RECORDANDO A MARIANA
Mariana Yampolsky estableció siempre un diálogo con las tradiciones de México, a las que capturó de forma viva mostrando en cada imagen los latidos de un pueblo al que estuvo conectada profundamente.
Los participantes en la mesa redonda La memoria de una lente, miradas de Mariana Yampolsky, estuvieron de acuerdo con esta apreciación de Arjen van der Sluis, presidente de la fundación que lleva el nombre de la fotógrafa nacida en Chicago, Illinois y que durante años estableció un vínculo con nuestro país, hasta su muerte en 2002.
En la mesa redonda realizada el miércoles 2 de mayo, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, estuvieron también presentes la investigadora Rebeca Monroy, Ramón Jiménez-Cuen, director del Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO), y los fotógrafos Pablo Ortiz Monasterio, Alicia Ahumada y Pedro Valtierra.
Con la moderación de Carmen Galán, la charla giró en torno a las anécdotas y vivencias de Mariana Yampolsky en nuestro país, así como al análisis de su obra visual que además de la fotografía incluyó el grabado, siendo la primera mujer que ingresó al Taller de la Gráfica Popular.
Arjen van der Sluis definió a su esposa como alguien que nació con una generosidad natural y que entregó su vida a servir a los demás, abriendo su casa y dando su tiempo y dinero a cualquier causa que considerara justa.
Por su parte, Rebeca Monroy señaló que Mariana Yampolsky se dedicaba con pasión a cualquier proyecto que significara rescatar la memoria sobre un fotógrafo, tal fue el caso del proyecto de exposición y catálogo de la obra del fotorreportero Enrique Díaz.
«Hay aspectos de ella inolvidables, como la mancuerna que hacía con Elena Poniatowska cuando ambas preparaban reportajes, una en las letras y la otra en la cámara, hay un libro joya que las dos hicieron en colaboración, Bailes y Balas, donde las imágenes de una complementa los textos de la otra y viceversa».
Y agregó: «La obra de Mariana Yampolsky reivindica la importancia cultural de México, su legado es inigualable, porque la crítica social de sus imágenes fue un sólido argumento en los ojos de nuestro pueblo».
Alicia Ahumada, quien colaboró con Yampolsky a lo largo de 20 años, rememoró cuando la fotógrafa detenía el coche en cualquier lugar si veía algo interesante y digno de ser capturado por su lente.
«A veces en un solo viaje corto regresaba con 30 ó 40 rollos, llegó un momento en que en mi laboratorio trabajaba exclusivamente para ella. Yo la recuerdo llenando con sus imágenes mi cuarto oscuro, pareciera que fuera ayer cuando lo visitaba todos los días».
Durante su intervención, Pablo Ortiz Monasterio aseguró que lo que aportó Mariana a su vida fue esa sensación de alegría vaciladora que se fijaba ante todo en la parte humana de los demás, siendo su gran socia Elena Poniatowska.
«Lo formidable es que Mariana publicó muchos libros, tan sólo en mi biblioteca tengo 11 y no son todos. En el gremio se le recuerda como alguien muy maternal y dulce, alguien con un gran ojo para temas específicos, los suyos eran la arquitectura, el maguey, los guajolotes, pero ante todo la gente y la calidad humana».
Como editor de la revista Claroscuro, Pedro Valtierra mencionó que Yampolsky fue una creadora que siempre aportó el respeto a la cultura y los seres humanos.
«Su forma de ver la luz habla de la reivindicación de la historia, no hay soberbia en sus imágenes, sino una invitación a preocuparnos por el arte milenario y por sus creadores».
A su vez, Ramón Jimenez-Cuen destacó que a través del legado de Yampolsky se comprueba que la fotografía reclama nuevos planteamientos, redefiniendo la imagen con nuevas búsquedas.
«Mariana tuvo una sensibilidad melancólica, retratando una mexicanidad casi perdida; fue una mujer nómada, humanista, modesta, educada e ilustre, con una necesidad imperante de reivindicar lo olvidado».
Y concluyó que la artista «logro capturar momentos con dedicación, honestidad y humildad, sin allanamiento a aquello que retrataba; se negó al surrealismo para ir mas allá, en pos de imágenes reales y casi barrocas».
Es bueno saber de Mariana Yampolsky, su obra y la manera tan particular de ver México con su cámara, el que la recuerden, pero también siento infinita nostalgia al saber cómo vamos perdiendo esos seres tan mágicos que nos mostraban en un sustrato la magia del blanco y negro, la puntual cita en ese segundo plasmado en fotografía y mostrado en cualquier rincón de una sala de exposición, pero ahora todo se pierde, el arte de la fotografía se ve extinta y aunque hay varios que desean sobresalir parece desvanecerse, esperemos que no y que nos sigan maravillando con esos momentos congelados por una lente.