LA ARTIFICIOSA EXPERIMENTACIÓN
Por Blanca Ruiz
Más allá de la evolución técnica, cambio de tendencia y creciente circulación de la fotografía que desde hace tiempo se percibe en las bienales, el punto de inflexión de la XVII Bienal de Fotografía reside en que no hay una coherencia entre el tratamiento formal y el planteamiento conceptual: en la mayoría del conjunto expuesto en el Centro de la Imagen, las obras no se sostienen ni como fotografías ni como piezas artísticas que pretenden interactuar con esta práctica.
La fotografía es conducida a los márgenes con una artificiosa experimentación: obras tridimensionales, instalaciones con técnicas mixtas basadas en apropiaciones de redes sociales —Instagram, Flickr, WhatsApp, Facebook, memes—, una hibridación entre álbumes propios o ajenos, con procesos actuales y antiguos —cianotipias, Van Dyke, estenopeicas— y, pese a que el discurso o intención del autor pueda ser propositivo, en muchos casos éste se queda en la cédula como un texto muy distante de la pieza. Cabe aclarar, aunque también se difunden obras sólidas en forma y fondo, que gran parte del montaje resulta frío, fugaz.
Como ejemplo, los dos primeros lugares: Every nigth temo ser la dinner, de Sofía Arzayagoitia (Monterrey, 1987), se llevó el premio mayor aun cuando se trata de una pieza en proceso iniciada en Madrid que representa “una metáfora cargada de ironía sobre cómo llegué a sentirme alguna de esas noches, en un universo fundamentalmente masculino, nunca estaba segura si me iban a pedir una cita o a increpar por querer hacerles fotografías”.
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