POR AMOR AL PULQUE

Una selección de 35 fotografías sobre el pulque,  bebida ancestral, su entorno cultural, social y económico se exhiben bajo el título: “El Pulque y sus bienquerientes” en el Museo Nacional de Agricultura, en una exposición organizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), a través de la Coordinación Nacional de Antropología y la Universidad Autónoma de Chapingo.
El acervo proviene del Fondo Casasola que resguarda la Fototeca Nacional del INAH y de los fotógrafos Nacho López, (parte de un fotoensayo titulado México acostumbra echarse una copa a las dos de la tarde), así como de Marco Antonio Cruz (de la serie, La hija de los apaches, la última pulquería de la colonia Roma), imágenes que se encuentran publicadas en la Revista Diario de Campo correspondiente al trimestre Abril-junio de 2012
El espectador podrá apreciar desde la extracción del aguamiel; su paso por los tinacales y hasta su consumo; los peculiares nombres de las pulquerías; las fachadas y sus interiores; los protagonistas y sus estados de ánimo; sus actitudes; el ambiente en el interior; el departamento de mujeres y los orinales, entre otros espacios que transmiten movimiento y permiten adivinar los sonidos y hasta los olores de estos populares centros de reunión.
Según detalla la publicación cuyo tema fotográfico está dedicado al pulque, de acuerdo con el tonalamatl –calendario adivinatorio de los aztecas- el signo de quienes nacían en un día ome tochtli -“dos conejo”- era el de la borrachera. Este augurio no debía tomarse a la ligera, porque al menos estaban implicados Mayahuel y Tezcatzoncátl, los mismísimos dioses del maguey, el pulque y la embriaguez y los sacerdotes encargados del culto eran los centzontotochtin, que en español significa “400 conejos”.
Durante la Colonia el pulque se desacralizó y algunos españoles con visión de negocio se dedicaron a explotarlo de manera comercial, mientras que otros –los más- se aficionaron a su consumo.
El 18 de noviembre de 1546 se abrió el primer establecimiento donde se expendía la blanca bebida en la Ciudad de México pero casi de inmediato las autoridades civiles y religiosas desacreditaron su consumo hasta que entre 1607 y 1625 estuvo prohibido, lo que sirvió sólo para elevar su precio y las ganancias de quienes traficaban con el.
Los castigos variaban según el infractor. Había alcohólicos de primera –los españoles- y los beodos de segunda –los naturales-, tal y como revelan las ordenanzas reales de 1771 que establecían que los indios que se encontrasen borrachos serían conducidos a la cárcel y al otro día se les aplicarían 50 azotes en el palo de la plaza mayor.
Una vez consumada la independencia en 1868 apareció publicado en el periódico progresista La Orquesta un artículo en el que el fermentado tomó la palabra para denunciar la persecución de la que había sido objeto y demandar un trato digno de los gobiernos nacionalistas.
Sin embargo pocos años después Porfírio Díaz arremetió contra el pulque y apoyó de manera decidida a la cerveza: ¡Tarros sí…jarros y tornillos no!
En 1882 el también denominado octli, neutle o tlachique, representaba el 94% de las bebidas que se consumían en México, pero en 1929 la cifra se redujo a 58% y en 1945 cayó hasta el 48%.
En la actualidad su producción aún es artesanal y su consumo es cada día menor, pero –aclara la publicación-, nadie puede darlo por muerto pues las imágenes mostradas prueban que en las últimas décadas al pulque no le han faltado bienquerientes de corazón.
La muestra se exhibe en la Sala Principal del Museo Nacional de Agricultura de la Universidad Autónoma de Chapingo, ubicada en kilómetro 38.5 de la carretera México-Texcoco y permanecerá abierta a partir del 18 de octubre y hasta el 16 de noviembre y la entrada es gratuita.

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