Chema Madoz

La editorial española La Fábrica inaugura su serie Obras maestras con un autor que desafía todas las convenciones y hace de lo inocuo revelación permanente: Chema Madoz (España 1958). El libro que sencillamente lleva el nombre del fotógrafo es gozoso en todos sus aspectos; empezando por mostrar al lector la fotografía sin más artilugio que una buena impresión y edición, que de la mano adentran al lector en la lógica de este artista, donde lo concreto sucumbe al abstracto, y la resignificación deliberada de los objetos eleva los sentidos. En el mundo de Chema Madoz es posible cortar el humo, beberse la música en un daikiri, derramar los hilos, enramar la sangre, contar con dos dedos pulgares en una mano y hacer de los espejos y las escaleras motivos para un escape. Si alguna duda había sobre las razones para considerarlo un verdadero creador de imágenes, este libro la deshace y reúne los porqués (más de 300 fotografías) de su consolidación en este hacer. A lo largo de 450 páginas viajamos por un crear permanente, una imaginación que parece inagotable, Madoz -citado en el libro-expresa al respecto: «Cuando tomo una fotografía me siento al borde del abismo porque nunca sé cuál será la próxima. Y eso es, precisamente, lo que me sigue haciendo atractivo un trabajo que está cargado de  misterio y riesgo, y que me plantea un viaje nuevo cada día».

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