El negativo de la Revolución, vida cotidiana; libro de Torres Sánchez
San Luis Potosí, 24 de noviembre.- Detrás de la línea de fuego la vida seguía; si la Revolución no puede concebirse sin los muertos tampoco sin los circos, los basureros, las pulquerías y la cotidianidad.Acercarnos de forma visual a estas circunstancias comunes y corrientes en la época de Revolución fue el objetivo de la edición del libro El negativo de la Revolución, vida cotidiana, de Rafael Torres Sánchez que se presentó la tarde del miércoles en el Encuentro Nacional de Investigación sobre fotografía.
El libro abarca una etapa que va de 1910 a finales de 1920, y se realizó con base en la revisión y selección del acervo de la Fototeca Nacional. De acuerdo con Torres Sánchez la intención fue editar un ensayo de divulgación sin carácter estrictamente académico, con un lenguaje ágil que invite a lectores que no necesariamente están versados en el tema de la Revolución, pero sobre todo, mostrar un tema poco abordado por la historiografía hasta ahora: la vida cotidiana, durante la época revolucionaria.
Por este catálogo de imágenes que acompañan el ensayo sobre la vida cotidiana escrito por Rafael Torres desfilan fotos sobre balnearios, cantinas, grupos de jazz, eventos deportivos, lavaderos en ríos, basureros, carpas, circos, y al propio Venustiano Carranza con abrigo en una nevada, quien gustaba, según Torres, de regalar sus fotos firmadas a los militares.
Para la realización de este libro “el reto era ver imágenes, seleccionar información agruparla y editarla. No hay línea de sucesión de principio a fin, el tiempo no se mueve así…”.
En esta tarea “encontramos fotos de los tiraderos de la Revolución, fotos aparentemente nimias pero que muestran basureros de hojas y de olote, basura distante de la que produce hoy la sociedad, precisó Torres
Lo importante, agregó, fue aglutinar fotos que aparentemente no significan nada, pero que leídas bajo la lente de la vida cotidiana cobran importancia mayúscula.
El libro de más de 200 páginas fue editado por el Conaculta, el INAH y el gobierno de Pachuca. (Anasella Acosta N.)
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