LA LUZ QUE SE ESCONDE EN REYGADAS
Es tarde en el bosque. Perros, caballos y reses se agitan en el fango; bestias desplazándose con toda su animalidad. La cámara captura a una niña balbuceando y que vemos al centro del encuadre de contornos borrosos. El trueno y el relámpago son rastros de la tormenta. Arriba el cielo se ennegrece. Cuando a la escena la domina la oscuridad, llega entonces la noche. Lo que vendrá después es una fábula de cuadros atrevidos sobre la humanidad; una historia cargada de inquietudes imaginada por un cineasta singular.
Así puede resumirse Post Tenebras Lux (2012), la reciente película de Carlos Reygadas que se ha vendido a más de 25 países y que se estrena en las salas de México este 23 de noviembre. Con este trabajo el cineasta se hizo merecedor a la Palma de Oro como Mejor Director en el pasado Festival de Cannes, y con el cual también desató polémica.
Es verdad que a veces el filme se vuelca en demasiada intelectualización, pero no necesariamente debemos apreciarlo como un todo coherente. Pasa que el cine de Reygadas es un arte de proposiciones, un entramado de sospechas, un disparar de enunciaciones en los que el director nos hace ver la manera en que mira el mundo; una tarea en la que a veces sacrifica gracia afectiva por profundizar en su racionalización de las cosas.
En Post Tenebras Lux conocemos a una joven pareja adinerada que vive con sus dos pequeños hijos en una finca en el bosque. Juan (Adolfo Jiménez Castro) es un arquitecto cuya neurosis llega a liberarse a través de actos como azotar a un perro o mediante sesiones nocturnas de porno online. Para disminuir el hastío Natalia (Natalia Acevedo) agrega algo de emoción a su vida cuando ambos visitan en el extranjero una lujosa sauna con curaduría de orgías y ante los ojos de su marido se deja follar por un europeo al que le calienta su belleza.
Inscrito en un tipo de cine que comparte códigos narrativos con otros directores en el mundo, Reygadas en su película deja ver esas influencias y conexiones. Por ejemplo, su secuencia inicial de largos planos con reses a cuadro, es como una cita de los primeros minutos de Satantango (1994), pieza maestra de Bela Tar. El fulgurante macho cabrío que aparece en el filme, recuerda el espíritu de la selva que, con apariencia simiesca, sorprende en El Tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas (2010) de Apichatpong Weerasethakul. Aquí pues se da la apropiación de una convención del género fantástico para nutrir el cine-ensayo personal.
Como Tar y Weerasethakul, Reygadas expande el tiempo en la pantalla. En su filme hay largos instantes para la presencia marcadamente sonora y no sólo visual de elementos naturales. Esta dilatación del tiempo nos hace como espectadores quedar envueltos en las propiedades espaciales de lo que el director filma. Es decir, cuando el cineasta le da tantos segundos a la noche o a la lluvia, esa extensión ‘duracional’ nos induce a percibir espacialmente, como si estuviéramos ahí. Es entonces cuando la obra de Reygadas se torna experiencia sensorial y tangible.
Lo moderno y lo originario, lo urbano y lo rural, lo global y lo vernáculo, la raza blanca y la raza indígena, lo espiritual y lo corporal, lo pudiente y lo pobre, la ficción y el documental, lo real y lo fantástico, la ingenuidad y la malicia; es en este juego de opuestos que se desarrolla la premisa de Post Tenebras Lux. Especie de circuito de relaciones binarias por el que Reygadas hace circular un diagnóstico de la actualidad social.
La raíz salvaje, lo tribal y perpetuo, atraen a Reygadas. Por eso en su filme los perros jadean y se alimentan como bestias; manifiestan la pura condición del primitivo origen. Quizás por eso las escenas de rugby, deporte con claras connotaciones primitivas. En la secuencia inicial del anochecer hay una correlación con el amanecer que vemos al principio de Luz silenciosa (2007). El día menguante nos sugiere la imagen de otro comienzo en esa eterna ruta cíclica que sólo existe en el cosmos.
En Post Tenebras Lux se insiste con estampas de la naturaleza, por ejemplo una preciosista imagen bucólica de Natalia y sus niños circundados por lo verde del bosque. Con estas vistas que recuerdan la pintura de Samuel Palmer, su autor se exhibe como un neo romántico al alabar el paisaje campestre para luego contrastarlo con la encrucijada moral del hombre contemporáneo.
A través de esta pieza, el director también nos introduce a una particular forma de observar el mundo a menudo mediante una lente que desfigura. Las imágenes parecen descompuestas, sólo nítidas en su centro. En los años veinte del siglo pasado la vanguardia fílmica impresionista propuso audaces procedimientos técnicos en la edición, la fotografía, los encuadres y el enfoque; todo con el fin de representar estados anímicos y sensaciones, incluso conceptos, a través de la alteración de la imagen. La cámara post impresionista de Reygadas deforma la imagen para brindar una visión abstracta y novedosa sobre la realidad. Una estrategia de estilo que incide en la apreciación por parte de la audiencia.
Este filme de Reygadas, como a los anteriores, no se le lee fácil. Su autor trastorna la linealidad y el uso convencional de elementos como la dirección de actores, la fotografía, el uso de la lente, el encuadre y el diseño sonoro. Con ello confirma ser un director comprometido con una búsqueda de representación y de lenguaje; siempre detrás de originales formas de narrar y proponiendo su propia sintaxis.
No se puede negar que cada película de Carlos Reygadas supone un desafío, algo que puede resultar atrayente para unos y decepcionante para otros. Lo cierto es que entre la incertidumbre y la multiplicidad de claves, nos coloca ante un cúmulo de interpretaciones. Nos empuja hacia una tarea en la que, si bien lo queremos, podemos descubrir alguna verdad acerca del mundo.
(Fuente: Alan Rodríguez.CONACULTA)



