A LA MEMORIA DE CHRIS MARKER
El libro Chris Marker In memoria, publicado por Ambulante Ediciones, la Embajada de Francia y la Cineteca Nacional, abre un panorama que contribuye a delinear, a través de 20 textos, el perfil del el cine-ensayista, poeta, fotógrafo, historiador y artista multimedia, uno de los personajes más atrayentes en la historia de la realización fílmica y aun del arte moderno y contemporáneo.
La obra de Marker tiene amplia importancia y resonancia. Es la faena de un creador desbordado de espíritu modernista. Su manera de percibir el cine y de incidir en su práctica casi no tiene parangón. “Ser moderno es crear su época y no reflejarla”, dijo Marina Tsvetaeva sobre Rilke, y en el caso de Marker estamos hablando de quien aportó resoluciones y nociones para el cine como lo conocemos hoy. Le debemos mucho.
Y precisamente un cineasta importante del contexto actual como Patricio Guzmán reconoce esto. El director chileno figura entre los coautores de este libro con su escrito “Lo que debo a Chris Marker” en el que describe con mucha gratitud la relevancia que tuvo en su carrera el encuentro con autor de La Jette (1962), y la manera en que éste redimensionó el documental El primer año que Guzmán realizó en 1971. Marker lo mejoró haciendo de él una mejor pieza, confiesa el propio director chileno.Marker también auxilió con película virgen para que Patricio Guzmán realizara su cardinal filme La batalla de Chile (1972-1979), uno de los mejores documentales que se conozcan.
Chris Marker era “un hombre muy delgado que hablaba castellano con un acento marciano”, escribe Guzmán.Viajero constante, el cineasta fallecido justo en su cumpleaños 91 hace casi un año,vivió un tiempo en nuestro país. Por escrito plasmó un filme imaginado y titulado Soy México. Chris Marker In memoria retoma este texto dado a conocer en 1967 para ofrecérnoslo en español y reproducido con la diagramación original de las imágenes.
En el cine tenemos ejemplos de brillantes directores que con la pluma por igual supieron o han sabido dar cauce a su genio: Antonioni, Godard, Jarman, Tarkovsky. No hay duda de que Marker se alinea con ellos. En Soy México, dividido en dos partes: Guerra del tiempo y La casa de los muertos, el cineasta invoca los símbolos, los mitos y los fantasmas que colman nuestro imaginario nacional y nuestra historia como nación: La Malinche, Emiliano Zapata, Maximiliano, la Revolución, la Semana Santa, el Día de Muertos, etcétera.
De Marker es sabida su comprometida conciencia social, su ética contestataria con la que articuló un discurso denunciatorio del poder y que le dio originalidad a su obra. Para constatar esto, no hay que omitir su sensibilidad ante la figura de los pueblos ancestrales y que queda de manifiesto en su ensayo: “Entre todas las máscaras y falsos pretextos de la vida mexicana, el regreso a cierta verdad, a cierta humanidad, coincide siempre con el regreso al indio, a este indio cuya figura vaga e idealizada está en el horizonte del sueño mexicano como está en el origen”.
En su colaboración para este volumen “El largo verano rojo de la revolución mundial”, Carlos Bonfil nos hace notar al Marker crítico de lo social, “cronista puntual de un impulso combativo”. Por su parte, Mark Cousins, a quien muchos ubican por su serie La historia del cine que se vio hace no mucho por Canal 22, comparte una correspondencia con este cineasta cuyos filmes, video e instalaciones brillan por su observación/extracción del significado de imágenes y su irrevocable caducidad. En respuesta a una carta enviada por Cousins, Marker compartió la idea (y la nostalgia) de que las imágenes perecen, son siempre registro de lo que ya no es. Y en ese sentido, un filme es aprehensión de tiempo y espacio de aquello que se ha ido.
El escrito de Jem Cohen, “El búho entre las ruinas”, devela un poco al personaje apartado del entorno público; el Marker que se negaba a presentar sus películas en persona, que casi no daba entrevistas y no le gustaba ser fotografiado. De forma interesante, Cohen lo compara con Walter Benjamin y W.G. Sebald hablando de ellos como nuestro grandes “fragmentistas”, cuyas obras horadan nuestra historia.
Visto por Philippe Dubois como el más célebre de los cineastas desconocidos, Marker ocupa un sitio primordial entre los cine-ensayistas, al lado de Jean-Luc Godard y por encima de Agnès Varda o Trinh T. Minh-ha. Autores y autoras que se valen del cine de vanguardia y las prácticas documentalistas para ofrecer en todo momento un cine de ideas. De hecho, la obra de Chris Marker, de carácter fundador y original, no nos permite considerarlo sólo como un cineasta, obliga a redefinir el propio término de director de cine.
Chris Marker In memoria parece una prolongación por escrito de la pieza multimedia que el autor realizó a finales de los noventa y que tituló Im memory, en la que traza una ruta de más de 20 horas a través del recuerdo, el cine, la música, la fotografía, la literatura y la guerra. Un itinerario en el que queda de manifiesto que se reescribe la memoria al igual que se reescribe la historia. Chris Marker In memoria nos sirve para atravesar con paso poco más firme ese andamiaje (interior) markeriano que nos insiste en asumir la(s) imagen(es)como reescritura de la memoria, como una travesía por la espiral del tiempo.
ARO