Alicia Ahumada: caras del norte

Texto y fotos de Alicia Ahumada publicados en el número 10 de la REVISTA CUARTOSCURO (enero-febrero 1995)

En el pueblo de Santo Tomás en el estado de Chihuahua la realidad sumerge a cualquiera en un mundo cambiante, en donde los sucesos cotidianos de este pueblo de mestizos, se unen a aquellos que surgen del intercambio de experiencias con la vida en Estados Unidos. Muchos hombres y mujeres del lugar emigran la mayor parte del año para trabajar en ciudades del vecino país del norte y regresan periódicamente a su tierra de origen para intercambiar experiencias, sensaciones, vivencias. Son y no son los mismos. Marcados por la experiencia migratoria, luchan por conservar lo que más quieren de sus raíces, y se incorporan de la mejor manera posible a un país que los acoge con sus reglas económicas y que los coloca, la mayoría de las veces, al margen del gran confort del llamado american way of life.

Son hombres y mujeres que se marchan por necesidad, en busca de una mejor situación económica, que se instalan en Estados Unidos, pero que siempre regresan con la esperanza de poder capitalizar en su tierra algo del fruto de su esfuerzo. Muchos de sus sueños nunca se pueden concretar y se quedan en ilusiones permanentes.

Protagonistas de una realidad difícil, de una experiencia fundamental en sus vidas, estos hombres y mujeres de Santo Tomás nos muestran varias caras de un fenómeno migratorio que a base de repetirse año con año, década tras década, ilustran el devenir de cientos de mexicanos que como ellos, se enfrentan a las fronteras de dos culturas, de dos formas de vida, de dos clases de sueños.

Este ir y venir, otorga a los santotomaseños un sinnúmero de experiencias que reflejan en una mezcla de formas de vida y costumbres: el comfort estadounidense con la tradición mexicana. No olvidan su origen pero éste tampoco les impide anclarse. El arraigo lo llevan en la sangre y se expresa de forma particular en cada lado de la frontera. Parafraseando a Guillermo Bonfil Batalla, «todos los pueblos tienen cultura, es decir, poseen y manejan un acervo de maneras de entender y hacer las cosas, de vivir, en una palabra, según un esquema que les da un sentido y un significado particulares y que son compartidos por todos los actores sociales.

La producción de la cultura es un proceso incesante, que obedece a factores internos o externos y que se traduce en la creación o la apropiación de bienes culturales de diversa naturaleza (materiales, de organización, de conocimiento, simbólicos, emotivos) que se añaden a los preexistentes o los substituyen, según las circunstancias concretas en cada caso. Así se constituye el patrimonio cultural de cada pueblo, integrado por los objetos culturales que mantienen vigentes, bien sea con sentido y significado originales o bien como parte de su memoria histórica».

México no es por tanto una sociedad culturalmente unificada. La sociedad mexicana actual tiene su origen histórico en la coexistencia durante milenios, de pueblos diferentes que habitaron lo que hoy es el territorio nacional. Más de siete décadas después del triunfo de la Revolución, México sigue siendo un país étnica y culturalmente plural.

Agreguemos a todo esto las influencias recibidas por el constante cruce de mexicanos en la frontera norte. Ello da a esa parte del país una forma de ser y de pensar muy particulares Ante tal diversidad de lenguas, gustos por la música, la comida, formas de vestir, etcétera, más que una identidad cultural unificada, habría que plantearse una identidad común fundada en el respeto por la diversidad. Las formas de hacer y concebir el mundo de unos son diferentes y no mejores o peores que las de los otros.

La intención de este trabajo es hacer una aproximación de la forma de vivir de los norteños, pues lo que sucede en Santo Tomás, ocurre en otros pueblos de México. Este trabajo sólo refleja la vida de muchos mexicanos, que más allá de su realidad cotidiana experimentan una especie de espejismo en Estados Unidos, con condiciones quizá mejores que las de sus paisanos que deciden quedarse en México, pero marginales con relación al resto de la sociedad estadunidense.

Estos trabajadores que fotografío, en su mayoría no son indocumentados, pero el tener permiso de trabajo
-tarjeta verde- no modifica en lo fundamental sus condiciones materiales de vida. El hecho de ser inmigrante en Estados Unidos permea elementos étnico-culturales que cada individuo lleva a considerar en su forma de vida, lo que define y acepta como satisfacciones personales. ¿Qué tan mexicanos se consideran mis paisanos? ¿Cuál es su concepto de mexicanidad? ¿Cómo se definen a sí mismos? Lo verdaderamente complicado empieza a partir de este momento, y espero tener la oportunidad a llegar al final de esta experiencia. No me queda más que finalizar diciendo que los orígenes se traen en la sangre y que la patria son las puertas del cielo.

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