EL CURA AVIADOR

Foto: © Archivo Tomás Montero
Una muy peculiar es la historia de un cura aviador que, mezclando el periodismo y la fotografía de Tomás Montero, se expondrá en la muestra “Cura Emeterio que vuelas por los cielos”, creada por Francisco Vázquez Mendoza, en Casa de la Cultura de San Martín de Bolaños, Jalisco, a partir del sábado 15 de febrero de 2014.
Y vale la pena conocer la historia, narrada por el mismo Francisco Vázquez Mendoza:
UNO
Un día de 1951 se encontraron un fotógrafo cosmopolita y el cura de un pueblo perdido en el norte de Jalisco. Tomás Montero, quien con su cámara retrató a Dolores del Río, Diego Rivera, al Dr. Atl y a Cantinflas, entre otros, se entusiasmó con el apostolado de un hombre de la iglesia católica en el mundo rural. ¿Cómo sucedió esto?
Montero acompañaba a un grupo de ingenieros aeronáuticos que analizaría las pistas rústicas de la Sierra Madre Occidental; a él le tocaba hacer el registro visual. Dos horas después de salir de la ciudad de México vieron una estrecha pista en lo alto de una montaña que no se encontraba en sus planos; dudaron en bajar, pero la curiosidad les ganó a los capitalinos. No se encontraron agricultores ni hombres armados, a su encuentro llegó un tipo delgado vestido con alzacuello y con herramientas en la mano.
Emeterio Jiménez era un cura-piloto aviador. Aprendió a volar y compró una avioneta para llevar la ostia hasta los lugares más apartados. Para ello, sus feligreses campesinos, con pico y pala, le abrieron 14 pistas en igual número de comunidades para que pudiera aterrizar su “pájaro”; en ocasiones oficiaba la misa debajo de las alas de su Piper 90 de dos plazas. Un cura sui generis, que en la actualidad provocaría nota en los medios de comunicación y su historia ganaría centenares de «likes».
No lo olvidemos, era 1951 y en San Martín de Bolaños, Jalisco, existía una sola troca. El medio de transporte se hacía a caballo, en mula o a pie y para llegar a Guadalajara se necesitaba de una semana de camino. En esas circunstancias, o debido a ese contexto, es que el cura Emeterio se asumió como hombre de iglesia y como ciudadano: usaba su pequeña nave como ambulancia aérea y él como conductor designado.
En su bitácora, el día que lo conoció el fotógrafo Tomás Montero, registraba 700 horas de vuelo en las que se calculaban 8 mil kilómetros recorridos. En libreta aparte, el cura tenía el registro de haber transportado cinco enfermos a Tepic, 16 a Guadalajara, 8 al Teúl de González Ortega (Zacatecas), 4 a Villa Guerrero (Jalisco) y 15 más a pueblos y rancherías. Cada que regresaba a San Martín de Bolaños cargaba en su mochila con medicamentos, además de dulces para los niños.
Cuando los chilangos aterrizaron en aquella enigmática pista y se encontraron con Emeterio Jiménez, el fotógrafo Tomás Montero advirtió “que el padrecito aviador tenía más jugo periodístico que el descubrimiento de un plantío clandestino de mariguana, y decidió quedarse dos días en aquel misterioso laberinto de cerros y barrancas”. De regreso a la ciudad de México publicó un fotorreportaje de 12 páginas en la revista «Impacto» titulado “La fe en avión”. En el cual se lee:
“(Emeterio Jiménez presta un) servicio social tremendo, llevando y trayendo por el cielo consuelo físico y moral a millares de campesinos que viven en pueblos y rancherías a donde sólo es posible llegar a lomo de mula (…) Los propios campesinos son los constructores de esa pista para facilitarle el acceso a los pueblos y poder tener su misa el domingo y a su padrecito, que les lleva medicinas y cuando hay un caso urgente lo transporta en su “pájaro” a un lugar donde puedan encontrar intervención médica. Pistas peligrosas construidas en las cimas de los cerros para este moderno misionero que lleva la Fe y la doctrina cristiana a 90 kilómetros por hora”.
“En cuanto el avión del sacerdote vuela sobre los pueblos, las aldeas y las rancherías alejadas, los niños y los muchachos se precipitan a recibir al sacerdote y besar la mano que ha sostenido firmemente los mandos de su avión (…) este capitán, modelo de hombre que nos ha enseñado a muchos kilómetros de nuestra casa, cómo se puede servir a Dios, sirviendo al prójimo”.
Foto: © Archivo Tomás Montero
DOS
En 2011, 60 años después de aquel encuentro entre un fotógrafo cosmopolita y un cura de rancho, mi amiga Angélica y yo emprendimos un proyecto de rescate de fotos antiguas de la región norte de Jalisco. La búsqueda usualmente nos llevó con los ancianos de los municipios y con los cronistas; como en San Martín de Bolaños donde el señor Ignacio Sandoval nos mostró su ordenado “museo” que ocupa la sala completa de su casa. Objetos, documentos, cuadros y fotografías.
Ahí conocí a Emeterio Jiménez mientras pasaba las hojas de un viejo álbum fotográfico: delgado, moreno, vestido de negro, zapatos lustrosos y un gorro de piloto aviador… ¿Un cura-piloto aviador?, expresé con signos de admiración e interrogación al mismo tiempo.
“Era un cura que tenía su propia avioneta. Era muy bromista. Un día fuimos a Bolaños y en el aire hizo que la avioneta diera un bajón de repente que yo sentí que los huevos se me subieron a la garganta. Él nomás soltó la carcajada, retomó la trayectoria y se río todo el camino”, contó el cronista Ignacio Sandoval.
Quise saber más de ese pintoresco personaje, pero don Ignacio Sandoval fue parco, citó dos o tres datos y cambió de tema. Ya fuera de aquella casa, Angélica, quien había vivido una corta temporada en ese pueblo me confió: “Las viejecitas lo recuerdan con mucho cariño, pareciera que estaban enamoradas de él”.
Fue curioso. Yo había estado varias veces en San Martín de Bolaños, y nada había escuchado sobre el cura Emeterio; sin embargo, el día que fui con el propósito de escarbar en su historia, fue impresionante cómo se me abrieron las puertas del pueblo y las personas me abrieron sus corazones.
Viejecitas que me aseguraron, “el cura ya me hizo un milagro”, o que me contaron relatos fantásticos como que el padre no caminaba, sino volaba mientras oficiaba la misa, o que solía estar en dos lugares distintos al mismo tiempo: confesando en un rancho o con las catequistas en otra comunidad.
Son dos las leyendas que más se escuchan en el pueblo. La primera versión es contada con ligeras diferencias, pero en esencia es la siguiente: un grupo de hombres llevó al cura al charco del Cable, le amarraron piedras en las manos y en los pies, y lo echaron al agua para que se ahogara. Los hombres abandonaron el lugar con la tranquilidad del deber cumplido. A la mañana siguiente se escucharon las llamadas a misa, los fieles, como de costumbre, se dirigieron a la parroquia, pero también los maldosos con la sorpresa de que él apareció en la parroquia, como si nada, y ofició.
Hay otro relato casi igual de popular. Una persona lo citó en el panteón para matarlo y justo cuando le apuntaba para descargarle las balas, le espetó de frente: “¿Con qué me vas a matar?, ¿con ese plátano?”. ¡El arma se le había convertido en banana! El agresor, entonces, se arrepintió y le pidió perdón.
Las viejecitas de 70 y más me cuentan estas historias con una pasión que no deja espacio para la duda. Relatos fantásticos de un hombre muerto que permanece vivo por el cariño de su gente.
Foto: © Archivo Tomás Montero
TRES
Como Tomás Montero, aunque con 60 años de diferencia, me encontré con una persona con mucho jugo periodístico. Mi idea inicial, de escribir una crónica de una cuartilla para acompañar las fotos, fue creciendo conforme mi mesa de trabajo se llenaba de datos, referencias y documentos.
En el mismo San Martín de Bolaños encontré una semblanza de Emeterio Jiménez impresa con mimeógrafo en 1979, y escrita por una persona cercana debido al tono confidencial; gracias a Google descubrí la historia del encuentro entre Tomás Montero y el cura aviador; la Arquidiócesis de Guadalajara me dio acceso a un expediente del cura; la casualidad me permitió encontrar a sus familiares en California, EU, y un mariachero del pueblo que ha viajado por medio mundo con su trompeta, me dio una versión del corrido que le compusieron al cura.
En el Museo del Periodismo y las Artes Gráficas (MUPAG), de Guadalajara, se enteraron de la investigación y propusieron montar un exposición. Me explicaron: a partir de un reportaje, que se pueda leer en la sala de exhibición, exponer piezas relacionadas con el tema: fotos, documentos, objetos, música, entre otros. Con el objetivo de contar de manera visual esas pequeñas y ricas historias perdidas, que significan tanto a una comunidad, a un entorno específico, pero que pasan inadvertidas en lo general.
Hice equipo con la reconocida diseñadora, Pegy Espinoza, quien creó una tipografía para montar en papel las 14 páginas del reportaje; ella misma seleccionó las fotos a exponer, su tamaño, los colores a usar en la sala y el acomodo de las palabras a lo largo de la sala.
La Arquidiócesis me permitió hacer copia de varios documentos, en el pueblo conseguí libros firmados por el cura y encontré un libro con la letra del corrido… El Mupag exhibió la muestra “Cura Emeterio que vuelas por los cielos” de septiembre del 2013 a mediados de enero del 12014.
Y ahora estamos por inaugurar la expo en la misma casa del cura aviador. En el pueblo donde sucedió la historia. En el lugar donde murió de un accidente en su avioneta y donde quedaron sus restos: San Martín de Bolaños, Jalisco, justo 60 años después de que exhalara por última vez: un 15 de febrero.
(Texto y creador de la expo: Francisco Vázquez Mendoza)

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5 comentarios

  1. Realmente creo q este tipo de investigaciones tienen un gran valor histórico para nuestra región y que es muy interesante conocerlos e ir recreando las formas de vida y los valores de las personas que nos antecedieron. Felicidades, coincido,es que esta muy bien hecho.

  2. Añorando en la vida hacer algo, camino sin darme cuenta que hay misiones sin completar.
    Y en mi caminada ruta cada dia me doy cuenta que me acerco al final y nada e hecho. Pienso
    entonces mi Dios que no me dejes llegar al cementerio, sin haber imitado en virtud aquel tuyo,
    servidor de los niños y de la gente «el curita aviador» que fue el Padre Emeterio.
    Un simple poema a la memoria de quien tanto hizo y Viva Jalisco.

  3. Yo soy de Florencia Zacatecas, pero recuerdo muy bien que veía pasar la avioneta del padre Emeterio sobre mi rancho. Me subía a la azotea de mi casa para verlo desde que asomaba por el oriente hasta que se ocultaba entre los cerros por el poniente.
    Dios lo tenga gozando de su gloria en el cielo

  4. My name is Janice Salas. Sr. Cura Emeterio Jimenez is my maternal grandfather’s brother, making me his «great-niece». I am so proud to read of the many lives he touched, the faith he spread, the town he loved, and the people who love him. My mother and her siblings were invited to attend the museum exhibit dedicated to their uncle in Mexico in 2014, and the photos and momentos they brought back are so beautiful! I am brought to tears, filled with emotion and adoration for a man I’ve never met, but who’s blood runs through my veins. I am honored to be part of his family. The story of his life and service to Jesus Christ will always be celebrated in my home and passed along to my children to appreciate. I thank the writers and contributors of this article.

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