La Bestia. Fotografía de Isabel Muñoz
¿Qué es un migrante centroamericano en la frontera sur de México?¿Un desempleado a la caza de un trabajo?, ¿alguien desesperado en medio de la pobreza?,¿un delincuente en plena huída?,¿una madre y sus hijos en busca de su padre?, ¿un negocio a explotar por el crimen organizado?, ¿un blanco para los asaltantes?¿una cifra de mortandad?, ¿una mala nota para un político? …
Ante el cúmulo de interrogantes que surgieron cuando la fotógrafa Isabel Muñoz (Barcelona, 1951) tuvo conocimiento de la situación de los migrantes centroamericanos en la frontera sur de México —luego de realizar el trabajo fotográfico con los Maras en El Salvador— decidió involucrarse más en esta cotidianidad “inhumana”, y como resultado tras dos años de labor presenta: La Bestia, trabajo fotográfico que forma parte del proyecto en red Migraciones: Mirando al Sur
La exposición que se inaugura el sábado 11 de septiembre a las 13:00 horas en el Centro Cultural de España (Guatemala 18, Centro Histórico) está integrada por tres bloques: el primero es un reportaje en impresiones a color que da cuenta del trayecto de los centroamericanos en la frontera sur; el segundo, es una serie de retratos que “son las historias de los emigrantes” porque aunque los migrantes no tienen papeles y parecen no tener derechos, comenta Isabel Muñoz, “son seres humanos y existen”. La tercera parte es de objetos, “creo en los objetos y me di cuenta que todo los emigrantes siempre llevan alguno, quizá un pequeño papel en el que se lee ‘flaquito, te amamos’, y que a lo mejor lo ha escrito su mujer, su hija, pero es algo que un asaltante o violador nos les quitaría”.
El trabajo de Muñoz se ha caracterizado por el retrato de seres humanos, realizado con sumo cuidado técnico y estético para mostrarlos en diversas manifestaciones culturales, pero sobre todo para mostrar el lenguaje corporal y de la piel a través del baile, los adornos y tatuajes. El reto mayor en el tema de los migrantes fue retratarlos en el recorrido que hacían montados en ese tren, llamado Bestia, que ni Juan José Arreola con toda su malicia literaria pudo imaginar pese a las maravillas de los convoyes que describe en su “Guardagujas”.
Inicialmente Muñoz pensaba en un trabajo sobre mujeres; las primeras referencias de migrantes centroamericanos era precisamente el caso de mujeres que debían tomar la pastilla anticonceptiva durante el trayecto por las violaciones recurrentes. Pero esto que de entrada es terrible representó solamente destapar la cloaca. A partir de ahí empezó un trayecto de claroscuros extremos.
“Necesitaba alguien que me metiera dentro de este mundo porque es un tema serio. Mi tipo de fotografía es otro. Un fotógrafo amigo, Roberto Janero, conocía a Oscar Martínez y Carlos Martínez, dos periodistas salvadoreños que llevan mucho tiempo en México y conocen bien el tema de migración, hable con ellos, les propuse el proyecto y bajamos a la frontera.
“A medida que me iba metiendo en tema descubrí que esas personas son las grandes olvidadas, descubrí qué sienten, qué sufren, qué padecen. En esa zona de México, que paradójicamente es maravillosa, pude encontrar lo más horrible del ser humano y al mismo tiempo lo más maravilloso. Me planteé contarlo a través del viaje en esa Bestia, que ciega vidas, no respeta, no para, donde se viola, se asalta, se mata, se traiciona, donde también hay unas historias maravillosas, porque las personas se enamoran, y pensé contarlo también a través de las relaciones humanas, esas que surgen en ese corto trayecto en medio de toda esa desolación.”
Hondureños en su mayoría, salvadoreños, nicaragüenses y hasta un japonés, fueron los migrantes que encontró Muñoz en las tres visitas, de tres semanas cada una, que realizó en dos años para contar una parte de esta historia de múltiples crisoles.
Las imágenes tomadas por Muñoz se centran dentro de la frontera sur de México “porque me pareció que eran los grandes olvidados, empezamos por el Río Suchiate, quería contar cómo cruzan, qué pasa en Tapachula, los albergues; luego Arriaga, donde el huracán barrió más de 160 kilómetros de vía, trayecto que los migrantes ahora tienen que recorrer a pie, y en el que son víctimas de todo tipo de extorsiones por parte de asaltantes, violadores. Todo el mundo se aprovecha del inmigrante.»
“Luego fuimos de Arriaga a Ixtepec —uno de los trayectos en tren—, nos montamos en una bestia, luego esperamos con los migrantes, fotografiamos en el mismo lugar, quisimos hacer el recorrido a Medias Aguas, pero a medida que toma más fuerza, La Bestia es como una marabunta que se va infiltrando y tuvimos suerte, gracias al corresponsal de El País, Pablo Ordaz, que habló con los maquinistas para parar en Matías Romero y tirarnos del tren porque había cuatro asaltantes, las otras personas que nos vieron lo hicieron también”.
El problema de La Bestia, continúa Isabel Muñoz, es que es un tren de mercancía y nunca para: “Hay una cotidianidad que parece surrealista”, y mientras la fotógrafa cuenta es inevitable la conexión con Arreola: “Nunca se sabe cuándo llega el tren, son esperas maravillosas, y si llega el tren, entonces: ¿me podré montar o no? Son trenes que no paran y muchos inmigrantes se pierden en el camino y nunca más vuelven a aparecer”. Pero luego viene esa parte tremendamente oscura y horrorosamente real: “Ya no son sólo violaciones, secuestros y extorsiones dentro del tren; una madre que llevaba a sus hijos por coger a uno, suelta al otro, quiso aventarse por él y no la dejaron, el tren no para, llega adonde tiene que llegar y es testigo de lágrimas y esperanzas de toda esa gente”.
Shoock, shoock, shoock, Isabel Muñoz escucha, es el sonido del tren que se acerca, es como una bestia, que pasa por paisajes “maravillosos” de “una paz inigualable”, pero son el “cementerio donde las bandas trabajan, violan, matan y extorsionan a los inmigrantes”.
“He visto casos terribles. Un niño, que parecía de 12 ó 13 años, huía de su país por cometer un asesinato en defensa propia. Nos dijo que si la migra lo agarraba se tiraba del tren. Lo reencontramos meses después, ya no parecía un niño sino un hombre de más de veinte años o un ser humano al que acababan de violar en la frontera. Y cómo buscaba el amor dentro de su camino para demostrarse que seguía siendo hombre tras haber sufrido esa vejación. Después de un año estaba enfermo de Sida. Vi mujeres denunciar que habían sido violadas, y al violador horas después caminando y retando a la cámara. He visto abusos de todo tipo».
Y sobre uno de los acontecimientos más reciente ocurridos en México, el asesinato de 72 centroamericanos a manos del crimen organizado, Isabel Muñoz aclara que no le corresponde a ella juzgar, pero como observadora de la realidad expresa: “eso pasa ahí desde que yo llegué en 2008. Las personas sabían, los precios van subiendo. Lo que es horrible es que ahora el tráfico sea de humanos. Escuchamos de todo, testimonios tremendos, está muy bien que se de a conocer esto para poder luchar en contra de esto que pasa, y puede pasar en otro país. No sólo en México, el mundo entero tiene que mirar y saber lo que pasa”
¿Quienes tienen una cámara en la mano y una vitrina para poder mostrar esto tienen responsabilidad?
—Yo creo que sí. Me considero privilegiada de poder ser testigo y gritarlo, tanto como en imágenes como escribiendo o de boca a boca, o a través de la televisión, porque esas cosas se tienen que conocer para combatirlas.
¿La foto tiene poder de menguar eso?
—Claro, la fotografía tiene poder para conmover, como lo tiene para hablar de sentimientos. La foto deja testimonio de lo que pasó y creo en el poder de la imagen. Los problemas son muy grandes, pero si no los vas arreglando poquito a poco, nunca se resuelve el gran problema. Cada uno podemos poner de nuestra parte para intentar, por un lado, dar a conocer, para que las personas que puedan hacer algo directamente lo hagan.
¿Qué es o qué requisito debe cumplir el “neo documentalismo»?
—Toda la fotografía es documental porque estás documentando. Eso de poner etiquetas no me gusta, lo que diría es: cada uno tiene su forma de contar eso que le emociona y que le está llegando. Hay personas que tienen una forma documental, estrictamente hablando, de contarlo, y hay otras que se dan a la tarea de investigar, otras que se van con cuestiones más estéticas, pero finalmente están contando. Para mí lo que hacemos es documentar y contar algo que te llega. Lo que importa es que lo que haces pase por el corazón y luego lo puedas compartir, lo hagas de una forma u otra, lo que importa es que seas honesto contigo mismo.
¿Qué te queda después de este trabajo realizado en México?
—Queda rabia y más conocimiento sobre el ser humano. Llevo mucho tiempo contando cómo somos y eso somos: una parte maravillosa y otra muy oscura.
¿Cambió tu visión sobre México?
—No ha cambiado, un hecho aislado no habla del todo. No me cambió la visión que tengo de México ni del ser humano.
Ante el cúmulo de interrogantes que surgieron cuando la fotógrafa Isabel Muñoz (Barcelona, 1951) tuvo conocimiento de la situación de los migrantes centroamericanos en la frontera sur de México —luego de realizar el trabajo fotográfico con los Maras en El Salvador— decidió involucrarse más en esta cotidianidad “inhumana”, y como resultado tras dos años de labor presenta: La Bestia, trabajo fotográfico que forma parte del proyecto en red Migraciones: Mirando al Sur
La exposición que se inaugura el sábado 11 de septiembre a las 13:00 horas en el Centro Cultural de España (Guatemala 18, Centro Histórico) está integrada por tres bloques: el primero es un reportaje en impresiones a color que da cuenta del trayecto de los centroamericanos en la frontera sur; el segundo, es una serie de retratos que “son las historias de los emigrantes” porque aunque los migrantes no tienen papeles y parecen no tener derechos, comenta Isabel Muñoz, “son seres humanos y existen”. La tercera parte es de objetos, “creo en los objetos y me di cuenta que todo los emigrantes siempre llevan alguno, quizá un pequeño papel en el que se lee ‘flaquito, te amamos’, y que a lo mejor lo ha escrito su mujer, su hija, pero es algo que un asaltante o violador nos les quitaría”.
El trabajo de Muñoz se ha caracterizado por el retrato de seres humanos, realizado con sumo cuidado técnico y estético para mostrarlos en diversas manifestaciones culturales, pero sobre todo para mostrar el lenguaje corporal y de la piel a través del baile, los adornos y tatuajes. El reto mayor en el tema de los migrantes fue retratarlos en el recorrido que hacían montados en ese tren, llamado Bestia, que ni Juan José Arreola con toda su malicia literaria pudo imaginar pese a las maravillas de los convoyes que describe en su “Guardagujas”.
Inicialmente Muñoz pensaba en un trabajo sobre mujeres; las primeras referencias de migrantes centroamericanos era precisamente el caso de mujeres que debían tomar la pastilla anticonceptiva durante el trayecto por las violaciones recurrentes. Pero esto que de entrada es terrible representó solamente destapar la cloaca. A partir de ahí empezó un trayecto de claroscuros extremos.
“Necesitaba alguien que me metiera dentro de este mundo porque es un tema serio. Mi tipo de fotografía es otro. Un fotógrafo amigo, Roberto Janero, conocía a Oscar Martínez y Carlos Martínez, dos periodistas salvadoreños que llevan mucho tiempo en México y conocen bien el tema de migración, hable con ellos, les propuse el proyecto y bajamos a la frontera.
“A medida que me iba metiendo en tema descubrí que esas personas son las grandes olvidadas, descubrí qué sienten, qué sufren, qué padecen. En esa zona de México, que paradójicamente es maravillosa, pude encontrar lo más horrible del ser humano y al mismo tiempo lo más maravilloso. Me planteé contarlo a través del viaje en esa Bestia, que ciega vidas, no respeta, no para, donde se viola, se asalta, se mata, se traiciona, donde también hay unas historias maravillosas, porque las personas se enamoran, y pensé contarlo también a través de las relaciones humanas, esas que surgen en ese corto trayecto en medio de toda esa desolación.”
Hondureños en su mayoría, salvadoreños, nicaragüenses y hasta un japonés, fueron los migrantes que encontró Muñoz en las tres visitas, de tres semanas cada una, que realizó en dos años para contar una parte de esta historia de múltiples crisoles.
Las imágenes tomadas por Muñoz se centran dentro de la frontera sur de México “porque me pareció que eran los grandes olvidados, empezamos por el Río Suchiate, quería contar cómo cruzan, qué pasa en Tapachula, los albergues; luego Arriaga, donde el huracán barrió más de 160 kilómetros de vía, trayecto que los migrantes ahora tienen que recorrer a pie, y en el que son víctimas de todo tipo de extorsiones por parte de asaltantes, violadores. Todo el mundo se aprovecha del inmigrante.»
“Luego fuimos de Arriaga a Ixtepec —uno de los trayectos en tren—, nos montamos en una bestia, luego esperamos con los migrantes, fotografiamos en el mismo lugar, quisimos hacer el recorrido a Medias Aguas, pero a medida que toma más fuerza, La Bestia es como una marabunta que se va infiltrando y tuvimos suerte, gracias al corresponsal de El País, Pablo Ordaz, que habló con los maquinistas para parar en Matías Romero y tirarnos del tren porque había cuatro asaltantes, las otras personas que nos vieron lo hicieron también”.
El problema de La Bestia, continúa Isabel Muñoz, es que es un tren de mercancía y nunca para: “Hay una cotidianidad que parece surrealista”, y mientras la fotógrafa cuenta es inevitable la conexión con Arreola: “Nunca se sabe cuándo llega el tren, son esperas maravillosas, y si llega el tren, entonces: ¿me podré montar o no? Son trenes que no paran y muchos inmigrantes se pierden en el camino y nunca más vuelven a aparecer”. Pero luego viene esa parte tremendamente oscura y horrorosamente real: “Ya no son sólo violaciones, secuestros y extorsiones dentro del tren; una madre que llevaba a sus hijos por coger a uno, suelta al otro, quiso aventarse por él y no la dejaron, el tren no para, llega adonde tiene que llegar y es testigo de lágrimas y esperanzas de toda esa gente”.
Shoock, shoock, shoock, Isabel Muñoz escucha, es el sonido del tren que se acerca, es como una bestia, que pasa por paisajes “maravillosos” de “una paz inigualable”, pero son el “cementerio donde las bandas trabajan, violan, matan y extorsionan a los inmigrantes”.
“He visto casos terribles. Un niño, que parecía de 12 ó 13 años, huía de su país por cometer un asesinato en defensa propia. Nos dijo que si la migra lo agarraba se tiraba del tren. Lo reencontramos meses después, ya no parecía un niño sino un hombre de más de veinte años o un ser humano al que acababan de violar en la frontera. Y cómo buscaba el amor dentro de su camino para demostrarse que seguía siendo hombre tras haber sufrido esa vejación. Después de un año estaba enfermo de Sida. Vi mujeres denunciar que habían sido violadas, y al violador horas después caminando y retando a la cámara. He visto abusos de todo tipo».
Y sobre uno de los acontecimientos más reciente ocurridos en México, el asesinato de 72 centroamericanos a manos del crimen organizado, Isabel Muñoz aclara que no le corresponde a ella juzgar, pero como observadora de la realidad expresa: “eso pasa ahí desde que yo llegué en 2008. Las personas sabían, los precios van subiendo. Lo que es horrible es que ahora el tráfico sea de humanos. Escuchamos de todo, testimonios tremendos, está muy bien que se de a conocer esto para poder luchar en contra de esto que pasa, y puede pasar en otro país. No sólo en México, el mundo entero tiene que mirar y saber lo que pasa”
¿Quienes tienen una cámara en la mano y una vitrina para poder mostrar esto tienen responsabilidad?
—Yo creo que sí. Me considero privilegiada de poder ser testigo y gritarlo, tanto como en imágenes como escribiendo o de boca a boca, o a través de la televisión, porque esas cosas se tienen que conocer para combatirlas.
¿La foto tiene poder de menguar eso?
—Claro, la fotografía tiene poder para conmover, como lo tiene para hablar de sentimientos. La foto deja testimonio de lo que pasó y creo en el poder de la imagen. Los problemas son muy grandes, pero si no los vas arreglando poquito a poco, nunca se resuelve el gran problema. Cada uno podemos poner de nuestra parte para intentar, por un lado, dar a conocer, para que las personas que puedan hacer algo directamente lo hagan.
¿Qué es o qué requisito debe cumplir el “neo documentalismo»?
—Toda la fotografía es documental porque estás documentando. Eso de poner etiquetas no me gusta, lo que diría es: cada uno tiene su forma de contar eso que le emociona y que le está llegando. Hay personas que tienen una forma documental, estrictamente hablando, de contarlo, y hay otras que se dan a la tarea de investigar, otras que se van con cuestiones más estéticas, pero finalmente están contando. Para mí lo que hacemos es documentar y contar algo que te llega. Lo que importa es que lo que haces pase por el corazón y luego lo puedas compartir, lo hagas de una forma u otra, lo que importa es que seas honesto contigo mismo.
¿Qué te queda después de este trabajo realizado en México?
—Queda rabia y más conocimiento sobre el ser humano. Llevo mucho tiempo contando cómo somos y eso somos: una parte maravillosa y otra muy oscura.
¿Cambió tu visión sobre México?
—No ha cambiado, un hecho aislado no habla del todo. No me cambió la visión que tengo de México ni del ser humano.
ANASELLA ACOSTA NIETO
wow esta genial
Me molesta la situacion en la que estan pasando todos estos seres que lo unico que buscan es una mejor opcion de vida, y me averguenzo de esos abusivos , covardes, y criminales mal paridos, que roban, violan y asesinan.
Y lo peor es el descaro del presidente cuando pide se «respete» a los migrantes mexicanos, cuando alla hay cero proteccion para estos!, o no?
Felicitaciones a todos aquellos que arriesgan su vida sacando a la luz reportajes como estos!.