NIÑAS FOTOGRAFIANDO OAXACA
Por Ana Luisa Anza.
Quizá cuando tomó por primera vez una cámara, María Esther nunca pensó que podría capturar la mirada de quien la observa ahora, tranquila, sosiega, confiada en que quien está detrás de la lente es una de ellas. Tal vez no sabía que la niña de la Sierra Norte esparciría su mirada para que todos vieran la dulzura de sus ojos.Tal vez cuando Araceli vio ese pequeño árbol no se percató de la grandeza que lo rodeaba sino hasta que lo plasmó en una fotografía, o puede ser que María del Carmen estuviera dispuesta a jugársela en experimentar con pares de zapatos que se repiten mientras contemplaba la multiplicación de los pies a través de la imagen.
No sabemos de la sorpresa de Itzel Abigail cuando vio las torres invertidas y acuáticas que antes había contemplado tan normales, tan aburridas, sólo viendo como siempre, a lo alto, hacia el campanario, con la forma de mirar que no busca nuevas formas.
[slideshow_deploy id=’49757′] Tampoco conocemos qué tanto buscó la luz del agua Deysi para encontrarle forma a las piedras, o si Alma Delia buscó intencionalmente encontrarle una salida a la humareda de nubes aborregadas que surcaron su cielo claro.
Quizá Daniela quiso capturar el movimiento necesario para el tañido de unas campanas y nos ofreció más que eso: casi el sonido mismo, no igual pero casi tan fuerte como el de la leña que se quiebra en la imagen que Sidney Paulina encuentra en el trabajo de las mujeres de su tierra.
Podemos imaginar a Concepción esperando el momento preciso del movimiento de las chivas en la milpa, o a Daniela jugueteando con la luz del atardecer que le permitiera hablar con las sombras, o a Evelia Nayeli aguantando la mirada de tú a tú con los perros que la miran con curiosidad.
No sabemos si la otra Deysi contó las bancas del parque para encuadrarlas de forma perfecta con la fronda de los árboles, o si Leticia pasó casualmente por el monte que le dio la vista perfecta del pueblo o si calculó paso a paso y hora por hora para regalarnos una estampa hecha de cúpulas, arcos y árboles.
Todo es quizá, tal vez, no sabemos. Pero lo que es cierto es que miramos imágenes que nos sorprenden, no sólo por su belleza, sino porque alguien nos contó la historia detrás de sus autoras. Las artistas de la fotografía se lanzaron al mundo, al suyo, y capturaron para que los demás pudiéramos ver.
Tras sólo un corto taller con la fotógrafa Marcela Taboada, hoy sus fotos están reunidas en el calendario que el Fondo Guadalupe Musalem vende para recaudar recursos para seguirles permitiendo tener una educación y que se vuelvan miembros activas en las transformación de sus comunidades.
Puedes llamar para comprar un calendario a Cuartoscuro, con Viridiana Sandoval, al (55) 5211 2607 o a suscripciones@cuartoscuro.com O bien, pasar directamente a nuestras oficinas.
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