Entrevista con Elideth Fernández: agarrar al toro por los cuernos

Portafolio publicado en la revista Cuartoscuro 180 (marzo-mayo 2024)

Si hay algo que le hace hervir la sangre a la fotodocumentalista Elideth Fernández es ver manar el líquido vital de otros seres vivos, en especial de animales no humanos, como parte de cualquier espectáculo en donde se someta a otras criaturas para propósitos de entretenimiento humano, o en cualquier otro acto que su conciencia dictamine como cruel: sea la experimentación con animales de laboratorio en aras del desarrollo de productos cosméticos, un patio donde se reúnan los vecinos a apostar por uno de los dos gallos que se destrozan mutuamente con los espolones de acero que les acaban de colocar en las patas, o una plaza urbana o rural donde un hombre molesta a un toro provocando sus embestidas para después acribillarle el lomo reiteradamente con una banderilla hasta que el animal desangrado agote su bravura y caiga al suelo a exhalar el último aliento.

Tomó conciencia de su sensibilidad ante la impotencia de los animales cuando su hija era pequeña y la llevaba a la escuela. La niña se asomaba a la ventana del auto contemplando a los perros de la calle y bombardeaba a Elideth con preguntas que buscaban una explicación a las malas condiciones de los caninos, quería que su madre le dijera qué podían hacer para ayudarlos. A partir de ese momento comenzó un cuestionamiento interno que la llevó a actuar, desde la fotografía y el activismo, para generar conciencia sobre algo que considera imperativo. Las fotografías aquí presentadas son una parte minúscula, acotada a la tauromaquia, del extenso trabajo al que Elideth se ha dedicado por más de 10 años como manera de dar exposición a las diferentes formas que toma el sufrimiento animal en la sociedad actual.

De la serie El verdadero rostro de la tauromaquia. 2022. ©ELIDETH FERNÁNDEZ

Cuéntanos de las fotos que vemos.

Son de diferentes corridas, de cortijos de pueblos pequeños, donde se escucha más el grito de dolor del toro que la música. A la plaza de toros solamente fui a un concierto en alguna ocasión. Pero en las corridas de la plaza ves desde la barrera y retratas lo que ellos quieren que veas del espectáculo, en la tauromaquia o las peleas de gallos. Por eso mi ensayo se llama El verdadero rostro de la tauromaquia, porque en los cortijos de pueblos como en Xico y Papantla, Veracruz, estás a un metro de distancia del toro cuando se está ahogando, vomitando en su propia sangre y los niños se tapan el rostro.

¿Qué te mueve para denunciar?

Muchas cosas. Me movió mucho la Declaración de Cambridge sobre la conciencia de los animales. No sé si conozcas, pero en 2012, el doctor Philip Low, en presencia de Stephen Hawking, presentó un manifiesto donde se reconocía la conciencia de los animales. No es lo mismo ver a los animales antes y después del 2012. Si antes era por la intuición, desde Pitágoras, ahora la ciencia confirma: los animales tienen conciencia de sí mismos y del dolor del otro. Entrar a un rastro sabiendo que eso es cierto y ver la mirada de los animales, es brutal.

De la serie El verdadero rostro de la tauromaquia. 2020. ©ELIDETH FERNÁNDEZ

¿Qué consideras que podríamos denominar como crueldad animal?

Mira, si los animales son seres sintientes y comparten el mismo sistema nervioso central que tú y que yo, pues imagínate que a ti te encajaran unas banderillas o que te dejaran en el frío amarrado a una cadena. Crueldad es afectar así a un ser que siente. Si le sacas un ojo se queda tuerto, igual que uno. Si hablamos de la tauromaquia, pues es una barbarie. Los propios taurinos se espantan cuando no matan bien al toro. La élite taurina reconoce que hay crueldad, pero sus sacrificios sangrientos o su creencia en que van mas allá de la diversión justifica su crueldad.

¿Bajo todo contexto matar a un animal sería cruel o sólo en un contexto lúdico, de entretenimiento? Digamos, ¿qué podríamos decir de la cacería no deportiva o la crianza local para el autoconsumo?

Del consumo yo creo que cada quién de acuerdo a su propia evolución o conciencia va a ser juez. En los ranchos certificados, aunque no se cumplen las normas, se tiene la intención de no matar a los animales con sufrimiento. Pero los rastros certificados son un porcentaje mínimo comparado al consumo de carne. Hay muchos rastros clandestinos, imagínate la barbarie, no tienen ni pistolas de insensibilización. Dejo a tu imaginación cómo los pueden matar. Yo le digo a la gente que come carne que vaya, mate al animal y se lo coma; es bien fácil ir al súper y agarrar la carne del refrigerador. Decía Paul McCartney que “si los muros del rastro fueran de cristal no comeríamos carne”. Pero no vamos a incidir en que la gente deje de comerla, ese es otro tema. Hay situaciones que hay que entender, no vas a decir en un caserío de pescadores que dejen de pescar porque es maltrato animal, son otras circunstancias. Pero en una ciudad sí podemos ver que es una forma inútil e innecesaria de sufrimiento de los animales. Ahora, hacerlo por diversión, por una cuestión lúdica, es otra cosa, o el uso en la experimentación científica. Hay estudios, por ejemplo, en los animales en experimentación, que ya son obsoletos. Eso tendría que cuestionarse, ¿hasta qué grado se tendría que experimentar con ellos? Quizá un mínimo porcentaje podría justificarse, pero en la cosmética habría que preguntarse si eso es válido, si es ético, si es humano.

De la serie El verdadero rostro de la tauromaquia. 2020. ©ELIDETH FERNÁNDEZ

¿Qué crees que pasa en la sociedad que lleva al humano a ser insensible al sufrimiento ajeno?

Hay muchos factores. Yo escribí un artículo que se llama Nadie se hace antitaurino. Nacemos con empatía natural, los niños nacen con empatía, pero nos van formateando. He estado en muchas corridas en las que después destazaban al toro. Los niños decían: “¿por qué hacen eso?”, y el papá le tenía que hacer entender que eso era normal. Si son objetos, si son cosas, y si crecemos con esa idea, entonces entre un toro, un perro y un mueble no hay diferencia. En el código civil están considerados de igual forma. Así lo aprendemos desde la primaria, que son objetos de consumo, de uso, de explotación. Pero incluso a la tauromaquia hoy hay quienes la quieren justificar diciendo que son tradiciones y que hay que respetar su culto.

¿Rituales?

Sí. Y en efecto es un ritual, un culto, si pretendemos que el mundo sea más humanista, tiene que evolucionar; si no, vamos a regresar a las guerras floridas.
Hasta ahorita no ha habido una justificación de algún taurino sobre eso, si ya terminó su liturgia, su eucaristía y todo eso que le llaman tu fiesta, ¿por qué no le das un balazo al toro? Hasta los peores criminales te dan el tiro de gracia. El reglamento taurino establece siete minutos para que se muera el toro, pero pregunta cuántos minutos tarda en el pueblo. No lo matan bien, la espalda le atraviesa todos los órganos y sigue vivo. Y además todo eso está apoyado por grandes capitales, por eso no se termina. Slim es taurino, Miguel Alemán Velasco y gente de influencia que le pide el favor a algunos comunicadores tradicionales que defienden la tauromaquia como Loret de Mola, López Dóriga o algunos políticos como Quadri. El pretexto de muchos es que grandes personajes ilustres fueron taurinos.

¿Quiénes?

Picasso, García Lorca, García Márquez. Ahora que Faitelson, el periodista deportivo, les dijo descerebrados a los taurinos, la respuesta de un comentarista de fútbol fue responderle que si le decía descerebrados a los seguidores de la tauromaquia se lo estaba diciendo a Picasso y García Márquez también. Pero hubo varios personajes ilustres antitaurinos.

¿Por ejemplo?

Anatole France, Mahatma Gandhi, Antonio Machado, Lope de Vega, Víctor Hugo, y el propio Goya. Ocho siglos de pensamiento antitaurino. Bueno, en el siglo XVl el Papa Pio V excomulgó a los taurinos, veía la tauromaquia como algo demoníaco, y yo así lo veo. Y que conste que no tengo mucho acercamiento en esas cosas de la religión, pero yo sí podría decir que es diabólico, empieza a las cinco de la tarde, mientras oscurece, para dar la ofrenda. Es brutal.

El estatus de culto o ritual no justifica entonces su existencia…

No, de ninguna manera, creo que en la moral de nuestra época puede haber una libertad de culto sin necesidad de dañar a nadie, a ningún tercero. Son cosas que pueden ir cambiando si se va educando al respeto. También hay rituales donde se sacrifican niños. No, no se justifica.

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De la serie El verdadero rostro de la tauromaquia. 2020. ©ELIDETH FERNÁNDEZ

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