EL HORIZONTE EN LIBERTAD

Sí, he recorrido un largo camino a ninguna parte, arrastrado involuntariamente por monstruos,

técnicas, industria gigante llamada éxito, progreso y Anglo…

Rodolfo “Corky” González

Por Víctor del Real
Cuando las piedras sangran, significa que pisamos un terreno hostil y que el calor es dueño del horizonte; a lo lejos, es posible advertir un paisaje brilloso y reptante, donde el cielo se refleja y se convierte en agua.
Los espejismos acuden en auxilio de los espíritus desfallecientes y los persuaden con la esperanza del “Ya mero llegamos”, porque la rudeza del terreno, cubierto de cactus y ramas espinosas, impide el caminar sediento del viajero.
Pernoctar un momento en tierra seca es doblar, tal vez triplicar, las sensaciones despiadadas del infierno; a cambio, sólo queda un concierto de luz, una intensidad solar que derrite el alma más absorta, o un mapa estelar que sobresale desde la profunda helada de una noche invernal en la montaña.
Guillermo Arias nos demuestra con sus fotos que el sinsentido divisor, aparentemente imbatible, es sólo un filamento intrascendente contra la proeza infinita de la vida. El hombre regresa a la libertad y busca el sustento con enjundia. El muro se funde en la aridez y juntos logran sorprendente conjunción.
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