DE UNA FOTO DE LA NIEBLA… A LA PASARELA

Todo inició al tomar fotos de la neblina con un celular. Foto: © Carmen Rión
Hace casi 8 años, Carmen miraba a través del vidrio del vehículo que la transportaba no sólo a los Altos de Chiapas sino –y ella no lo sabía entonces– hacia una nueva forma de ver la vida, hacia la necesidad de incorporar lo que otros ven, hacia el paisaje que de alguna manera compartiría para hacerlo suyo.
Impresionada, veía surgir de entre la densa niebla a esas mujeres de hermoso vestuario cargando leña en sus espaldas, a las orillas de la carretera. Tomó unas fotografías con el celular: quería conservar la espesa neblina para siempre.
Esas fotos cambiarían su arte y la forma en que había pensado realizar el proyecto por el que se encaminaba a su destino. Invitada por el Foro para el Desarrollo Sustentable y para dar un taller de diseño textil al grupo Mujeres mayas de Jovel, quizá jamás pensó que saldría tallereada y que, de entonces en adelante, su mirada sería parte de sus creaciones como diseñadora de moda. Carmen Rion, la marca, daría un viraje.
Paisaje desde el camión...Foto: © Carmen Rión
Todo, por descubrir una prenda que la cautivó. El mocheval –palabra tzotzil que significa rebozo– es una pieza rectangular de 40 a 50 centímetros de ancho por 120 de largo que las mujeres de Zinacantán usan como capa, la cual puede cerrarse al frente o de lado, o bien hacer las veces de paraguas cuando llueve. De la parte superior cuelgan los putsulal, unas pequeñas riendas que sirven para abrocharlo y que, en su origen, eran los hilos que quedaban de la urdimbre, como para no desperdiciar nada.
“Tomé fotografías de muchos paisajes nublados y simultáneamente compraba algunos mochevales viejos en los mercados o entre las artesanas”, dice. “Con esto llegué a la conclusión de que el paisaje y el mocheval tenían que ver en su diseño original, como una abstracción gráfica de los que las rodea, además de ser un elemento de moda que va contando el tiempo”.
Las montañas, en la tela. Foto: © Carmen Rión
Pero fue cuando llegó a Jech Chentic y vio a Josefa Gómez Pérez parada en la esquina de su casa, dando la espalda al cielo, cuando Carmen sintió la magia de esa imagen. Miró cómo la mujer se fusionaba con el paisaje: su ropa, su mocheval, era una interpretación creativa en textil de la naturaleza que la rodeaba.
En los mochevales de las mujeres, Carmen vio una fotografía del entorno. Ahí estaban las franjas de colores a todo lo largo, de abajo hacia arriba, la tierra y las plantas, las manchas de flores y vegetación, los montes, los cielos, las nubes… y la neblina.
Hilos que imitan el paisaje. Foto: © Juan Morín
Las mujeres de Nachic se vestían con sus paisajes convirtiéndose en imágenes móviles. En unos mochevales observó el tejido de hilos blancos y negros haciendo una forma de hachum, que significa peine en tzotzil, formado de líneas horizontales y verticales.
“Y es que en Nachic y Jec Chentic, la niebla baja entre la una y las dos de la tarde”, comenta. “Y esa niebla fue la maestra, la que me hizo reflexionar en el paisaje pues ese tejido es una abstracción de la niebla gris que se traduce en blanco y negro”.
Otros mochevales tienen líneas que crecen desde la orilla aunque conservan el tejido en enmedio pero que, entre la “bruma” de los hilos –como en la del paisaje– surgen tejidos de color, como los colores que se ven entre la niebla, símbolos de montañas, agua, grecas con letras, estrellas, flores… ése es el brocado ticbil.
Elegir los hilos. Foto: © Henrieta Sepeši
“Es un tejido de color escondido, como sucede cuando baja la niebla a la una de la tarde en Nachic”, dice. “Entonces ves las composiciones del hachum con su paisaje gris y el colorido abajo, como el de los sembradíos de flores, pues en Zinacantán muchos campesinos viven de sembrar flores”.
El taller entonces inició con una foto: cada mujer debía retratar su propio paisaje, “imitar” sus colores haciendo una combinación de hilos, tejerlo en el telar de cintura trasladando la imagen al mocheval que tejía para después rematarlo con un bordado de flores o elementos coloridos del paisaje.De foto... a pintura... a hilo. Foto: © Juan Morín
“Mi interés fue entrar en un proceso de diseño, diferente de la forma intuitiva en que ellas trabajan, dando lugar a viejas técnicas de bordado y tejido que se están olvidando”, explica. “Apoyadas por Carolina Flores, cada una fotografió su paisaje, después trasladamos al papel los colores con pincel y gouache y cada quien hizo un ejercicio ticbil y hachum, después dibujamos flores reales, no inventadas, para al final bordar las flores en un mocheval original”.
Del telar, a agregar flores. Foto: © Juan MorínHoy, Carmen integra esas fotografías hechas tejidos en telar de cintura y bordados a mano en sus colecciones de moda. Por pasarelas nacionales e internacionales, los mochevales que surgieron de las fotografías son parte de la colección Carmen Rion: se vuelven capas, faldas, rebozos, detalles coloridos combinados con la ropa que diseña.
Comandadas por Margarita Hernández, jefa del grupo Palestina y de Mujeres Mayas de Jovel, están organizadas en subgrupos a cargo de Josefa Gómez Pérez (Jec Chentic), Florentina Gómez Pérez (Nachic 1) y Juana Albertina López Gómez (Nachic 2).
De Chiapas, a la pasarela. Foto: © Mauricio Castillo
Apenas hace unas semanas, tres de estas artistas –Josefa Gómez Perez, Victoria Pascuala Gómez Pérez y Catalina Hernández Pérez– fueron seleccionadas en la Primera Bienal Continental de Artes Indígenas, y sus trabajos podrán verse en la exposición que se inaugurará el 9 de agosto en el Museo Nacional de Culturas Populares, en la ciudad de México.
Y en ese pueblo apartado de los Altos de Chiapas, las mujeres seguirán atrapando las imágenes para transformarlas en el paisaje que habrá de vestirlas. Son piezas únicas tejidas y bordadas entre las risas y la complicidad de un grupo de mujeres que, ajenas al mundo de la moda, hacen precisamente eso: moda. Y todo, a partir de una foto.
Para conocer el proceso completo, podemos seguirlo paso a paso en fotografías:

La foto de un paisaje...


Desde el vehículo en movimiento, se toma una fotografía. Por supuesto, no tiene que se en movimiento… las mujeres toman imágenes de sus paisajes y, a falta de cámara, hasta de postales de la región que identifican como suya…
Después de «trasladar» el paisaje a una pintura que muestra los colores de los cuales está compuesto el paisaje, elige los hilos que habrá de utilizar para copiar la naturaleza…

Elegidos los hilos, hay que empezar a fabricar el mocheval en un telar de cintura, con paciencia infinita, en la sombra de los patios, junto a las otras mujeres que comparten la misma actividad entre risas y comentarios, en un trabajo artesanal que se disfruta…
Foto: © Juan Morín
Las franjas de colores que copian el paisaje están terminadas. El mocheval se adorna entonces con las flores que las mujeres copian de la naturaleza, dibujándolas primero para luego bordarlas…
Foto: © Mauricio Castillo
El mocheval, el mismo que surgió de un paisaje atrapado por una fotografía en la carretera, el que fue planeado con pintura e hilos, el que fue tejido en la forma ancestral de las artesanas-artistas mexicanas, es parte ahora de la colección de la diseñadora Carmen Rion, quien integra esta prenda como capa, como adorno, como falda… el color de la naturaleza de los Altos de Chiapas en la pasarela. (Ana Luisa Anza)
En el Franz Mayer. Foto: ©Daniel Cruz

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