Ecos de la memoria: la fotografía en el Día de Muertos
Texto por Daniel Yáñez
Cada año, el Día de Muertos se erige como una de las celebraciones más anheladas en el corazón de México, un tiempo en el que la distancia entre lo vivo y lo ausente se disuelve. Es un momento en que los recuerdos de familiares, amigos y mascotas queridas emergen de las sombras, y un lazo sutil se teje entre dos mundos. El ambiente se transforma, y el aire se llena de fragancias que evocan la esencia de la vida: flores de cempasúchil, incienso danzando en el viento, el festín dispuesto en ofrendas, la cera derretida y la tierra de los panteones, todo se entrelaza en un canto de reverencia.
Los fotógrafos de México, como guardianes de esta tradición, inmortalizan los ecos de esta festividad, registrando su evolución a través del tiempo. Graciela Iturbide, con su serie sobre el Día de Muertos en Chalma, revela la celebración de la muerte en rincones poco visitados, mientras que los fotógrafos de Cuartoscuro se dedican a capturar la magia que brota en cada rincón de la celebración.
La travesía del Día de Muertos comenzó con la mirada de Andrea Murcia, quien retrató los campos de cempasúchil en Xochimilco, donde las flores se visten de tristeza por las lluvias. Otros siguen su estela, desde la recolección de la flor hasta su viaje hacia las ofrendas, como lo hizo Crisanta Espinosa, quien pintó con su lente los campos naranjas de Tenango, donde hombres y mujeres cosechan la memoria.
Recientemente, fotógrafos de Cuartoscuro, diseminados por todo el país, han buscado captar la esencia viva de esta celebración. En lugares como Mixquic y Tláhuac, donde las tradiciones laten con fuerza, sus imágenes revelan calles adornadas con figuras gigantes de cartonería, vistas a través de la mirada sensible de Graciela López.
Las escenas también dan vida al proceso de creación del pan de muerto, inmortalizado por Carlos Alberto Carbajal, y al misticismo que envuelve los panteones en Oaxaca, donde la sombría belleza ilumina los rostros de quienes cuidan a sus seres queridos, tal como Carolina Jiménez captura en sus fotografías.
Cada rincón de estas fechas está salpicado de imágenes que hablan del Día de Muertos. El trabajo de Cuartoscuro se erige como un valioso testimonio visual, un legado que muestra cómo esta tradición evoluciona y perdura. Cada fotógrafo aporta su visión única, ofreciendo a los espectadores una mirada singular a esta festividad que abraza la memoria. En resonancia con las palabras de Macario: «Hay que tener consideraciones con los muertos, porque pasamos mucho más tiempo muertos que vivos.»