Verde

“…se unen por un instante el fotógrafo, el sujeto y la luz”

Alinka Echeverria

Mi pasión por la fotografía es también una forma de jugar con la temporalidad de mi propia existencia. Mi cámara transforma mis vivencias en una serie de momentos que plasmo en objetos eternos. Estos momentos a veces mágicos, a veces accidentales son creados aprovechando situaciones concretas, aunque fugaces, que tienen lugar dentro de un espacio específico, en que se unen por un instante el fotógrafo, el sujeto y la luz. Fotografiar me ofrece la posibilidad de expresarme al anularse la distancia entre estos vívidos hallazgos ocasionales y mis propias vivencias -de otra forma- obstinadamente ocultas en el reducto íntimo de mi memoria y privadísimo de la fortaleza -de otra manera- infranqueable de mi propia conciencia. La reflexión, después del hecho, me conduce a comprender mejor la experiencia humana.

En la serie Verde retrato a chicas cuyas vidas están en una fase de transición, experimentando cambios a nivel físico, emocional, afectivo y sexual. Esta dura realidad en la que la niña toma sus primeros pasos como mujer está expuesta aquí, con luz cruda y espejos que no perdonan, desvelando su inseguridad y vulnerabilidad. El espacio impersonal es una metáfora del cambio solitario e íntimo de “niña” a “mujer”. Creo reflejar mi empatía con el duelo inherente al proceso de crecer; de romper el cordón umbilical y renunciar al universo infantil. La dependencia se extingue y la protección de la inocencia se derrumba. Los padres ya no son lo que eran para el niño: centro y garantía del universo. De alguna forma estas fotografias son autoretratos, no sólo de la complejidad de mi propia adolescencia, sino también de una profunda nostalgia por mi propia infancia.