LIBORIO Y SU CUBA
Cuba amaneciendo
Por Alina Perera
Si en la fotografía todo fuera como elegir una imagen y apretar el obturador, no nos tomaríamos el trabajo de hablar de arte, de círculo mágico como ese “ojo de buey” al cual aludió el poeta Lezama Lima en su pórtico al libro Temporada en el ingenio, homenaje al mundo azucarero que el Che había sugerido hacer, y que estuvo preñado de iconos nacidos de la lente magistral de mi entrañable amigo Chinolope.
Si la buena fotografía no fuera pensada antes de hacerse como si fuera una estampa bordada a mano, entonces no podríamos distinguir entre quien sabe mirar y crear, y quien no; entre aprendices, y consumados creadores como Liborio Noval, quien ahora nos regala paisajes cubanos a los que solo falta el enmarcado más fino.
Atrapó Liborio, en más de una ocasión, la salida del sol: el color del aire nos da esa sensación de frialdad y pureza que nos invade cuando el día es nuevo. Y atrapó también un arco iris en Holguín, que parece una cinta para princesas.
Gracias al cuidado que el fotógrafo ha puesto en su arte, de pronto nos sorprende la belleza de la vieja Habana, o del monumento dedicado a José Martí, o del Valle de Viñales.
Sí que hay orfebrería en este empeño de pintar. ¿Qué es, si no, la vista de LaHabana desde el Morro, a cargo de Liborio?: pareciera que un ser divino está abriendo un ojo y que por él se escapa la luz y se derrama como cosa de encantamiento sobre la ciudad.
Tras el fallecimiento del fotógrafo, el Convento de San Francisco de Asís, uno de los sitios emblemáticos de la Habana antigua, acogerá las cenizas en el traspatio de este inmueble, en tanto Noval siempre fue un devoto de la Habana Vieja y un asiduo visitante de esta singular zona de la capital cubana, con la cual colaboró activamente como parte de los proyectos que acomete la Oficina del Historiador.
Considerado uno de los más notables testimoniantes de la épica revolucionaria cubana, su lente también dejó constancia gráfica de los lugares más emblemáticos de la añeja ciudad y la monumental obra de restauración que ejecuta allí la Oficina del Historiador, imágenes que recogió en su libro Solo detalles.
A la espera de concluir la lápida y nicho, que perpetuarán para siempre la memoria del también corresponsal de guerra, sus cenizas reposan en el lobby de Habana Radio, institución con la cual lo unieron lazos fuertes de trabajo, además de atesorar algunas de sus instantáneas.