SOÑANDO LA FOTOGRAFÍA A COLOR…

Cien años, cien retratos y una gran variedad de técnicas fotográficas recorre la muestra Soñando la fotografía a color. Un siglo de retrato coloreado en México, 1860-1960, que analiza cómo la aplicación del color a la imagen impresa estuvo íntimamente ligada a la evolución técnica del proceso y a la moda de la época.
Curada por la historiadora de arte Tania Sanabria, la muestra montada en el Museo Mural Diego Rivera y presentada por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), incluye retratos de diferentes técnicas fotográficas y muestra cómo los procedimientos variaban en la medida en que se pasaba de las técnicas manuales al uso de nuevos materiales con los que se consolidó el sueño de la imagen a color en una sociedad que, a través de la fotografía, dejó testimonio de sus aspiraciones.
La exposición está integrada por siete núcleos temáticos que hacen más interesante y comprensivo el desarrollo de las técnicas de color en la imagen:
El núcleo 1 está dedicado al Siglo XIX, comenzando con  el daguerrotipo, técnica que nació en 1827, a partir de una colaboración entre Louis-Jacques Mandé Daguerre y Nicéphore Niépce. Los primeros daguerrotipos coloreados datan de 1840, utilizando  pigmentos aplicados con pinceles sobre la superficie. También fue común colocar pequeños detalles de hoja de oro y plata- fijados con goma adhesiva de origen orgánico- para acentuar ciertos elementos en la vestimenta de la persona fotografiada.
El siglo XIX vio rápidamente el nacimiento de una gran cantidad de procedimientos fotográficos. Entre 1855 y 1870, el ambrotipo fue una técnica recurrente para realizar retratos. Su tonalidad es de color crema y no contiene reflejos plateados como el daguerrotipo; el soporte, de vidrio o metal, disminuyó considerablemente su costo, volviéndolo muy accesible para el público. Las impresiones sobre papel albúmina fueron posibles gracias al uso del negativo fotográfico que permitía la obtención de impresiones positivas múltiples, lo que las hizo muy populares en en los estudios fotográficos, como para los retratos en formato Carte-de-visite (tarjeta de visita). La aplicación de colores sobre la imagen se realizaba utilizando pinceles y pinturas al óleo, lo que permitía una mayor riqueza tanto en el detalle como en la gama cromática de la imagen. Fue la técnica más empleada y su uso se extendió hasta finales de 1890.
El núcleo 2 está dedicado a Principios de siglo XX hasta 1930/ El color pastel, la influencia francesa. Durante el siglo XIX, la élite mexicana estuvo marcada por la influencia francesa, notable en el retrato fotográfico hasta la década de 1930. Las tarjetas postales provenientes de Francia tuvieron un gran éxito comercial en México, en particular, las que incluían niños y mujeres.
Creadores como Librado Gracía Smarth, Juan Ocón Rudall o Gustavo Silva, fueron seguidores del “pictorialismo”, una corriente que pretendía ennoblecer la fotografía y elevarla a la categoría de arte por medio de lentes, papeles especiales y técnicas de impresión cuyos resultados pretendían semejarse a la pintura impresionista. El retrato de Carmen Mondragón (Nahui Olin), atribuido a Silva, fue probablemente tomado con la ayuda de un lente especial que provocaba un efecto borroso. Su técnica de coloreado al pastel lo convierte en una pieza única de gran valor artístico.
El núcleo 3, dedicado al Autocromo, que es considerado la primera conquista del color químico en la fotografía pues marcó un parteaguas respecto a las técnicas artesanales que utilizaban la aplicación del color directo sobre la fotografía. Patentado por los hermanos Lumière en 1903 y comercializado desde 1907 hasta 1931, la placa autocroma fue el primer procedimiento fotográfico a color. Sin embargo, su reproducción e impresión eran imposibles, lo que limitaba el objeto a una imagen única.
El objetivo principal del autocromo fue preservar la memoria familiar. Los retratos femeninos, las tomas externas y los objetos preciados fueron los temas predilectos de quienes solicitaban una placa autocroma ya que permitía admirar el color de las vestimentas, de la naturaleza y de las cosas.
El núcleo 4 está dedicado a la Infancia, dado que en el ámbito familiar, el estudio fotográfico se convirtió en la principal herramienta para capturar momentos significativos a través del cliché fotográfico. Las visitas a estos espacios han estado ligadas a diferentes sucesos y costumbres a través del tiempo: el tercer cumpleaños, la primera comunión, la fotografía escolar, el retrato con traje típico, entre otros. Embellecer estas fotografías a través del color, revela una intención por volver única y especial la imagen de un evento que, sin el color, carecería de encanto.
El núcleo 5 abarca la Estética cinematográfica en los retratos coloreados, dada la influencia de Hollywood en el cine mexicano, determinante en las décadas de 1940 y 1950. Actrices como María Félix y Dolores Del Río habían incursionado de manera exitosa en la industria del cine norteamericano y se convirtieron en destacadas figuras en ambos países.
En México, fotógrafos como Armando Herrera, conocido como “El fotógrafo de las estrellas”, había creado un estilo en el retrato semejante al que practicaban los estudios de Hollywood para promocionar a sus actores. Estas fotografías destacaban por su vibrante saturación de colores, con lo que se anunciaba la llegada del color Pop utilizado por Andy Warhol a partir de los años 1960.

El núcleo 6 está dedicado a los años los años 1940 y 1950 y es que, a partir de la década de 1940, la circulación en México de revistas como Vea o Cinema,  ilustraron sus portadas con retratos coloreados de figuras del cine, marcaron el imaginario popular del prototipo femenino.
Los estudios fotográficos procuraban satisfacer el anhelo de sus clientes de imitar a las estrellas de cine. Gracias a la aplicación del color sobre las fotografías, las mujeres podían sublimar sus rostros y borrar cualquier imperfección. Las fotografías coloreadas formaron parte de la identidad cultural mexicana, en particular los retratos femeninos, ya que son escasos los retratos masculinos intervenidos con color.
Finalmente, el núcleo 7 se dedica a Parejas, bodas y familias. Los registros fotográficos de bodas son un testimonio de la manera en que la sociedad está íntimamente ligada al acto fotográfico desde lo afectivo. El fotógrafo y su cámara son, quizá, los testigos más fieles de las uniones familiares.Estas imágenes narran las aventuras personales de cada individuo conformando así un registro visual de su propia historia.
Soñando la fotografía a color. Un siglo de retrato coloreado en México, 1860-1960 estará abierta al público del viernes 25 de octubre al domingo 2 de febrero de 2020. El Museo Mural Diego Rivera, ubicado en Balderas 292, Centro Histórico de la Ciudad de México,  abre de martes a domingo de 10:00 a 18:00 horas.

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