Gale Lynn: Eclipses

Texto de Juan Bautista Peiró López publicado en la revista CUARTOSCURO 134 (octubre-noviembre 2015)

Ver siempre me ha parecido algo mágico, por mucho que la visión fisiológica se pueda explicar mediante un exhaustivo proceso científico. Abrir los ojos y embeberse de todo lo que nos rodea es un milagro que se renueva a cada instante. El mismo proceso con múltiples, diferentes, incluso contradictorios, resultados.

El ojo mecánico de la cámara fotográfica introdujo una nueva dimensión ciclópea que no ha hecho sino acrecentarse desde su invención. Ya la ninfa Panoptes, convertida en pavo real con su cola repleta de ojos infinitos (panóptico, el ojo que todo lo ve), anticipaba las derivas exploratorias y controladoras del ojo avizor y vigilante. Ver y saber, la luz asociada al concepto escolástico de claritas, concitaba la secular asociación entre luz, belleza y verdad girando en torno a la figura del creador. Siglos después, el papel certificador de la realidad asociado durante décadas a la fotografía se vino abajo con las posibilidades infinitamente engañosas de manipulación de la imagen digital.

Pero la luz no existe sin arrojar sombras, ni tampoco podemos ver directamente un foco luminoso sin quedar cegados cuando no ciegos. Por el contrario, las más de las veces, es a través de las sombras que podemos vislumbrar alguna certeza teñida de incertidumbre, alguna luz que nos alumbra alguna verdad relativa o cuanto menos plausible.

Ver las imágenes fotográficas de Gale Lynn ha supuesto un complejo ejercicio de exploración e introspección, de análisis y de reflexión, de abrir los ojos para ver y cerrarlos para sentir y pensar y soñar y seguir viendo lo que ya no sabemos si vimos pero sí sabemos cuál fue su origen. De esta última palabra proviene etimológicamente original, y en este sentido podemos afirmar la fuerza y la potencia de este trabajo marcado por la ausencia del color y el registro sutil de variaciones lumínicas. Luz es estado necesariamente impuro, felizmente animado por esas sombras entre las que no dejamos de ser y estar.

El cielo en la tierra, bien puede servir para señalar justo lo contrario de lo que nos ofrecen estas recurrentes vistas cenitales de suelos domésticos sobre los que se depositan objetos tales como estrellas marinas, moldes y filtros de papel, pinzas de ropa, bolsas de plástico, caracolas… Fondos no marinos de geometría modular cuya retícula se entrecruza con las sombras arrojadas por las manos y brazos —y ocasional y fragmentariamente— la cabeza de la propia autora.

Nuestra mirada flota suspendida y sorprendida mientras se acomoda a ese ver desde arriba, desde el aire, desde ese elemento propio de la ensoñación (dejar volar la imaginación) que es de igual manera el medio por excelencia de la luz física y del espacio simbólico a ella asociado.

Oposición radical entre la horizontalidad terrestre y la verticalidad aérea que entrecruza y sostiene la solidez evanescente de la dialéctica visual que impregna estas series fotográficas. Frente al delicado juego de interposiciones, superposiciones, fusiones que se suceden en el eje vertical, se confronta una evidente horizontalidad que se subraya enfáticamente mediante un juego de repeticiones secuencializadas en series de dos o tres elementos.

Fragmentación y repetición de breves series que introducen una temporalidad cercana a la secuencia fílmica congelada en el espacio. Mientras lo onírico se filtra entre los juegos de luces y la sombras de los objetos, el tiempo se desliza por el espacio inmóvil que se repite en el plano secuencia.

Imposible no subrayar el complejo uso que Gale Lynn realiza de la simetría. Seguramente porque nada existe sin su contrario en la naturaleza y por ser la contradicción inherente al ser humano en particular, es por lo que la simetría (oposición perfecta de los opuestos) ha devenido secular paradigma de belleza visual y de construcción (en todos sus sentidos).

Con grandes dosis de inteligencia y sensibilidad, Gale mantiene y subvierte el principio estético de la simetría como patrón rigurosamente conceptual que transgrede con sutiles variaciones en las diferentes soluciones plásticas que nos ofrece en cada una de sus piezas. Repetición y diferencia como ingredientes tan necesarios como vivificadores de estas series fotográficas. Integración de contrarios que se suceden en el espacio y en el tiempo y que no son, en definitiva, sino correlatos visuales de esa oposición existencial entre ser y no ser.

Arriba y abajo, vertical y horizontal, único y múltiple, cotidiano y extraordinario, objeto e imagen, realidad y ficción, pasado y presente, noche y día, luz y sombra, historia y futuro….

Blanco y negro, no colores que son síntesis (aditiva o sustractiva) de todos los colores. Colores luz para el blanco, colores materia para el negro. Telón de luces blancas que brillan sobre el fondo negro de la materia oscura que todos somos. Sombras…

 

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