Mexichrome / El libro-catálogo
Subes las escaleras del Palacio de Bellas Artes hasta el segundo piso atraído por el título de la exposición: Mexichrome/ Fotografía y color en México. Como no has leído nada de la muestra, imaginas que verás una selección de imágenes, obligadamente en color, con las visiones de diversos personajes que retratan a nuestro país.
No te equivocas pero sí, pues más allá de una simple muestra se tata de una lección de historia que sorprende, especialmente porque habla de un pasado tan reciente. Cierras los ojos y piensas que, honestamente, si hubieras ido hace poco más de dos décadas a la misma exhibición, habría explotado tu esencia cromofóbica, hoy básicamente desaparecida porque sí, te has acostumbrado a que las exposiciones de foto pueden ser también en color.
Pero sabes que la cromofobia hubiera salido a relucir, esa misma que el curador de la exposición y editor del catálogo, James Oles, y otros autores del mismo, tan bien dibujan. Jamás lo habrías considerado un tema de reflexión, pero ahora te queda claro que durante mucho tiempo se pensó que la foto en blanco y negro era más exacta y artística, mientras que el color hacía a lo retratado algo más ¿comercial? ¿estridente? ¿publicitario? Menos “serio”, por lo menos.
El dilema, comenta Oles en su texto “Más allá de la cromofobia fotográfica”, puede resumirse en una frase de la historiadora de arte Lisa Hostetler: “A veces la fotografía en color se consideraba demasiado artificial para ser real; otras veces demasiado literal para ser artística”. Y no es que no hubiera color. Aquí ha estado desde mediados del siglo XIX, como en las albúminas coloreadas a mano. Más tarde con las fotografías pintadas, en las postales comerciales, en la experimentación de técnicas alternativas para no usar los productos
económicamente inaccesibles para tantos, como la goma bicromatada. Insisto. No es que no lo hubiera; es solo que la historia de la fotografía en color en México no ha sido suficientemente estudiada.
“En lugar de un estudio completo […] Mexichrome podría entenderse como una provocación o, mejor dicho, el punto de partida de algo mucho más grande, un llamado a la acción”, señala Oles. Entonces entras a la muestra y comprendes el reto de tratar de repasar el territorio de la foto en color a través de la historia y bajo diferentes temáticas, con 180 obras de 130 fotógrafos –ya sea mexicanos, residentes, visitantes o viajeros– que te permiten apreciar la variedad de los procesos y formas de impresión: fotolitografías, ambrotipos, impresiones contemporáneas de negativos inéditos o de transparencias, platas sobre gelatina pintadas a mano, Cibrachromes vintage, etc.
Piensas ahora que quizá si hubieras leído parte del catálogo antes de ir a la expo, habrías comprendido mejor la intención de la misma y el trabajo que hay detrás de ésta. Además del artículo de Oles, los cuatro ensayos de historiadores (Sally Stein, Laura González Flores, José Antonio Rodríguez y Claudia Pretelin), así como los testimonios de tres fotógrafos (Max Kozloff, Mariana Yampolsky y Rubén Ortiz Torres) son un esbozo interesante sobre cómo el color se fue infiltrando para quedarse, al menos hasta ahora, como un imprescindible, o como una opción ya libre de prejuicios. Pero también está el cuestionamiento que los fotógrafos mismos se hicieron en un tiempo.
Entenderás algo de esa diferenciación que muchos, fotógrafos o no, hicieron entre el color y el blanco y negro. Y recordarás tal vez completa la reflexión de Mariana Yampolsky: “El color tiene su propio lenguaje y cuando quiero transmitir su sentido acudo a él. Sin embargo, esto no se puede decidir de antemano. El color no siempre está en algo que es fijo, como en la arquitectura y las flores. ¿Qué es lo que uno busca en una fotografía? Hay que empezar por ahí. En el momento de las emociones humanas, creo que el color sale sobrando. No sé si me expolico: si veo a una mujer con gran dolor porque ha perdido a un hijo, no me afectan el negro o el violeta de su indumentaria sino sus emociones y quiero, con todo respeto, detener ese instante.
En este caso, es el dolor, no es color, lo que quiero capturar”. Por supuesto, hay otras opiniones y formar de optar. Por eso vale la pena adentrarse en esta propuesta historiográfica que es mucho más que un catálogo: es un estudio compuesto por muchas voces para desentrañar un fenómeno tan escasamente explorado hasta ahora.
El libro-catálogo fue producido por la Secretaría de Cultura y el INBA con el apoyo de Fundación Televisa, Fundación Mary Street Jenkins y Amigos del Museo del Palacio de Bellas Artes. Puede conseguirse en la tienda del museo. La exposición Mexichrome: Fotografía y color en México estará abierta al público hasta el 10 de marzo de 2024, de martes a domingos de 10:00 a 18:00 horas.