DEL PAPEL A LA IMAGEN
Y el dibujo se hizo fotografía. Los trazos en la página de una libreta se convierten en vecindades donde los personajes se mueven como si la realidad continuara más allá de los escasos metros del set cinematográfico.
Las líneas que nos muestran la grandiosa elegancia de la casa familiar de un drama de la época de oro del cine mexicano, dan pie a las engargoladas escaleras y columnas onmipresentes en películas que llevamos tatuadas en la memoria.
El dibujo al carbón o en acuarela de la cama en la que el macabro personaje hará posar a la inocente víctima, se convierte en el objeto que vemos fotografiado en tantas y tantas cintas de terror.
Mucho antes de que se inicie el rodaje y los protagonistas deambulen por espacios -esos, los que dan la atmósfera a la filmación-, hay un enorme trabajo de los escenógrafos y directores de arte que, con su imaginación, plasman en nuestra memoria escenas específicas de una película que no podemos deslindar de todo aquello que la compone: no vemos a Sara García llorando el abandono de uno de sus hijos sin rememorar la mesa del comedor donde vierte sus lágrimas, como tampoco podemos concebir al Tin Tan de «Las mil y una noches» sin el palacio árabe que se asoma por la ventana.
Era hora de hacer un recorrido al trabajo de estos artífices de atmósferas cuya labor, quizá más discreta, quizá menos reconocida, ha dado un carácter distintivo al cine del país.
La publicación «Hacia la recuperación de una plástica perdida: Escenógrafos y directores de arte del cine mexicano», de la investigadora e historiadora de arte Elisa Lozano, estará próximamente disponible para su consulta en línea como un libro interactivo en el que podrán leerse historias y análisis pero también escucharse las entrevistas con los exponentes más grandes de este arte.
Se trata de la recuperación y el análisis crítico del trabajo de cuatro generaciones de escenógrafos, para ofrecer al lector un panorama histórico de un oficio esencial en el diseño y construcción visual de un film, dice la autora al describir el proyecto.
El estudio se limita a los escenógrafos y directores de arte nacionales y extranjeros participantes en largometrajes de ficción filmados en México durante el periodo que inicia en 1931, con la instauración definitiva en México del sistema de grabación de sonido directo con lo que comienzan a definirse los oficios y responsabilidades de cada miembro del equipo técnico, lo que no sucedía en la era silente.
«La escenografía fílmica mexicana ha sido diseñada por un grupo ecléctico formado por dibujantes, arquitectos, ingenieros, decoradores, artistas plásticos, autodidactas, y desde los años ochenta del siglo pasado, por egresados de las escuelas de cine y licenciaturas afines, como historia del arte, comunicación gráfica y diseño», explica. «Eso da como resultado una gran riqueza plástica, que la convierte en un objeto de estudio fascinante.
Indica que, como demuestra la revisión historiográfica, el proceso de producción escenográfica ha sido casi ignorado por los especialistas en cine mexicano, quizá porque a excepción de la fuente fílmica son escasos los materiales originales que sobreviven, como bocetos, apuntes, anotaciones, dibujos o maquetas, útiles para observar el desarrollo o evolución del proceso creativo, desde los primeros esbozos surgidos luego de la lectura del guión, hasta el proyecto final aprobado por el productor y el director.
Pero Lozano decidió adentrarse en ese poco explorado terreno -hasta ahora reducido a unos cuantos artículos y capítulos asilados en libros- para inventar una metodología propia que incorpora y analiza fuentes fílmicas, biblio-hemerográficas, gráficas, fonográficas y, sobre todo, testimoniales: 25 entrevistas realizadas a los escenógrafos y directores de arte contemporáneos, así como a los hijos y nietos de los escenógrafos de la “época de oro”, historiadores y críticos de cine.
Elisa Lozano es investigadora y curadora. El libro electrónico que está por salir se realizó con una beca de Fomento y Coinversión del FONCA, y con el apoyo de Correcamara.com
(Ana Luisa Anza)
Las líneas que nos muestran la grandiosa elegancia de la casa familiar de un drama de la época de oro del cine mexicano, dan pie a las engargoladas escaleras y columnas onmipresentes en películas que llevamos tatuadas en la memoria.
El dibujo al carbón o en acuarela de la cama en la que el macabro personaje hará posar a la inocente víctima, se convierte en el objeto que vemos fotografiado en tantas y tantas cintas de terror.
Mucho antes de que se inicie el rodaje y los protagonistas deambulen por espacios -esos, los que dan la atmósfera a la filmación-, hay un enorme trabajo de los escenógrafos y directores de arte que, con su imaginación, plasman en nuestra memoria escenas específicas de una película que no podemos deslindar de todo aquello que la compone: no vemos a Sara García llorando el abandono de uno de sus hijos sin rememorar la mesa del comedor donde vierte sus lágrimas, como tampoco podemos concebir al Tin Tan de «Las mil y una noches» sin el palacio árabe que se asoma por la ventana.
Era hora de hacer un recorrido al trabajo de estos artífices de atmósferas cuya labor, quizá más discreta, quizá menos reconocida, ha dado un carácter distintivo al cine del país.
La publicación «Hacia la recuperación de una plástica perdida: Escenógrafos y directores de arte del cine mexicano», de la investigadora e historiadora de arte Elisa Lozano, estará próximamente disponible para su consulta en línea como un libro interactivo en el que podrán leerse historias y análisis pero también escucharse las entrevistas con los exponentes más grandes de este arte.
Se trata de la recuperación y el análisis crítico del trabajo de cuatro generaciones de escenógrafos, para ofrecer al lector un panorama histórico de un oficio esencial en el diseño y construcción visual de un film, dice la autora al describir el proyecto.
El estudio se limita a los escenógrafos y directores de arte nacionales y extranjeros participantes en largometrajes de ficción filmados en México durante el periodo que inicia en 1931, con la instauración definitiva en México del sistema de grabación de sonido directo con lo que comienzan a definirse los oficios y responsabilidades de cada miembro del equipo técnico, lo que no sucedía en la era silente.
«La escenografía fílmica mexicana ha sido diseñada por un grupo ecléctico formado por dibujantes, arquitectos, ingenieros, decoradores, artistas plásticos, autodidactas, y desde los años ochenta del siglo pasado, por egresados de las escuelas de cine y licenciaturas afines, como historia del arte, comunicación gráfica y diseño», explica. «Eso da como resultado una gran riqueza plástica, que la convierte en un objeto de estudio fascinante.
Indica que, como demuestra la revisión historiográfica, el proceso de producción escenográfica ha sido casi ignorado por los especialistas en cine mexicano, quizá porque a excepción de la fuente fílmica son escasos los materiales originales que sobreviven, como bocetos, apuntes, anotaciones, dibujos o maquetas, útiles para observar el desarrollo o evolución del proceso creativo, desde los primeros esbozos surgidos luego de la lectura del guión, hasta el proyecto final aprobado por el productor y el director.
Pero Lozano decidió adentrarse en ese poco explorado terreno -hasta ahora reducido a unos cuantos artículos y capítulos asilados en libros- para inventar una metodología propia que incorpora y analiza fuentes fílmicas, biblio-hemerográficas, gráficas, fonográficas y, sobre todo, testimoniales: 25 entrevistas realizadas a los escenógrafos y directores de arte contemporáneos, así como a los hijos y nietos de los escenógrafos de la “época de oro”, historiadores y críticos de cine.
Elisa Lozano es investigadora y curadora. El libro electrónico que está por salir se realizó con una beca de Fomento y Coinversión del FONCA, y con el apoyo de Correcamara.com
(Ana Luisa Anza)