EL MÉRITO DE PAX
Rubén Cárdenas Paz, mejor conocido como Rubén Pax, se desplaza en el cuarto oscuro como un chef. Él equipara el proceso fotográfico con la preparación a fuego lento en una cocina. Ahí vaga el olor punzante de los químicos y se está en contacto con sustancias, sabores y texturas, a la espera de una imagen que revele, en sus colores y claroscuros, la complejidad de la naturaleza humana.
“En el cuarto oscuro se transforma tu entorno y se convierte en algo mágico”, comenta el creador que recibirá este jueves 7 de noviembre la Medalla al Mérito Fotográfico por parte del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), a través del Sistema Nacional de Fototecas (Sinafo), red que recientemente presentó la muestra de Rubén Pax, «Dualidades».
Ahora que se habla de una generación de nuevos alquimistas, a Rubén Pax se le debe reconocer no sólo como un explorador permanente de la impresión heliográfica, sino como el maestro de varios de estos jóvenes entusiastas que han revitalizado métodos fotográficos que se creían en el olvido, así como de muchos quienes militan en las filas del periodismo gráfico.
De sus siete décadas de vida, más de cuatro las ha destinado a la fotografía, ejerciendo desde distintos ángulos. Desde el ámbito docente y el periodístico (en medios como La Jornada), a su aplicación en el diseño gráfico; la fotografía experimental y los llamados procesos alternativos: Cianotipia, Van Dyke, sales de fierro y colodión húmedo. La investigación que realizó hace 30 años sobre éste último, con Eric Jervaise, la entregó a la Fototeca Nacional.
Rubén Pax es un documentalista. “De alguna manera, cualquier cosa que se tome es un documento porque las imágenes detienen el tiempo, contienen la información. Siempre he tenido clara esa forma de entender la fotografía, independientemente de su relación estética o la intención que exista tras de ella. Creo que para mí es muy importante ver la imagen como fotodocumentalista”.
Sus primeros registros están ligados a los álbumes familiares donde los días felices se guardan como tesoros compartidos. Recuerda que su mamá, ante la dura realidad que se le presentó como una mujer viuda con siete hijos, lo internó en una casa hogar de las que se fundaron en el gobierno de Lázaro Cárdenas, junto con algunos de sus hermanos.
Cada que tenía la oportunidad de ver a sus hijos, su mamá iba con cámara en mano para tomarles fotografías. Era una manera de llevarlos consigo. Tiempo después Rubén Pax relevaría a su mamá como fotógrafo de los eventos familiares, de comuniones y cumpleaños, para lo cual se compró una Brownie 2 de Kodak, su primera cámara.
Durante esa época, también ayudaba a su padrino a mezclar las sales que vendía como remedio para los malestares estomacales. “Ése fue uno de mis primeros acercamientos con la alquimia. A mi padrino, parte de la familia adoptada que tuve en el internado, también le debo mi afición por la música clásica”.
En 1966 conocería los secretos de la fotografía en el cuarto oscuro de la Academia de San Carlos. Aprendió a revelar como los antiguos alquimistas, en total oscuridad, sin pesas ni medición de temperatura, balanceando las sales y el agua contenidos en charolas, viendo flotar el desnudo de una mujer, la modelo de los talleres de la Academia.
“En la fotografía, el arte viene por añadidura. La fotografía que realizo tiene cargas estéticas, a eso me ayudó la formación artística que tuve en la Academia de San Carlos, donde pude acercarme a otras formas expresivas del arte y eso también enriqueció mi mirada”.
En sus imágenes está fija la dignidad de la pobreza, la contemplación de los mendigos y el trajín de la clase obrera, el abuso de la fuerza policiaca, la indignación vuelta protesta, el desastre humano que produjo el terremoto del 85, la expresión en los ojos y las manos de escritores como José Saramago, Octavio Paz, Carlos Montemayor, Luis de Tavira y muchos más.
Rubén Pax podría considerarse un autodidacta, un maestro sin maestros. Sin embargo, sus ejemplos son grandes de la fotografía en México. Dice admirar la obra de Nacho López, cuyas fotografías vio por vez primera en Las Pérgolas, un espacio que estaba cerca de La Alameda; de Manuel Álvarez Bravo y de su compadre, Héctor García.
Junto con un grupo de amigos, también llevó la imagen a las calles a través del proyecto Fotógrafos Ambulantes, de suerte que el o los sujetos de la imagen, se convirtieran en espectadores de sí mismos. “La idea era colgar las fotografías en distintos lugares de la ciudad de México, para que las personas se vieran reflejadas en ellas”.
En el lugar que hoy ocupa el Centro de la Imagen, en la Ciudadela, Rubén Pax fue el responsable de fundar en los años 70 la Galería Taller de Fotografía. Desde esa trinchera, abrió espacios para esta expresión dentro de la Escuela de Diseño y Artesanía, ahí tuvo la oportunidad de “encaminar” vocaciones y darle a la fotografía una posición que aún en ese entonces se le escatimaba, como arte y como documento por sí mismo.
En 2009 Rubén Pax se despidió de la EDA con una amplia retrospectiva, Exposición de exposiciones. Además de seguir activo impartiendo su Taller de Fotografía Libre y de dar seguimiento a actividades culturales a través de su agencia Prisma; desde la jubilación ha destinado parte del tiempo a revisitar y dejar sorprenderse por su archivo.
Asombrado también ha quedado con el Mérito Fotográfico que se le otorgará en el marco del 14º Encuentro Nacional de Fototecas, que tendrá lugar en Pachuca, Hidalgo.
“Para mí, es un placer este reconocimiento porque lo otorga el Sinafo, una institución que sabe de foto y que considera valioso nuestro material, además de estimular a quienes nos dedicamos de tiempo completo a la imagen”.
(Fuente: INAH)
“En el cuarto oscuro se transforma tu entorno y se convierte en algo mágico”, comenta el creador que recibirá este jueves 7 de noviembre la Medalla al Mérito Fotográfico por parte del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), a través del Sistema Nacional de Fototecas (Sinafo), red que recientemente presentó la muestra de Rubén Pax, «Dualidades».
Ahora que se habla de una generación de nuevos alquimistas, a Rubén Pax se le debe reconocer no sólo como un explorador permanente de la impresión heliográfica, sino como el maestro de varios de estos jóvenes entusiastas que han revitalizado métodos fotográficos que se creían en el olvido, así como de muchos quienes militan en las filas del periodismo gráfico.
De sus siete décadas de vida, más de cuatro las ha destinado a la fotografía, ejerciendo desde distintos ángulos. Desde el ámbito docente y el periodístico (en medios como La Jornada), a su aplicación en el diseño gráfico; la fotografía experimental y los llamados procesos alternativos: Cianotipia, Van Dyke, sales de fierro y colodión húmedo. La investigación que realizó hace 30 años sobre éste último, con Eric Jervaise, la entregó a la Fototeca Nacional.
Rubén Pax es un documentalista. “De alguna manera, cualquier cosa que se tome es un documento porque las imágenes detienen el tiempo, contienen la información. Siempre he tenido clara esa forma de entender la fotografía, independientemente de su relación estética o la intención que exista tras de ella. Creo que para mí es muy importante ver la imagen como fotodocumentalista”.
Sus primeros registros están ligados a los álbumes familiares donde los días felices se guardan como tesoros compartidos. Recuerda que su mamá, ante la dura realidad que se le presentó como una mujer viuda con siete hijos, lo internó en una casa hogar de las que se fundaron en el gobierno de Lázaro Cárdenas, junto con algunos de sus hermanos.
Cada que tenía la oportunidad de ver a sus hijos, su mamá iba con cámara en mano para tomarles fotografías. Era una manera de llevarlos consigo. Tiempo después Rubén Pax relevaría a su mamá como fotógrafo de los eventos familiares, de comuniones y cumpleaños, para lo cual se compró una Brownie 2 de Kodak, su primera cámara.
Durante esa época, también ayudaba a su padrino a mezclar las sales que vendía como remedio para los malestares estomacales. “Ése fue uno de mis primeros acercamientos con la alquimia. A mi padrino, parte de la familia adoptada que tuve en el internado, también le debo mi afición por la música clásica”.
En 1966 conocería los secretos de la fotografía en el cuarto oscuro de la Academia de San Carlos. Aprendió a revelar como los antiguos alquimistas, en total oscuridad, sin pesas ni medición de temperatura, balanceando las sales y el agua contenidos en charolas, viendo flotar el desnudo de una mujer, la modelo de los talleres de la Academia.
“En la fotografía, el arte viene por añadidura. La fotografía que realizo tiene cargas estéticas, a eso me ayudó la formación artística que tuve en la Academia de San Carlos, donde pude acercarme a otras formas expresivas del arte y eso también enriqueció mi mirada”.
En sus imágenes está fija la dignidad de la pobreza, la contemplación de los mendigos y el trajín de la clase obrera, el abuso de la fuerza policiaca, la indignación vuelta protesta, el desastre humano que produjo el terremoto del 85, la expresión en los ojos y las manos de escritores como José Saramago, Octavio Paz, Carlos Montemayor, Luis de Tavira y muchos más.
Rubén Pax podría considerarse un autodidacta, un maestro sin maestros. Sin embargo, sus ejemplos son grandes de la fotografía en México. Dice admirar la obra de Nacho López, cuyas fotografías vio por vez primera en Las Pérgolas, un espacio que estaba cerca de La Alameda; de Manuel Álvarez Bravo y de su compadre, Héctor García.
Junto con un grupo de amigos, también llevó la imagen a las calles a través del proyecto Fotógrafos Ambulantes, de suerte que el o los sujetos de la imagen, se convirtieran en espectadores de sí mismos. “La idea era colgar las fotografías en distintos lugares de la ciudad de México, para que las personas se vieran reflejadas en ellas”.
En el lugar que hoy ocupa el Centro de la Imagen, en la Ciudadela, Rubén Pax fue el responsable de fundar en los años 70 la Galería Taller de Fotografía. Desde esa trinchera, abrió espacios para esta expresión dentro de la Escuela de Diseño y Artesanía, ahí tuvo la oportunidad de “encaminar” vocaciones y darle a la fotografía una posición que aún en ese entonces se le escatimaba, como arte y como documento por sí mismo.
En 2009 Rubén Pax se despidió de la EDA con una amplia retrospectiva, Exposición de exposiciones. Además de seguir activo impartiendo su Taller de Fotografía Libre y de dar seguimiento a actividades culturales a través de su agencia Prisma; desde la jubilación ha destinado parte del tiempo a revisitar y dejar sorprenderse por su archivo.
Asombrado también ha quedado con el Mérito Fotográfico que se le otorgará en el marco del 14º Encuentro Nacional de Fototecas, que tendrá lugar en Pachuca, Hidalgo.
“Para mí, es un placer este reconocimiento porque lo otorga el Sinafo, una institución que sabe de foto y que considera valioso nuestro material, además de estimular a quienes nos dedicamos de tiempo completo a la imagen”.
(Fuente: INAH)