AGUA RODADA


Allá está hecha vapor, atravesada apenas por esa raya que los motores dejan como rasgando el paisaje celeste.
Allá está hecha neblina, tratando de apartar a nuestros ojos del paisaje, como velo que oscurece, como velo que pretende no permitir la visión de un matorral, de un cerro, de un cultivo.
Allá está transformada en esa pasta blanca que sentimos lejana, a menos que en lugar de nieva se convierta en la helada del campo o en el aguanieve que acecha las montañas altas de nuestra geografía.
Allá está transformada en las gotas que golpean parabrisas, ventanas, paraguas, cabezas, como un recordatorio de su presencia gloriosa.
Allá está finalmente enorme, en toda la plenitud de un mar inmenso, devorando las playas, invitando al sueño, rugiendo en el vaivén.
El libro Agua rodada, de Gonzalo Pérez, editado por el Instituto Tlaxcalteca de Cultura y Arte Tequitqui AC apenas hace menos de dos meses, es una invitación a contemplarla, a ella, al agua, la que está en todas partes. Es una invitación a tomar esa silla que espera al asistente que habrá de ver su andar.

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