Un día como hoy nace Yolanda Andrade

Un día como hoy, pero de 1950, nace la fotógrafa Yolanda Andrade. Por eso, te compartimos un fragmento de la entrevista a Yolanda Andrade por Elisa Lozano en el número de la revista CUARTOSCURO 149 (abril-mayo 2018)

En nuestro país son varios los fotógrafos que, luego de una reconocida trayectoria, incursionaron en el cine como fotógrafos de fijas —Ezequiel Carrasco, Manuel Álvarez Bravo, Agustín Jiménez, Rodrigo Moya, son algunos—, pero el caso de Yolanda Andrade es inverso, ya que fue precisamente esa acti­vidad la primera de su vida profesional. De esa etapa poco conocida de su trayecto­ria, habla para Cuartoscuro.

La incursión de Yolanda Andrade como fotógrafa de fijas se da a fines de los años se­tenta, un momento crucial de nuestra cinema­tografía. Andrade presenció ese momento excepcio­nal y documentó con su cámara de fijas el rodaje de una veintena de títulos entre los que se encuentran desde joyas de la cinematogra­fía mexicana contemporánea, hasta algunas de las llamadas “sexy comedias”.

EL: Yolanda, ¿cuál es tu formación?

YA: Lo primero que hice fue tomar clases de actuación con José Luis Ibáñez en un pequeño estudio en el barrio de San Ángel que le ren­taba a Rita Macedo, entonces casada con Carlos Fuentes. Estuve con él de 1971 a 1974 y esos talleres fueron fundamentales en mi formación porque leí y vi muchas obras de teatro: todo lo que presentaba Héctor Azar en su centro teatral, las dirigidas por José Solé, en fin, era una muy buena temporada del teatro en México. A la fecha pongo en prácti­ca lo que aprendí para producir mis imágenes; por ejemplo, cuando hago un retrato o nece­sito dirigir a alguien o para las puestas en escena, y claro, también fue muy importante en mi formación intelectual.

En cuanto a la fotografía, mis primeros pasos se dieron en el Club Fotográfico de México, donde aprendí lo básico —revelar, hacer im­ presiones— y al tiempo ya trabajaba como asistente de Rubén Broido, director de cine y teatro, quien era director de la Productora Conacite, que estaba en los Estudios América y, además, tenía a su cargo la programación del Canal 13, que entonces era estatal. Gracias a esos trabajos, en 1976 pude irme a estudiar fotografía a Rochester, donde estuve un año.

A mi regreso busqué de nuevo a Broido, que para entonces había sido nombrado director de la distribuidora Películas Nacionales y me ofreció ir a tomar la fotografía fija de las cintas. Casi llegando de Rochester, empecé. Ese fue mi primer trabajo profesional como fotógrafa.

Cabe hacer el paréntesis que esa labor la hacían los fotógrafos que pertenecían a los sindicatos de cine. Nótese, todos eran varones, muy celosos de su deber, no me recibían bien y lo mismo sucedía con algunos directores que se creían genios. Claro, había otros muy amables, por ejemplo, José María Fernández Unsaín, o Toni Sbert, que era muy relajado.

EL: ¿Cómo era tu forma de trabajar?

YA: En Películas Nacionales me entregaban un guión y yo, con total libertad, seleccionaba las escenas y locaciones a las que quería ir. Luego me ponía en contacto con el productor, me decían qué días iban a filmar esas escenas y me presentaba, ya fuera en el set o en la locación.

EL: Tu primer trabajo profesional como fotógrafa es registrar el rodaje de El lugar sin límites (1977), de Arturo Ripstein, una película nodal en la filmo­ grafía del director y en la historia del cine mexi­cano, ya que rompe con muchos estereotipos y aborda temas como el de la homosexualidad. ¿Có­mo enfrentó la joven e inexperta Yolanda Andrade ese reto mayúsculo?

YA: Yo venía de una escuela donde lo más importante no era tanto la técnica que uno podía estudiar en los libros, sino lo conceptual, el por qué se toma y qué se quiere decir con una imagen y, de pronto, me vi en el interior de un set de los Estudios Churubusco, enfren­tándome a una iluminación de tungsteno que había que filtrar y… ¡con Arturo Ripstein! Literalmente tuve que correr a comprar un libro y ponerme a estudiar la forma de resol­ver, en todos sentidos: desde las cuestiones técnicas básicas, hasta la forma de no interrumpir el rodaje, de no ser vista, ni hacer ruido con el click de la cámara. En el momen­to en que gritaban ¡corte!, había que disparar y lograr una buena imagen en una sola toma, así, entre las enormes cámaras de cine, el equipo de iluminación, los técnicos, etc. Podría decirse, irónicamente, que en El lugar sin límites no había lugar para mí.

Afortunadamente Roberto Cobo, el actor principal, era tío de Grace Quintanilla, una querida amiga, congenié con él e incluso le tomé una foto vestido de “La Manuela”, su personaje de la película, para un show que hacía en el Teatro Blanquita. A la fecha consi­dero que ese retrato es uno de los mejores que he realizado. Eso me enriqueció muchísimo.

EL: Ingresas al medio cinematográfico en un pe­riodo muy interesante; trabajas con auténticos directores­autores como el propio Ripstein o Juan Ibáñez y colaboras también con realizadores del periodo clásico que aún están activos como Alfre­ do B. Crevenna, Sergio Véjar y Abel Salazar. Cuén­tame sobre ellos.

YA: Con Abel Salazar participé en la película Tres mujeres en la hoguera (1976), protagoniza­ da por Maricruz Olivier, Maritza Olivares, Pilar Pellicer y aparecía Daniela Romo, muy jovencita. Las escenas que se iban a filmar allá eran las “más candentes”, porque se trataba de un triángulo amoroso lésbico, entonces no me dejaban entrar al set pues eran escenas muy fuertes para el momento. Tuve que re­solverlo de otra forma, por ejemplo, haciendo retratos de las protagonistas.

EL: Otro trabajo tuyo importante es el registro de México nocturno, también conocida como A fuego lento, de Juan Ibáñez. ¿Cuáles fueron las compli­caciones de ese rodaje?

YA: Esa fue una de las películas que más dis­fruté porque Ibáñez, que era un hombre de gran talento, no era un director neurótico. Estuve en las secuencias realizadas en el Pa­ lacio de Lecumberri, que acababa de ser de­ socupado, en “el congal de la Xóchitl” —un famoso personaje gay de la época— y en el Teatro Blanquita.

EL:El ambiente de ese lugar, esas atmósferas ur­banas nocturnas, ¿ya eran afines a tu obra fotográ­fica más personal o de alguna forma este rodaje detonó en ti el interés por las mismas?

YA: No, siempre me habían interesado esos temas. Incluso antes de irme a Rochester yo iba mucho a tomar fotos a los cabarets como el “Siglo xx”, el “Barba Azul” o “El Azteca”. Esa estética nocturna y del teatro de revista me interesaba.

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