad de México.
Se trata de una trilogía compuesta por tres series, la primera de las cuales –Ashimoto– abre el camino,  con los pasos de sus pies, hacia otras dimensiones, igual de personales, igual de conectadas con su autor. Y es que la palabra ashimoto es polisémicas y por ello lo abarca todo: el paso, los pies pero también la zona alrededor de éstos.
Andando como los pies retratados, se llega a Kagami, que quiere decir espejo, y lo es. Ordóñez cuestiona su identidad confrontándose en otra cultura en esos pequeños instantes que lo conectan emocionalmente con otro mundo pero, sobre todo, consigo mismo.

“Me reflejo en cada gota de lluvia, en cada mujer, en cada hombre. Veo mi imagen entre la multitud a través de los paraguas transparentes que surcan las luminosas y evanescentes calles de Tokyo. La lluvia me envuelve, me acaricia, me golpea y me limpia”, dice Ordóñez en la cédula de Kagami.
Todo apuntaba a completar el trabajo con una tercera pieza para componer una trilogía. De esa que inició en 2007 como una exploración, se deriva una experiencia de conjunto con Intimidades.
El fotógrafo propone un punto de vista. Nada que ver con las intimidades que suponemos al pronunciar la palabra, sino una intimidad única, la de ese espacio físico y emocional en que hombres y mujeres están solos –aun cuando casi se toquen– si que ello signifique que exista la soledad.
Sus fotos hablan en ese sentido. Ahí está el hombre, aparentemente diminuto en su quehacer, ensimismado, mientras reposa su cuerpo contra una gigantesca estructura de pilares. Está solo en la inmensidad y, sin embargo, está consigo mismo. O la joven que ocupa su noche rodeada de nadie en el lobby de un hotel, o la tienda que se guarda a sí misma en su destello de luz que nos permite intuir un espacio íntimo.
O los hombres y mujeres que ocupan cada uno una mesa, afuera del centro comercial, entregados cada uno a su quehacer en una intimidad que respeta espacios, fronteras, emociones. Sus fotos son silencio y quietud y en ellas encontramos la calma, quizá un reposo.

Tres proyectos en un título unificador, el de Tokyo Íntimo, han dado a este fotógrafo la posibilidad de conectarse con su yo interior y de ofrecer a quienes ven las imágenes, una sensación que frena otros ritmos traídos del exterior. Es como un remanso de paz.
Con larga trayectoria en la fotografía, pero del mundo de la publicidad y la moda, Ordóñez sintió que necesitaba encontrar una forma de expresar que no podía tener en el área en que trabajaba: necesitaba encontrar momentos, robar instantes a través de la cámara y la luz. Sus fotos, todas, son imágenes encontradas.
Así que, como él mismo lo dice, “saltó a la piscina sabiendo que no tenía agua” y sin miedo al vacío, dejó de retratar a las modelos para hacer fotos con las que no tenía conexión alguna, y emprendió un camino nuevo: sus ashi, sus pies, lo llevaron a un andar que presenta hoy en México para quien quiera entrar en otro concepto de la intimidad.