LA FRACTALIDAD DE LA MEMORIA

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Roberto Santa Anna T.

Augusto Mandujano, nos entrega «Paisajes sin imaginario» una serie de imágenes fotográficas en las que intervienen diferentes aspectos físico-temporales. El sabe –- lo he constatado en amenas charlas— que, como lo han reflexionado pensadores del calibre de Susan Sontag y John Berger, la fotografía tiene un lazo indisoluble con ese caprichoso voluntarismo humano que es la memoria, y digo voluntarismo porque biológicamente esa facultad la compartimos con otras especies, como es el caso de los sorprendentes elefantes.

Una memoria que se esmera en contrastar tiempos no unísonos, ya que puede ir del pasado al presente, o querer atrapar algo para su constancia futura, donde se cree, otros serán quienes aprecien esos momentos, en este caso petrificados en las fotografías.

Y Augusto se esmera en ese ejercicio de memorización en la exploración que con su cámara y experiencias, hace de su visita a la isla de Cuba, concretamente a la Ciudad de la Habana. Así, fiel a su oficio, su ojo selecciona y discrimina, buscando atrapar en los encuadres la belleza y lo sublime de paisajes de mar y tierra, donde lo humano evidencia su fragilidad ante la majestuosidad de la naturaleza, pero también capta esa firme intervención civilizatoria para modificar, embellecer y funcionalizar el entorno.

Es en ésa intervención a través de la historia, donde varias fotografías hacen constatación de la conjugación de variados tiempos yuxtapuestos, en una especie –como en un buen son– de síncopa histórica. Enseñándonos a los espectadores la convivencia de épocas como son la pre-revolucionaria, la revolucionaria y donde se pretende intuir lo que vendrá con el tiempo. Épocas, que el ojo de Mandujano puede atrapar en un solo instante en una esquina de la ciudad. Al fin de cuentas, otra de las tareas de un fotógrafo es indagar.

Después de esa exploración vivencial y óptica realizada por Augusto, viene otra parte que no por apartada y silenciosa es menos importante para la concreción de un trabajo fotográfico de calidad. La laboriosidad en el cuarto oscuro. Fundamental para lograr toda la gama de matices del negro al blanco y la debida sutileza cromática, que enfatice los ritmos de las formas atrapadas. Para rematar imprimiéndolas por medios digitalizados de inyección de tinta. Y así, lograr otra conjunción de tiempos, éstos, entre lo analógico y lo digital y entregarnos un portafolio de imágenes. Dispuestas, todas ellas, para la fractalidad de nuestra memoria.

 

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