ESTUDIANTES SIN ESCUELA
Texto y fotos por Eduardo López Moreno
De aulas vacías, de días sin libros, de salones de clases sin techos y sin muros y aun así con acciones simples, pequeñas pero transformadoras, se cuentan historias pedagógicas que cambian gradualmente muchas vidas.
Bilán, una niña somalí, perdió la vista en el campo de refugiados y acude a aprender Braille todos los días en una escuela que se llama ‘Horyal” que significa ‘mostrar el camino’. Conceição carga un bote de leche como silla y João una caja de plástico en un colegio en la periferia remota de Luanda, Angola. Hossein, un niño de Djibouti, escucha clases de inglés desde afuera del salón, esperando reunir los 10 centavos que cuesta cada aula. Varios refugiados urbanos en Nairobi, Kenia, se reparten por turnos los pupitres y entretanto escuchan las clases en el suelo.
Kampata, nació sin brazos en el Congo y en una trifulca perdió a sus padres, vive ahora como refugiado en Dadaab, Kenia, y aprende solo a escribir con su pie izquierdo.
En calles sin banquetas, calores violentos, humos de fogones de leña, pájaros que se disputan ramas y comida, niños y niñas viven realidades que no son efímeras, en escuelas ‘llenas de nada’, subsistiendo y aprendiendo con acciones, días y momentos incansablemente repetidos que acaban por crear una constante que no vemos.
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Eduardo es funcionario de la Organización de las Naciones Unidas en África desde hace más de 20 años. Con su cámara, acerca al resto del mundo a las realidades que sus ojos pueden observar en los distintos campamentos de refugiados que ha visitado a lo largo de su vida.