25 AÑOS DE LA REVISTA CUARTOSCURO

Por Ana Luisa Anza
No importa a donde uno se mueva: ellos mirarán siempre jo desde ese estudio de principios del siglo xx, como si fuera muy normal cargar con un perico al hombro, sostener una rubia muñeca o retratarse con un pequeño balón de plástico.
Son sus ojos —los de uno de tantos archi­vos fotográficos antiguos descubiertos y publicados para reconocer un pasado que no nos es ajeno— los que marcan una por­ tada que nos hace desear recorrer las imá­genes contenidas en esta revista, la misma que hoy, con este ejemplar número 150, cumple 25 años de existencia.
En las páginas de Cuartoscuro vive el tra­bajo de 2 mil 795 fotógrafos, cada uno de los cuales ha contribuido —junto con los textos de nuestros colaboradores— a enriquecer el contenido. Nos es imposible englobar en unas cuantas palabras la experiencia de este cuarto de siglo así que recordamos el viaje con 25 portadas que, de alguna mane­ra, simbolizan el paso del tiempo.
Las hay de imágenes que narran con oportunidad periodística un alzamiento, un desalojo o la guerra misma, al igual que historias que duelen y conmueven o el mo­mento en que la ambigüedad del futuro marca la vida de tantos que se aferran a una esperanza.
En esas delgadas hojas de papel convive el surrealismo con la cultura popular, el rescate de los procesos alternativos a la in­ vasión digital con la expresión de la llamada foto contemporánea, la imagen atrapada por los fotógrafos ciegos con esa otra, cuyo horror nos hizo hablar del México violento a través de una portada meramente tipográfica. O esa única vez, en la que nos permitimos “combinar” el arte visual con la plástica.
Ahí están las mujeres. Ellas, las fotógrafas —las que marcan un hito en la historia del periodismo, las que sorprendieron con sus propuestas, las que persiguen una historia para no dejarnos olvidar— y aquellas otras, las retratadas, las que muestran la dulzura, la presencia tejida de nuestra historia o esas jóvenes que, sumadas a los niños, se asoman con tanta frecuencia a nuestras portadas.
En una búsqueda constante, la revista ha insistido en ser realmente nacional. De ahí los llamados números monográficos dedicados a la foto que se hace en una ciudad o en un estado, o la inclusión permanente de fotógrafos de todos los rincones del país.

Dejando de lado su vocación documental, Cuartoscuro ha querido ser incluyente, tanto en el tratamiento de temas polémicos, como en el abarcar todos los géneros —la moda, la publicidad, la foto de naturaleza—, incluido el desnudo, que ha provocado incluso que se tengan que meter los ejemplares en bolsas negras, a petición de distribuidores que se sonrojan con el atisbo del cuerpo.
Gracias a Fernando Rodríguez y su constancia en la edición y diseño de cada ejemplar, la revista tiene una identidad que permite que sea reconocida. Si alguna vez se modificó en algo la tipografía, o se agregó una pleca, o se experimentó con marcos blancos, Cuartoscuro nunca dejó de ser Cuartoscuro, la misma que hoy festejamos por sus primeros 25 años.

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