NUESTRA FRONTERA ÉTNICA
La reivindicación histórica de los pueblos indios que habitaron las planicies del noreste de México y el oeste del actual territorio de Texas (EUA), cuya presencia tuvo un gran impacto económico y social en la población fronteriza de la primera mitad del siglo XIX, es la premisa de la más reciente obra del historiador Cuauhtémoc Velasco Ávila: La frontera étnica en el noreste mexicano. Los comanches entre 1800-1841.
Los comanches son ambulantes, viven en casas móviles hechas de pieles de cíbolos. Los terrenos son feraces, de abundantes pastos y muchas fuentes de agua dulce; como otros muchos salvajes, por instinto aprenden a manejar las armas desde su infancia, son diestros para montar a caballo, usan fusil, lanza y flecha. Adquieren con la caza y vida ambulante una agilidad y resistencia al sufrimiento admirable. Sostuvieron la guerra sin más táctica que la que les enseñó la naturaleza.
Así son descritos en uno de los documentos históricos contenidos y revisados en este libro que se presentará el jueves 7 de marzo en la Dirección de Estudios Históricos (DEH) a las 19:00 horas. El objetivo principal de la obra es “ligar la situación fronteriza con la confrontación étnica del grupo que se mantuvo más integrado en esa época: los comanches”, señaló Velasco Ávila, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Editada por el INAH, la publicación deriva de la tesis doctoral del especialista adscrito a la DEH, misma que requirió más de una década de investigación en diversos archivos históricos de México, Estados Unidos y España.
Entre los repositorios documentales consultados están el Archivo General de la Nación, los archivos del Estado de Coahuila, del Estado de Nuevo León, y de Indias, de Sevilla, España; los municipales de Saltillo, del Congreso de Nuevo León, los históricos “Genaro Estrada” de la Secretaría de Relaciones Exteriores, y de la Secretaría de la Defensa Nacional; así como las bibliotecas Nacional (UNAM) y “Eugene C. Barker” de la Universidad de Texas (EUA).
De acuerdo con Velasco Ávila, “el devenir de los indios no ha sido un tema muy usual en la historiografía sobre el norte de México, hasta hace algunos años existía muy poca investigación sobre los pueblos originarios de esta región, y de un fenómeno que ocurrió desde finales del siglo XVIII hasta mediados del XIX, que fue la confrontación constante de los grupos nómadas con las poblaciones fronterizas”.
En sus más de 400 páginas, dijo, la obra aborda una época en la que se estableció un sistema de presidios, impuesto por la Corona española en defensa de la frontera, al tiempo que entabló una relación basada en erogaciones y regalos, como una manera de atraer a estos grupos étnicos a la vida civilizada, para que a la larga se volvieran dependientes y finalmente proceder a su evangelización.
Pero a inicios del siglo XIX comenzó un periodo de confrontación, derivado de tropas y recursos insuficientes, lo que impidió mantener los acuerdos establecidos con los indios a finales del siglo XVIII.
El historiador Cuauhtémoc Velasco refirió que tras la Consumación de la Independencia, hubo mucha discusión en torno a cómo tratar a los indios insumisos e incluso se llegaron a establecer acuerdos de paz con los comanches, pero el incremento del comercio de armas, y las presiones económicas y el asedio de los angloamericanos sobre territorios de grupos étnicos, acabaron incrementando la magnitud de los asaltos y hostilidades en la frontera, lo que a partir de 1833 detonó en una guerra abierta.
“Los comanches no eran simples bárbaros, como lo expresan muchos documentos de la época, porque las guerras interétnicas eran enfrentamientos simbólicos: los indios guerreros iban a las comunidades aledañas y atacaban, a fin de demostrar su fuerza, de marcar el territorio y sus recursos.
“Realmente vemos que, cuando los enfrentamientos desencadenaban en masacres, es porque de manera directa o indirecta estuvieron involucrados los comerciantes de armas, los angloamericanos presionaban a los indios para que atacaran a la frontera mexicana, obtener botín y seguir vendiéndoles armas. Incursiones que afectaron las actividades del campo, como la agricultura, el comercio y la ganadería”, señaló el historiador del INAH.
A la terminación de la guerra con México, los estadounidenses siguieron avanzando sobre el territorio indio, empujando a los comanches a una reservación, primero, dentro de Texas y, después de la Guerra de Secesión (1861 a 1865), a Oklahoma.
Tal hecho, señaló Cuauhtémoc Velasco, es muy interesante porque pareciera que la historia de los texanos se delimita en la presencia de los rangers y rancheros, se hace poca referencia a los pueblos indios que ocupaban originalmente ese territorio, incluyendo los comanches.
Esa situación, añadió, fue similar en México, ya que la guerra étnica en la frontera —durante los siglos XVIII y XIX— parece estar excluida o minimizada en la historiografía, por eso “la intensión de este trabajo es devolver a esta región parte de su historia y de todos los pueblos que forman parte de su pasado.
“A raíz de este estudio, un grupo de investigadores interesados en el noreste de México nos reunimos para compartir el avance de nuestros estudios, los cuales a través de sus diversos enfoques (étnico, religioso, cultural y político, entre otros) han permitido enriquecer el conocimiento sobre esta porción del país, que hasta hace unos años había sido poco atendida por la academia”, refirió el historiador.
La publicación se compone de ocho secciones: Los comanches: hijos del desierto; Los indios y la frontera norte en la época colonial; Conformación de la amenaza comanche; Una mala paz; Fredonia y los charaquíes; Una mejor paz; Una buena guerra; y Recapitulación. Además de un apéndice documental con descripciones y tratados entre los indios y la frontera mexicana.
El texto está enriquecido con mapas, fotografías y grabados, así como diversos óleos sobre tela de autores como George Catlin, artista que se acercó a este grupo y que pudo captar las formas de vida de los comanches.
Los Comanches
Comanche es un término que se aplica a los indígenas de las tribus amerindias que vivían en Texas y Nuevo México, cuyo significado es “enemigo”. Los orígenes de este grupo se remontan al siglo XVII, en las estribaciones del norte de Utah; estaban organizados en rancherías integradas por cerca de 200 tiendas, con una población de alrededor de 600 habitantes y hasta 2000 caballos, mediante los cuales se medía la riqueza de un clan, porque eran su medio de transporte y comercio, explicó Cuauhtémoc Velasco.
En cada tienda vivía una familia integrada por un guerrero, esposa e hijos. Cada ranchería tenía dos jefes, uno de paz para asuntos internos, y otro para cuestiones bélicas; cuando había una contienda importante se reunía un consejo conformado por los jefes de las rancherías comanches.
Su vestimenta consistía en vestidos, pantaloncillos y taparrabo de piel curtida; para la guerra y la caza utilizaban chimal (escudo), lanza y flechas; vivían en tiendas hechas de pieles pintadas. Su principal fuente de alimentación era el búfalo.
Una de las tradiciones de este pueblo era tomar cautivos para incrementar su población, en general eran varones de entre 4 y 10 años, los cuales eran incorporados a las familias, no como esclavos sino para aprender su cultura y el cuidado de los caballos, ya más grandes los preparaban como guerreros, concluyó el profesor-investigador de la Dirección de Estudios Históricos.
Los comanches son ambulantes, viven en casas móviles hechas de pieles de cíbolos. Los terrenos son feraces, de abundantes pastos y muchas fuentes de agua dulce; como otros muchos salvajes, por instinto aprenden a manejar las armas desde su infancia, son diestros para montar a caballo, usan fusil, lanza y flecha. Adquieren con la caza y vida ambulante una agilidad y resistencia al sufrimiento admirable. Sostuvieron la guerra sin más táctica que la que les enseñó la naturaleza.
Así son descritos en uno de los documentos históricos contenidos y revisados en este libro que se presentará el jueves 7 de marzo en la Dirección de Estudios Históricos (DEH) a las 19:00 horas. El objetivo principal de la obra es “ligar la situación fronteriza con la confrontación étnica del grupo que se mantuvo más integrado en esa época: los comanches”, señaló Velasco Ávila, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Editada por el INAH, la publicación deriva de la tesis doctoral del especialista adscrito a la DEH, misma que requirió más de una década de investigación en diversos archivos históricos de México, Estados Unidos y España.
Entre los repositorios documentales consultados están el Archivo General de la Nación, los archivos del Estado de Coahuila, del Estado de Nuevo León, y de Indias, de Sevilla, España; los municipales de Saltillo, del Congreso de Nuevo León, los históricos “Genaro Estrada” de la Secretaría de Relaciones Exteriores, y de la Secretaría de la Defensa Nacional; así como las bibliotecas Nacional (UNAM) y “Eugene C. Barker” de la Universidad de Texas (EUA).
De acuerdo con Velasco Ávila, “el devenir de los indios no ha sido un tema muy usual en la historiografía sobre el norte de México, hasta hace algunos años existía muy poca investigación sobre los pueblos originarios de esta región, y de un fenómeno que ocurrió desde finales del siglo XVIII hasta mediados del XIX, que fue la confrontación constante de los grupos nómadas con las poblaciones fronterizas”.
En sus más de 400 páginas, dijo, la obra aborda una época en la que se estableció un sistema de presidios, impuesto por la Corona española en defensa de la frontera, al tiempo que entabló una relación basada en erogaciones y regalos, como una manera de atraer a estos grupos étnicos a la vida civilizada, para que a la larga se volvieran dependientes y finalmente proceder a su evangelización.
Pero a inicios del siglo XIX comenzó un periodo de confrontación, derivado de tropas y recursos insuficientes, lo que impidió mantener los acuerdos establecidos con los indios a finales del siglo XVIII.
El historiador Cuauhtémoc Velasco refirió que tras la Consumación de la Independencia, hubo mucha discusión en torno a cómo tratar a los indios insumisos e incluso se llegaron a establecer acuerdos de paz con los comanches, pero el incremento del comercio de armas, y las presiones económicas y el asedio de los angloamericanos sobre territorios de grupos étnicos, acabaron incrementando la magnitud de los asaltos y hostilidades en la frontera, lo que a partir de 1833 detonó en una guerra abierta.
“Los comanches no eran simples bárbaros, como lo expresan muchos documentos de la época, porque las guerras interétnicas eran enfrentamientos simbólicos: los indios guerreros iban a las comunidades aledañas y atacaban, a fin de demostrar su fuerza, de marcar el territorio y sus recursos.
“Realmente vemos que, cuando los enfrentamientos desencadenaban en masacres, es porque de manera directa o indirecta estuvieron involucrados los comerciantes de armas, los angloamericanos presionaban a los indios para que atacaran a la frontera mexicana, obtener botín y seguir vendiéndoles armas. Incursiones que afectaron las actividades del campo, como la agricultura, el comercio y la ganadería”, señaló el historiador del INAH.
A la terminación de la guerra con México, los estadounidenses siguieron avanzando sobre el territorio indio, empujando a los comanches a una reservación, primero, dentro de Texas y, después de la Guerra de Secesión (1861 a 1865), a Oklahoma.
Tal hecho, señaló Cuauhtémoc Velasco, es muy interesante porque pareciera que la historia de los texanos se delimita en la presencia de los rangers y rancheros, se hace poca referencia a los pueblos indios que ocupaban originalmente ese territorio, incluyendo los comanches.
Esa situación, añadió, fue similar en México, ya que la guerra étnica en la frontera —durante los siglos XVIII y XIX— parece estar excluida o minimizada en la historiografía, por eso “la intensión de este trabajo es devolver a esta región parte de su historia y de todos los pueblos que forman parte de su pasado.
“A raíz de este estudio, un grupo de investigadores interesados en el noreste de México nos reunimos para compartir el avance de nuestros estudios, los cuales a través de sus diversos enfoques (étnico, religioso, cultural y político, entre otros) han permitido enriquecer el conocimiento sobre esta porción del país, que hasta hace unos años había sido poco atendida por la academia”, refirió el historiador.
La publicación se compone de ocho secciones: Los comanches: hijos del desierto; Los indios y la frontera norte en la época colonial; Conformación de la amenaza comanche; Una mala paz; Fredonia y los charaquíes; Una mejor paz; Una buena guerra; y Recapitulación. Además de un apéndice documental con descripciones y tratados entre los indios y la frontera mexicana.
El texto está enriquecido con mapas, fotografías y grabados, así como diversos óleos sobre tela de autores como George Catlin, artista que se acercó a este grupo y que pudo captar las formas de vida de los comanches.
Los Comanches
Comanche es un término que se aplica a los indígenas de las tribus amerindias que vivían en Texas y Nuevo México, cuyo significado es “enemigo”. Los orígenes de este grupo se remontan al siglo XVII, en las estribaciones del norte de Utah; estaban organizados en rancherías integradas por cerca de 200 tiendas, con una población de alrededor de 600 habitantes y hasta 2000 caballos, mediante los cuales se medía la riqueza de un clan, porque eran su medio de transporte y comercio, explicó Cuauhtémoc Velasco.
En cada tienda vivía una familia integrada por un guerrero, esposa e hijos. Cada ranchería tenía dos jefes, uno de paz para asuntos internos, y otro para cuestiones bélicas; cuando había una contienda importante se reunía un consejo conformado por los jefes de las rancherías comanches.
Su vestimenta consistía en vestidos, pantaloncillos y taparrabo de piel curtida; para la guerra y la caza utilizaban chimal (escudo), lanza y flechas; vivían en tiendas hechas de pieles pintadas. Su principal fuente de alimentación era el búfalo.
Una de las tradiciones de este pueblo era tomar cautivos para incrementar su población, en general eran varones de entre 4 y 10 años, los cuales eran incorporados a las familias, no como esclavos sino para aprender su cultura y el cuidado de los caballos, ya más grandes los preparaban como guerreros, concluyó el profesor-investigador de la Dirección de Estudios Históricos.