Víctor Monroy recibe la Cámara de Plata, Premio Cuartoscuro a la trayectoria 2011
por Anasella Acosta
De blanco, como la luz más pura. De luenga barba, como se llega a la sabiduría. Bajo un sombrero panamá, o mejor, un sombrero jipijapa, con un haber de miles de alumnos durante los treinta años que ha ejercido la docencia —27 de los cuales lo ha hecho en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México—, Víctor Manuel Monroy de la Rosa reflexiona, compartido como es su naturaleza, en torno a ese “proceso de conocimiento” que es para él la Fotografía.
Luz, tiempo y espacio. El principio, ayer y hoy, es el mismo, dice Monroy. Cambian las herramientas, se facilitan los procesos como a finales del siglo XIX, pero el principio permanece, la esencia de la fotografía sigue siendo espacio, tiempo y luz.
Los soportes evolucionan; en un tiempo la moda fueron las sales de plata como sustrato para el registro de la luz, luego el selenium y se siguió llamando fotografía, porque “es sólo un procedimiento técnico como muchos”, por eso hoy para Monroy los procesos digitales que permiten registrar la luz en un tiempo y espacio determinados, siguen siendo “fotografía” y lo único que ha sucedido es un enriquecimiento del concepto y de las herramientas.
Y el augurio halla lugar: “Tiene que llegar el momento en que estos cambios tecnológicos se detengan, como pasó a finales del siglo XIX. Quizá cuando el sensor tenga la calidad de un negativo de 35 mm, podría ser una de las posibilidades. Entonces, tal vez, las mismas empresas dejen de arrancarse las vestiduras, porque sale una cámara, y otra, y otra”.
El maestro, nacido un 16 de noviembre de 1956 fue alumno. Alumno inquieto de la Academia de San Carlos que buscaba desentrañar eso que a finales de la década de los setenta llamaban pintura hiperrealista y que, inevitablemente lo condujo al taller de fotografía que coordinaba nada más y nada menos que Kati Horna, cuya personalidad, compromiso, gusto y trayectoria, confiesa Monroy con orgullo, lo sedujo, lo atrapó. Y dice más: “Sería muy miope si en aquel entonces no buscara aprender de ella”.
Y es que “ella” era, en palabras de Monroy, una fotógrafa de ideas, su visión de la fotografía era muy, muy completa. Y de ahí uno se explica la reflexión constante que realiza Monroy en torno a la fotografía pues, dice, la mayor enseñanza fue “la búsqueda para tratar de entender lo que uno hace”.
Y así el alumno aprendió, como muchos —entre ellos Flor Garduño— de la fotógrafa húngara que llegó a México huyendo de la invasión nazi en Francia, y que la convirtió en refugiada española en nuestro país, por su matrimonio con el español José Horna. En ese momento Horna ya era reconocida por su cobertura de la Guerra Civil española y su trabajo en el surrealismo.
Desde la primera plática con Horna, Monroy decidió abandonar la pintura para dedicarse de lleno al aprendizaje del lenguaje fotográfico, porque descubrió que “la fotografía es más que la cámara y los procesos técnicos; es un acto creativo”.
Iniciaba la década de los ochenta y la fotografía de entonces tiende a salir a la calle y registrar elementos de la vida cotidiana, surge lo que han llamado “estética de la miseria”, y Monroy sale con su cámara a documentar el encuentro con lo que es su realidad cotidiana. Atrás de San Carlos se halla el universo de La Merced, la zona de mayor actividad comercial. Registra entonces la situación laboral y humana, las vecindades. Todo es blanco y negro, y en las aulas se discute qué es el blanco y negro, si un proceso natural o un producto cultural.
Pero las inquietudes de Monroy calan más profundo. Interesado en las festividades de las comunidades indígenas y en la historia mágico-religiosa que funda a los pueblos mesoamericanos, su búsqueda aterriza en lo simbólico, atizado por la lectura de un texto que considera fundacional en la fotografía El unicornio y la aprehensión de las imágenes, de Carlos Jurado, que aviva la búsqueda de la relación que emprende Monroy entre lo mítico-religioso de la fotografía y de la cultura mesoamericana.
Y dio pronto con el hallazgo: los observatorios astronómicos en las ciudades prehispánicas son realmente una cámara obscura, explica Monroy, son cuevas a nivel de piso que tienen en el techo una perforación y en el fondo un espejo de agua; la luz entra y permite hacer las observaciones astronómicas en ese espejo; hay ya un conocimiento de lo fotográfico, claro que con una concepción diferente pero ahí está.
En ese momento la fotografía deja de tener para Víctor Monroy un fin meramente documental, se convierte, dice, “en parte de un proceso más complejo”, sin perder ese carácter documental, ahora sirve “para desarrollar una idea más personal”, entonces las discusiones se tornan “a favor de las concepciones que uno como individuo tiene de los procesos fotográficos”.
Monroy encontró así un camino, el de la imagen construida, como se la llamó en un principio, y su inmersión en el mundo de lo mágico-religiosos que lo une, aun más, al perfil surrealista de Kati Horna.
Por ello, insiste: “La fotografía es más que un proceso técnico, tiene concepciones filosóficas muy fuertes y profundas”, o quizá, reconoce, “por esa pasión que sentimos hacia ella las buscamos y las encontramos: y ahí tienes los textos de Platón, la alegoría de la caverna, o Aristóteles con su tratado de la geometría”. Monroy no pasa por alto vinculaciones con otras materias: la historia, la psicología, la antropología, la física y, por supuesto, la literatura, y no lo evita: “el cuento de Cortázar ‘Las babas del diablo’, es importantísimo para mí”.
Víctor Monroy también se refiere al tema del tan traído y llevado “momento preciso” cuya discusión vivió a plenitud. Para él ese momento tiene dos vertientes. Una, en la que coinciden la manera en que el fotógrafo ve el mundo y lo que está sucediendo, ambas circunstancias lo que obliga a levantar la cámara y disparar. Pero hay otro momento en el que el fotógrafo sin cámara sale a la calle y mira algo que lo conmueve, entonces hace “fotos mentales” y posteriormente busca la reconstrucción para fotografiar, el mismo Cartier Bresson lo hizo.
Y las tres décadas en la enseñanza, ya fuera en la Secretaría de Educación Pública, en la Confederación de Trabajadores de México, en el Instituto Nacional de Antropología e Historia, o bien en la ENAP, obligan la pregunta:
— ¿Qué es lo esencial en la enseñanza fotográfica?
— Aquí lo esencial es transmitir pasión por el lenguaje, el discurso y la fotografía misma y aunado a eso, el académico debe ser capaz de inocular a sus alumnos el virus de la búsqueda, la interrogación, de la necesidad vital. Si no, lo que se está transmitiendo sólo son datos, nombres, información, no hay un verdadero conocimiento, pero cuando por sí mismo el alumno toma la cámara y el tripié por una necesidad personal y un gusto y pasión…
La charla, que en realidad es una cátedra, se prolongaría por horas, porque la fotografía en la mente de Monroy no tiene una definición acabada, pues las universidades y escuelas que forman para el pensamiento, para las ideas, dice, tienen entre su tareas la vinculación de la fotografía con otras disciplinas, lo que implica el cambio continuo y la complejidad de su definición. Y por lo mismo, afirma, hoy no es válido aquel viejo argumento del fotógrafo o artista que dice que su obra es resultado de lo que sintió, hoy, insiste, “el maestro, el creador debe saber por qué y para qué hace lo que hace”.
Está de más explicar entonces por qué Víctor Monroy ahora recibe la Cámara de plata, Premio Cuartoscuro a la trayectoria, reconocimiento en homenaje a quienes han contribuido a la fotografía en México con su obra, investigación, enseñanza, ideas, pensamiento y difusión y promoción.
Esta es la tercera vez que se otorga la Cámara de plata. En 2009 la recibió Carlos Jurado, y en 2010, Julio Mayo. La entrega se realizará en el marco de la celebración de los XXV años de la agencia Cuartoscuro y la entrega de premios del Concurso Cuartoscuro 2010, el 29 de junio a las 18:00 horas, en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco (Flores Magón 1, col. Tlatelolco, México D.F.) Entrada libre.
Es una alegría que Cuartoscuro reconozca la trayectoria de mexicanos creativos y comprometidos con su profesión. En lo particular he tenido el privilegio de asistir a sus clases llenas de relatos (producto de sus lecturas), clases amenas y sin embargo no dejan de ser profundas y reflexivas, he de mencionar que hasta divertidas. Cuando leía esta nota recordé todos los bellos momentos en que estuve en sus clases de fotografía en la ENAP y aquellos momentos se grabaron en mi mente como cuando las luz queda grabada en los aluros de plata.
No sé mucho de este arte porque no me dedico profesionalmente a ello, pero de algo puedo estar seguro, el maestro Víctor es un excelente académico y una gran persona. Que bueno que se le reconozca en vida. Felicidades Monroy.
Felicidades !!! Un gran maestro para toda la comunidad de la ENAP. Recordado por su paciencia
cariño y pasión por la profesión. Siempre con una respuesta para todos y cada uno de sus alumnos.
Un abrazo de una alumna que lo recuerda con mucho cariño y que con toda sabiduría y nobleza la guió en la investigación de su tesis.
Ahora he podido concluír un posgrado en Estética y Arte, gracias a sus importantes opiniones, críticas y comentarios
DESDE EL GRAN DIOS DE MI SER,SALUDO AL GRAN DIOS DE TU SER.
LA FUENTE DE TODA CREACIÓN ES LA CONCIENCIA PURA..LA POTENCIALIDAD PURA QUE BUSCA EEXPRESARSE PARA PASAR DE LO INMANIFIESTO A LO MANIFIESTO, Y CUANDO NOS DAMOS CUENTA DE QUE NUESTRO SER ES LA POTENCIALIDAD PURA, NOS ALINEAMOS CON EL PODER QUE LO EXPRESA TODO EN EL UNIVERSO.Y ESAS IMPRESIONES SON LA EXPRESION DE TU ESENCIA,NATURAL.
FELICIDADES DE SOCORRO RAYON QUIEN TE RESPETA Y ADMIRA POR SIEMPRE.
Felicidades por tus exelentes logros.
Dios te bendice, Hola!!!!!
Muchas felicidades profesor! Orgullosa de haber tomado sus clases cuando fui estudiante de la carrera en la Enap.Gracias