LA FOTOGRAFÍA ES UN VIAJE. ENTREVISTA CON EDUARDO LOZA
Por Carolina Romero
Cuando era niño, Eduardo solía leer el periódico que su padre compraba diariamente. Mientras hojeaba el Ovaciones de la Tarde, la única idea que cruzaba por su cabeza era ser reportero de nota roja.
Alimentado por el ambiente noticioso de Tepito, su barrio, el sueño que tenía de ser
periodista de policía se vislumbró más cercano cuando entró a estudiar comunicación en la UNAM. Pero su verdadera historia comenzó a escribirse el día que empezó a tomar clases de fotografía y realizó sus prácticas como fotógrafo en una delegación.
“Para mí la fotografía ha sido un viaje bien padre”, releva Eduardo en entrevista para Cuartoscuro. En ésta encontró la posibilidad de informar y contar historias como parte de su naturaleza periodística irrenunciable.
Para él, hacer una toma es tener la posibilidad de segmentar la realidad según el criterio de quien tenga la lente entre las manos, y su conocimiento sobre el lenguaje fotográfico.
“Conocimiento, habilidad, olfato periodístico y sensibilidad son los componentes para armar imágenes de calidad. La fotografía periodística no tiene que ilustrar un texto, tiene que correr por sí misma con su propio discurso. Eso es una chingonería”, menciona el actual editor de fotografía de la Revista La Capital.
Una vez concluidas sus prácticas profesionales en las delegaciones Venustiano Carranza e Iztapalapa, trabajó en Cuartoscuro, El Universal y Emeequis. Sus primeros pasos en el medio los dio en el diarismo, fue entonces cuando comenzó su “fogueo”.
En 2006 conoció a Humberto Padgett, periodista con el cual formó una mancuerna que prevalece hasta ahora. Los reportajes que hacían no sólo se quedaban atrapados en las páginas de Emeequis, también buscaban temas sociales que pudieran explotarse más.
En pláticas entre cafés y cervezas fue como surgieron las ideas para conformar el acervo de investigación que han realizado juntos, el cual ha dado como resultado los tres libros que tienen publicados: Los muchachos perdidos; A mí no me va a pasar, cómo entender la trata de personas desde sus historias y Las muertas del Estado.
Cuartoscuro: ¿Hacia dónde se inclina tu trabajo y qué es lo que más te gusta de ser fotoperiodista?
Eduardo Loza: La parte de hacer reportajes sociales, platicar con gente que jamás ibas a conocer, o jamás pensaste que existía. Esa parte. Conocer gente que puede padecer enfermedades, que ha cometido delitos, que vive en contextos de violencia, gente discapacitada. Yo creo que eso es cuando empiezas a aprender en la vida. En la historia de un periodista, cuando empezamos a ver estos temas o que esta gente existe adquieres una responsabilidad pero es una chingonería.
Para el diario haces tu foto, una o dos, que sea publicable, estética o que venda. Esta parte de investigar, adentrarte, conocer el contexto de la gente común es lo que a mí me llama la atención. Millones de veces más rico saber la historia de tu vecino que de tu diputado.
CO: Cuéntame de los libros
EL: Hicimos 3 libros: Los muchachos perdidos, historias de chavitos en las correccionales del D.F.; un ebook de trata de personas, de chavas rescatadas, A mí no me va a pasar, y Las muertas del Estado, sobre las historias de las mujeres asesinadas en el Estado de México.
Las experiencias de fotografiar en los tres fueron diferentes, pero generalmente hicimos retratos y vida cotidiana en Los muchachos perdidos, igual en Las muertas del Estado fue mucho retrato.
CO: ¿Cómo hiciste para retratar la muerte de los feminicidios que se relatan en el libro “Las muertas del Estado?
EL: Empezamos a platicar con los familiares y ellos decidieron compartir las historias, esa es la clave. Escuchando lo que decían nos daban pistas de los objetos y los momentos de la familia que podíamos fotografiar. Buscábamos su rastro, traer la información suficiente para que la conociéramos, aunque estuviera muerta.
Para las entrevistas con chicas que han sido rescatadas de trata, por ejemplo, había un punto en el que coincidían las historias: un pueblo que se llama Tenancingo en Tlaxcala, muy popular ahora y conocido por ser tierra de padrotes. Las chavitas nos contaban que sus casas eran como castillos, entonces nos lanzamos a verlos, ahora sí a documentar ese contexto con la imagen, esa es otra de las misiones que tenemos.
CO: ¿Qué satisfacciones te ha dejado tu trabajo como fotoperiodista?
EL: En el caso específico de la señora Irinea, que su hija fue asesinada, nos pidió el libro para anexarlo al expediente y reabrir el caso de su hija, que ya iba a ser tratado como feminicidio. Cuando la señora sale de la corte ese día, cuando ganan, lleva su libro en el brazo y sale en las fotos y en los periódicos con su libro. ¡Chingón! Es ahí cuando tu chamba sobrepasó las páginas y ayudó en un caso específico. Además es un caso que es gigante porque sienta precedente en el trato de los feminicidios en México. Haber ayudado a esa gente valió la pena todo.
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