Cada generación tiene su modernidad: entrevista con Juan Coronel Rivera
¿Es la fotografía una herramienta que solo debe mostrar realidades? Esta pregunta comenzó a resonar en mí cuando llegó a mis manos el más reciente libro de Juan Rafael Coronel Rivera Mentiras: Paisajes Tentativos. En esta publicación se refleja, de acuerdo con Alejandro Castellanos, la capacidad de Coronel para captar la energía, los elementos constructivos y arquitectónicos, transformándolos en imágenes donde podemos identificar los signos que mira el deambular como el flâneur atento que es. La inmediatez de la fotografía le ha permitido capturar con vivacidad de la inmensa potencia visual de la piedra, este elemento primordial, casi invisible de tan cotidiano que está nuestro entorno…
Juan nos habla desde una mentira anunciada, y aun siendo anunciada nos cuesta trabajo
encontrarla en sus imágenes.
Hijo de Rafael Coronel y Ruth Rivera, nacido el 25 de mayo de 1961 en la Ciudad de México, Juan Coronel ha encontrado en las artes un refugio y espacio para expresar sus ideas a través de la fotografía, pero también de la poesía, el ensayo, la historia, la curaduría… y con tantos años de experiencia ha llegado a la conclusión de que “cada generación tiene su modernidad, dentro de esa modernidad lo más importante es discutir todas las apropiaciones que esa generación va teniendo de la realidad que le corresponde. Uno pensaría que el mundo mantiene una igualdad, pero si vemos las primeras fotografías de hace más de 100 años notaremos que todos los periodos son distintos. La realidad que tomo ahora es totalmente distinta a la que tomé por ejemplo hace más de 20 años con mi trabajo de La Plaga”.
Estamos acostumbrados a ver las fotografías como un retrato fidedigno de la realidad, entonces cuando nos presentan paisajes abstractos con barridos, planos fuera de foco o mensajes entre el blanco y el negro entramos en conflicto, pues no es lo que percibimos en nuestra cotidianidad. Juan Coronel nos miente de manera astuta y poética, pues desde el suelo dispara su cámara frente a montículos de tierra para hacernos creer que observamos una enorme montaña, juega con nuestra percepción como juega con los ángulos y perspectivas en sus paisajes.
“A mí me gusta la fotografía que explora, que tiene un sentido sensorial más comprometido con la sociedad, con el individuo que le corresponde. Yo pensaría que la vieja manera y la nueva manera en realidad coexisten. Por ejemplo, en mi caso, yo no me considero ni uno ni otro: me interesa mucho la composición, la estructura visual al interior de la imagen, aunque hay otras cosas que se fueron quitando de la fotografía que me gustan mucho, por ejemplo, ya no es necesario que las imágenes estén en foco, eso me parece maravilloso porque nos lleva a un mundo visual completamente diferente. Yo nunca me inscribí dentro del arte contemporáneo, pasé como al lado, yo pienso que mis imágenes en realidad forman parte de lo post-contemporáneo, es como yo me veo, porque utilizo muchos recursos de los contemporáneos, pero retrato la realidad que tengo afuera”.
Su formación como literario le ha permitido darle este toque narrativo a sus portafolios que ha ido desarrollando desde que empezó a tomar fotografías de manera profesional en 1995: “cuento un pasaje de algo que estoy viendo, en este sentido es la montaña, entonces la exposición inicia con dos arquetipos: un hombre y una mujer que son los creadores, y estos creadores omnipotentes, los dioses, le pasan la sabiduría a los albañiles, pero los albañiles en este sentido están tomados desde la apropiación del orden francés de la masonería, entonces ellos son los que fraguan el mundo, los que construyen el mundo y los que tienen la sabiduría para hacerlo y es por eso que son dos tomas de albañiles unos están haciendo un cráter, que en realidad esta manera en que hacen la mezcla y los otros están cerniendo la arena y están haciendo el primer montículo. Entonces están creando el primer volcán y la primera montaña y de ahí, luego pasamos a una serie de imágenes que son en homenaje a la pirámide y al volcán”.
“Me gustan mucho las ruinas de la humanidad, todas esas ciudades que vamos abandonando y que después rescatamos y restauramos y como todo esto influye en la visión de la modernidad. Hay muchas culturas que no cargan la pirámide como nosotros, nosotros tenemos esta estructura netamente de pasado. Los montículos de tierra son de uso común, pero no se habían reinterpretado hacia esta serie de verlos como la montaña sagrada: apropiarme de esto y darle un sentido de monumentalidad”.
Al preguntarle a Juan qué respuesta esperaba de los lectores de sus imágenes me dijo: “una de las maravillas del arte es que si nosotros presentamos este libro a diez personas en la calle y les preguntamos qué ven, sus respuestas van a ser muy enriquecedoras, y probablemente, vean cosas que yo como autor ni siquiera había percibido: esa es la apropiación del público, muchas veces la experiencia resuelve mejor que la parte
intelectual”.