UNA EXPO QUE QUEDA TATUADA
El tā moko es el arte māori de cortar la piel y después teñirla con un pigmento oscuro, que ha sido practicado por este pueblo indígena de Nueva Zelanda, desde tiempos ancestrales.
En el Museo Nacional de las Culturas (MNC), como parte de la exposición E Tū Ake: Orgullo māori, el público podrá acercarse a esta costumbre, que revela la whakapapa (genealogía) de quien los porta, a través de una serie de actividades complementarias, entre las que se incluye la realización de tatuajes lavables.
Para esta etnia de Oceanía, los grabados en la piel son representaciones simbólicas que también dan cuenta de experiencias de vida y posición en la iwi (tribu) del individuo; se obtienen a través del tiempo como reconocimiento a las acciones realizadas y constituyen un indicador de identidad.
En un tríptico en forma de caja de embalaje, el público que asista a esta exhibición, montada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), en el MNC, encontrará información sobre los instrumentos ancestrales con que los māori marcan su piel: cinceles de metal y hueso pegados a un mango de madera y un kōrere (embudo para alimentar), usado para dar de comer a personas de alto rango, cuyas caras estaban hinchadas y les dolían después de habérseles realizado el tā moko.
En la caja de embalaje se explica que el kōrere ayudaba a proteger de alguna infección las heridas abiertas de la cara, causada por el roce con comida o el toque humano.
Después del contacto con los europeos, los expertos en el tā moko, así como los talladores, comenzaron a experimentar con utensilios de metal; los artistas elaboraban sus propias agujas y usaban pinzas que necesitaban limpiarse y esterilizarse. Ahora la mayoría de los artistas māori usan productos desechables.
Para realizar el tā moko, los indígenas adaptaron la antigua técnica desarrollada por la gente del Pacífico Occidental, mediante la cual se marcaba la piel con perforaciones y haciendo un canal ranurado similar al tallado en madera. Los expertos primero dibujaban el diseño en la cara con carbón, se cortaban ranuras profundas en la piel con un cincel golpeado por un mazo de madera, entonces se aplicaba el pigmento a las ranuras con un buril dentado.
El pigmento manchaba las ranuras de color oscuro, dando una apariencia dramática. El tā moko adornaba todo el rostro de los hombres, mientras que en las mujeres, los labios y el mentón.
Los orígenes del tā moko yacen en la historia de Mataora, un personaje cuyo nombre significa “Cara viviente”. De acuerdo con la leyenda, él maltrató a su esposa Niwareka y, cuando ella huyó a buscar a sus padres en el inframundo, éste la siguió. Su padre, un experto en tā moko, miró con desdén la cara sin marcas de Mataora y la marcó por la fuerza. Así, cuando Mataora regresó a este mundo, trajo consigo el arte del tā moko.
Además del tríptico en forma de caja de embalaje, en el Museo Nacional de las Culturas, niños y adultos podrán jugar a tatuarse diseños elaborados por los māori, pero sin dolor, a través de rodillos grabados —con símbolos de poder, fuerza y florecimiento, entre otros—, en los que se aplica tinta lavable y que podrán ponerse sobre la piel de quien lo solicite, a manera de sellos.
A lo anterior se suman las calcografías, una actividad en la que el público puede realizar una calca de algún diseño de siete distintos grabados māori e identificar con ellos las piezas en exhibición.
Los tatuajes y el modelo para armar se pueden solicitar sin costo en una estación lúdica móvil, creada para introducir a los visitantes en la muestra E tū Ake: Orgullo māori en un tema poco conocido; estará abierta al público hasta el 22 de julio en el horario del museo (martes a domingo de 10:00 a 17:00 horas).
En la estación lúdica también se obsequia la revista Murmullos de la historia, en la que se explica el contexto de la isla de Nueva Zelanda, a fin de entender cómo se conforma, a qué distancia está de México, y presenta algunos personajes neozelandeses destacados en el deporte y el arte, entre otros temas; aborda además los atuendos, la importancia del jade y de la lengua māori, y se reseñan películas y libros.
Asimismo, están a disposición del público dos libros museográficos de consulta hechos específicamente para la exhibición, que reproducen fragmentos de otros libros sobre el tema de la muestra —la historia, tradiciones e ideología de este pueblo indígena—, con lecturas alternas que permite entenderla desde distintas perspectivas.
Otro material educativo son dos mapas de tela que funcionan como cédulas de mano y sirven para conocer la ubicación de Nueva Zelanda en el mundo y la procedencia geográfica de las piezas destacadas de la colección que se presenta en México, compuesta por 169 objetos.
De igual manera, durante el recorrido por la exposición, el público podrá consultar un glosario māori-español, que facilita el entendimiento de los términos usados en lengua indígena neozelandesa.
Además de la estación lúdica, el Museo Nacional de las Culturas ofrece una visita escenificada por la exposición, todos los sábados y domingos a las 12:00 horas.
Los martes de junio, de 18:00 a 20:00 horas, se desarrollará un ciclo de conferencias, a cargo de la especialista Raffaela Cedraschi, investigadora del MNC.
La exposición E Tū Ake: Orgullo māori aborda la historia del pueblo indígena neozelandés a partir de más de centenar y medio de piezas, entre esculturas, adornos, objetos de uso cotidiano y sagrado, elementos arquitectónicos, banderas, fotografías, gráfica contemporánea y documentos audiovisuales; algunos objetos son ancestrales, toda vez que datan del año 1500, y forman parte de la colección Taonga māori (tesoros culturales māori), una de las más importantes del Museo de Nueva Zelanda “Te Papa Tongarewa”.
El Museo Nacional de las Culturas se ubica en la calle Moneda 13, Centro Histórico de la Ciudad de México. Horario: 9:00 a 17:00 horas. Costo: 47 pesos. Entrada libre a maestros, estudiantes, niños menores de 13 años, pensionados, jubilados, maestros y estudiantes con credencial vigente. Domingo: entrada gratuita a público nacional y extranjeros residentes.