E.U. VISTO A TRAVÉS DE LA FOTOGRAFÍA

Cena de bodas. Dama de compañía y padre de la novia, 1974. ©Frederick C. Baldwin y Wendy Watriss.
Lo primero que llama mi atención al llegar al recinto, es un hombre de calcetas a rayas con los colores más alegres de la gama.
El hombre que está sentado allí, de cabellos blancos y una mirada diáfana y profunda, es el responsable de la actual exposición del Centro de la Imagen, Looking at the U.S., que en confabulación con su pareja Wendy Watriss, nos narra una parte de la historia de los Estados Unidos a través de los movimientos sociales, la población campesina del sur, los asentamientos de inmigrantes, la lucha por los derechos civiles, las condiciones de vida de los esclavos negros y los devastadores efectos del agente naranja que provocaron serias malformaciones y deficiencias de salud en los veteranos de Guerra de Vietnam.
Fred Baldwin es, en el momento de esta entrevista,  un hombre de edad avanzada, de movimientos parsimoniosos, voz grave y clara, y con ella, una afabilidad para conversar como si fuera un viejo conocido. La mirada se va a buscar en los recuerdos y las experiencias mientras comienza a relatarme cómo empezó su camino en la fotografía, un camino al cual nunca supo muy bien cómo llegó.
Sábado por la mañana, sede del condado, 1974. ©Frederick C. Baldwin y Wendy Watriss
Fred nace en Suiza y por un año es infante de marina en la guerra de Corea. A su regreso , en su último año de la universidad, en donde afirma que “estudiaba historia rusa y letras, cosas imposibles e inútiles para comenzar a trabajar”, entrevista a Pablo Picasso y es allí donde su vida da un vuelco hacia algo que aún no tenía definido pero que lo lleva a buscarse en el campo de la creación: autonombra a Picasso su padre de los sueños, por aquello de “las mujeres, una creatividad exacerbada y una espléndida casa” y decide pasar un día con él, lo cual no era fácil puesto que el pintor tenía un carácter complicado.
Baldwin, al ser un fiel seguido de su obra, se percata de las connotaciones ridículas que siempre eran parte de su trabajo, por lo que decide “hacerse ver” por él, escribiéndole una carta con sus propios dibujos. “Algo ridículo puesto que yo no soy artista”, dice Baldwin, estrategia que funciona pues Picasso accede a que el fotógrafo, en aquel entonces sin saber que iba a ser fotógrafo, pase un día con él en su casa de Cannes.
De aquel día, Fred mantiene nostálgica pero fuertemente las enseñanzas que le dejó aquel maestro de la pintura, diciéndole que debía tener sueños y usar su imaginación para volverse quien quisiera ser, superando el miedo y actuando a partir de la repetición de su mantra, de su motivación. Justo después de ese encuentro, Baldwin decide que va a ser o fotógrafo o escritor, pero “su mala redacción y ortografía lo inclinan a la primera”, dice muy divertido.
Así, decide mudarse a los Estados Unidos, específicamente a Georgia y comienza a retratar a los niños de la comunidad, realizando tareas conjuntas que los mismos niños le pedían que hiciera y fotografiara, generando una retroalimentación con la comunidad y a la vez, generando un poco de dinero de los retratos que podía venderles a las familias.
Calle Railroad, 1974. ©Frederick C. Baldwin y Wendy Watriss
Comienza a tener contacto con el trabajo de Henri Cartier-Bresson y Robert Capa, algunos de los fotógrafos más importantes en su época, y decide que se quiere dedicar al fotoperiodismo, y como primer acercamiento comienza a fotografiar a los plantadores de tabaco en Georgia, a la par de los integrantes del Ku Kux Klan, a quienes les pide pasar un día con ellos para documentar sus actividades, a lo que extrañamente, responden afirmativamente. Un día es suficiente para darse cuenta del racismo y la locura que brota del KKK y decide no permanecer más tiempo allí.
Tras esa experiencia, se va a Europa a encontrar sus motivaciones y razones personales que lo impulsaban a dedicarse a la fotografía, puesto que todo su trabajo previo fue sin premeditaciones ni conciencia del porqué lo estaba haciendo, hasta ese momento, dice, “las fotos eran para mí, no para nadie más”.
Revisando el campo, sureste de Texa, 1974. ©Frederick C. Baldwin y Wendy Watriss
Inicia su viaje de descubrimiento, y en sus propias palabras, una suerte de egotrip, y realiza “locuras” que lo ponen en confrontación con su por qué del quehacer fotográfico, nadando con osos en el Polo Norte, sumergiéndose con peces espada (en honor a Ernest Hemingway, a quien conoció tiempo atrás en Cuba) y hasta adentrándose en el rudo mundo de los vaqueros de Acuña, en el estado mexicano de Coahuila, casi con la frontera de E.U., en donde platica que “tuvo que pasar la prueba de los vaqueros, quienes me dieron el caballo más salvaje el primer día de mi estancia, y ya para la noche, cuando estábamos reunidos alrededor de la fogata, con nuestros pocillos de café y era el momento de cantar viejas canciones estilo country, no sabía ninguna letra e inventé un juego en donde cada vez que yo hiciera un sonido de una canción de teatro kabuki –que fue lo único que vino a su mente- ellos golpearían sus pocillos con la cuchara, haciendo una especie de orquesta oriental. Al otro día me dieron el caballo más educado y amable que tenían”.
Sureste de Georgia, 196. ©Frederick C. Baldwin.
En estos ires y venires constantes alrededor del mundo, retorna a su país en el ‘63, sin conocimiento alguno del levantamiento por los derechos civiles de la población de color que ya había tomado fuerza, y se ofreció de voluntario para documentar el movimiento. Es allí donde por primera vez se encuentra y se compromete con las causas sociales que ocurrían a su alrededor.
Posteriormente, trabaja durante cinco años con los granjeros de Georgia y después, en un contraste irónico de la vida, conoce en una exclusiva fiesta de una duquesa italiana a Wendy Watriss, quien “inmediatamente llama su atención, por su aspecto sexy y atractivo” iniciando en ese momento una larga relación que dura hasta hoy día.
Comienzan juntos en 1971 un trabajo que recorre el sur de Texas, llamado Back roads of America, documentando los asentamientos de inmigrantes germanos y mexicanos, así como de los nativos, retratando las situaciones de pobreza y segregación de la que eran parte por no estar dentro de la ciudad urbanizada, dándonos, con ello, el otro lado de la moneda que pocas veces era abordado por la prensa norteamericana.
Día de los veteranos de Vietnam en Texas, 1981. ©Wendy Watriss
Respecto al papel que cumple el fotoperiodismo actualmente, Baldwin me responde que es el mismo que hace muchos años: informar a la gente lo que está pasando, generar una conciencia de su realidad y abrir esos canales de comunicación a la que de otra forma la gente no tendría acceso, con la evolución en las redes de distribución, que permiten hacer llegar de manera más rápida y directa la información, asegurando que los preceptos del buen fotoperiodismo siguen estando vigentes: “curiosidad, inteligencia, coraje, energía… seguramente a mi edad, no podría seguir haciendo esa labor” sonríe.
Para cerrar, debido a su constante labor en pro de los derechos humanos y las causas sociales, hablamos acerca del activismo como responsabilidad inherente a un artista-creador, diciéndome que no es necesaria tal, puesto que se puede aportar desde la disciplina de cada uno el compromiso que se quiera enarbolar, que puede manifestarse “en una manera distinta de ver, algo que te hace sentir diferente a ti como espectador, viéndolo desde un modo nuevo; esa es una manera de militar, de cambiar el mundo. El motivo es muy diferente en cada quien, y depende de una decisión personal, absolutamente íntima. Hay que buscarlo en uno mismo, y no es tarea nada fácil…”
Platicar con este hombre hace comprender su espíritu, su entusiasmo de vida y la alegría que, ahora entiendo, se refleja en la colorida gama de sus calcetines.
El sheriff del condado, 1971-72. ©Frederick C. Baldwin y Wendy Watriss

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