Arno Brehme: Arte innato y dominio de la técnica
Texto y fotos publicados en el número 124 de la revista cuartoscuro (febrero-marzo 2014)
Texto: Isaura Oseguera
Arno Brehme, quien vino al mundo el 2 de diciembre de 1914 en la Ciudad de México. Hijo del reconocido fotógrafo alemán Hugo Brehme, Arno siempre estuvo cerca de todo lo relacionado con la fotografía: desde el estudio, el laboratorio, la venta de postales y álbumes, el archivo fotográfico, las exposiciones, el trato con fotógrafos extranjeros -Edward Weston, Tina Modotti, Anton Bruehl, Paul Strand, Henri Cartier Bresson- y su manera de ver y hacer, hasta la publicación de uno de los libros de fotografía más importantes del siglo XX, México pintoresco, obra de Hugo Brehme.
El viaje a Alemania en sus primeros años -durante el cual estuvo en contacto con lo publicado por los periódicos y las revistas alemanas en esa época—, su gusto por el dibujo y lo vivido al lado de su padre, lo estimularon a seguir con el oficio paterno. Al terminar la educación secundaria, Hugo lo alentó para estudiar durante dos años la carrera que ofrecía la Escuela de Fotografía en Münich, donde cursó el Programa Fotográfico y el de Técnica Cinematográfica, de 1931 y hasta principios de 1933.
La influencia del movimiento conocido como Nueva visión, tanto en la fotografía como en el cine, se vivía en esos años en toda Alemania y, aunque Münich no era la excepción, lo cierto es que su enseñanza era demasiado teórica: Arno recordaba que en uno de sus cursos de cine jamás le dejaron usar la cámara, mucho menos filmar algo. Su aprendizaje alemán consistió, más que teoría, en una forma distinta de ver el mundo, la cual traía consigo un cambio estético en el lenguaje de las imágenes con el uso de gran variedad de recursos estilísticos.
Para la década de 1940, los conocimientos adquiridos en Alemania por el joven Brehme se reforzaron con la práctica constante en el estudio de su padre. En una carta escrita en 1946 a su sobrina, Hugo platicaba cómo Arno se había vuelto una gran ayuda para él, pues tomaba todas las fotos en el negocio y «lo hace con tanta destreza, que a menudo tiene exceso de trabajo».
Pese al significativo volumen laboral que tenían los Brehme, el nacimiento del volcán Paricutín en Michoacán en 1943 hizo que Arno realizara diversos y muy fructíferos viajes para registrar el importante acontecimiento de la naturaleza. Apasionados del montañismo y de las excursiones, tanto Hugo como Arno no podían dejar pasar la oportunidad de fotografiar al imponente volcán.
Fueron aproximadamente 300 imágenes las que tomó en distintos formatos, realizando toda clase de experimentos, como tomar algunas fotos del volcán con dobles y triples exposiciones. Tomó también series de fotografías de los habitantes de San Juan Parangaricutiro y, años después, en septiembre de 1948, complementó su registro gráfico con el texto “La historia de un volcán”, publicado en la revista suiza Atlantis.
A partir de los años cincuenta, su trabajo fue publicado en la revista Mañana, con reportajes tan diversos como la vida en la Sierra Tarahumara y la pintura mural de Diego Rivera, o haciendo la publicidad, como la realizada para el flamante fraccionamiento del Pedregal, al sur de la ciudad de México. También colaboró durante muchos años con la revista Caminos de México, de la Compañía Hulera Goodrich Euzkadi, lo que le permitió viajar por todo el país para dar una idea de los distintos sitios turísticos a los que se podía llegar por carretera, destacando la arqueología y la arquitectura de cada lugar. De igual manera, fue autor de varios ejercicios documentales sobre una tabacalera y una fábrica de hilados y tejidos en Veracruz, una maderera en Yucatán, el complejo Pemex en Salina Cruz, Oaxaca, y distintos lugares emblemáticos de Monterrey, por nombrar algunos.
La década de los sesenta fue muy productiva. Además de publicar cada vez más en revistas especializadas como Arquitectos de México, editada por los arquitectos Manuel González Rul y Jorge Gleason Peart, así como en Life en Español o Reader’s Digest, entre otras, su creciente trabajo en campañas publicitarias lo llevó a consolidar muchos éxitos.
El inba le organizó la exposición “El arte fotográfico de Arno Brehme”, la cual se inauguró en julio de 1963 en la Sala Internacional del Palacio de Bellas Artes, con una muestra de sus obras más experimentales. Su talento y versatilidad se observaron en cada una de las 101 piezas que expuso: paisajes naturales y construidos, retratos y una variedad de objetos cotidianos transformados en obras de arte a través de composiciones abstractas, manipu- lación de escalas, texturas y movimientos, con las que hizo gala de toda la destreza técnica y artística que poseía.
En 1966, debido a su fama, prestigio y la enorme cantidad de trabajo que tenía para ese entonces, mudó su estudio fotográfico a la periferia de la ciudad, en la colonia Lomas Altas, por Constituyentes, construido éste con los requerimientos físicos y técnicos para producir fotografía comercial y publicitaria a gran escala.
El último capítulo fotográfico de su vida lo dedicó al amor que sentía por la naturaleza. En 1975 fue invitado por Ricardo Mier Ayala y otros ecologistas para fundar, en la Universidad Autónoma de Nuevo León, la revista Supervivencia, publicación fruto de la asociación civil Bioconservación. Entre otras actividades para crear conciencia entre la población, organizaron una campaña de responsabilidad social. Además del arte fotográfico de la re- vista, Arno estaba a cargo del diseño y la fotografía de los carteles de la campaña, mismos que eran las contraportadas de cada número de la publicación, y en las que se ponía énfasis en el impacto ambiental y social del crecimiento desmedido de la población. Se retiró de la fotografía en 1981 y falleció en la ciudad de México en 1990.
Fotógrafo versátil que abarcó todas las ramas de la profesión —desde la publicitaria y arquitectónica hasta la documental y experimental— Arno Brehme no sólo “heredó” los clientes de su padre, sino que él mismo reunió un largo listado de empresas, agencias de publicidad, instituciones públicas y privadas, así como de personas que buscaban sus ser- vicios. Sin embargo, tal vez por el peso del nombre de su padre y porque el estudio siem- pre fue conocido como “Foto Brehme”, pasó mucho tiempo antes de que se reconociera su prolífica trayectoria.
Hace ya 14 años que tuve mi primer acerca- miento a la obra de este extraordinario autor y, desde entonces, sigo descubriendo la crea- tividad, la innovación y la destreza técnica que se aprecia en el conjunto de su trabajo, el cual todavía tiene mucho que decirnos