Fotobordado, otra manera de contar historias: Paula Haro

Portafolio de Paula Haro publicado en la revista Cuartoscuro 179 (diciembre-febrero)

El mismo dedo con el que Paula Haro apretó el disparador de una cámara Mamiya en la década de los noventa, hoy presiona una fina aguja de la que cuelgan hilos de colores para bordar con puntadas rectas y figuras complejas las fotografías que reveló e imprimió en el cuarto oscuro hace ya más de 20 años. En la técnica del fotobordado hay espacio para la magia y el surrealismo: nos lleva a soñar despiertos y a entender la fotografía desde otra perspectiva.

Desde muy joven Paula se interesó por documentar la vida cotidiana en la capital, su ciudad natal, hasta el levantamiento zapatista de 1994 en Chiapas, acompañada de Maya Goded. Su atracción por retratar los rostros de quienes hacen suceder las cosas, de la gente que está fuera de la política o de los reflectores, generó un gran archivo fotográfico que sale de nuevo a la luz para darle una “segunda vida” a través del bordado. Para Paula agregar nuevos elementos no cambia el significado de la fotografía, al contrario, las puntadas sólo realzan lo que ya está ahí. “En realidad el significado que les doy ahora es el mismo que ya tenían en un inicio, pero tal vez antes no entendía cómo plasmarlo”.

Reencontrarnos con una fotografía que estuvo años guardada en una caja es como leer un libro por segunda vez. Y para esto quisiera poner un ejemplo. Cuando leí la novela de El Principito de Antoine de Saint-Exupéry tenía apenas unos ocho años, recuerdo haber quedado fascinada con el pequeño de cabellos rubios que iba de planeta en planeta donde vivían estos peculiares personajes que parecían no entenderlo; pero no fue hasta que la leí de nuevo, diez años después, que encontré  valiosas enseñanzas sobre el amor, la amistad y la complejidad de la naturaleza humana. Tuve que crecer y vivir nuevas experiencias para notar esos mensajes que siempre estuvieron allí. Lo mismo sucede con la fotografía, tal vez al momento de tomarla no se logra procesar toda la información que hay en la escena y lo que los retratados transmiten. Y a eso me refiero cuando digo que el fotoborado es mágico pues, aunque no es posible regresar en el tiempo para tomar la fotografía como nos hubiera gustado, hay hilos para trazar esas historias, historias que han estado impresas en el papel, pero no supieron cómo contarse en su momento.

Pasar la aguja por un lienzo que no empieza en blanco obliga a Paula a estar en el momento; las intervenciones implican un trabajo que a veces puede extenderse hasta 15 días. Mientras borda, silencia al mundo para comenzar un viaje al pasado: de pronto es la niña que aprendió a bordar sola a prueba y error, y a ratos la joven que cargaba su cámara y se quedaba durante horas en un lugar para tomar una fotografía. El fotobordado existe a cambio de una carga de nostalgia capaz de revivir momentos que se vuelven atemporales; los hilos unen sentimientos y en esa unión se honran los recuerdos y el sentir de los fotografiados y del fotógrafo.

“Fotografiar los sentimientos y que salgan en una imagen es muy difícil, no sólo los sentimientos de lo que estás viendo en la imagen, sino el sentimiento con los que fue tomada, y de alguna manera creo que el fotobordado me ha dado esta posibilidad de exploración interna”, me platica Paula, en una charla que mantenemos por videollamada, debido a la distancia de mil 300 kilómetros que separan a Mérida, donde reside, y la Ciudad de México.

Esta técnica exige de paciencia, se convierte en un ritual hecho a mano que de cierta forma extrae el aura de los retratados, auras de colores que Paula interpreta con diferentes elementos. Como este nido que rodea al niño y sirve como una especie de escudo. La fotógrafa me cuenta que este pequeño mantiene esa posición de defensa, luego de haber sido rescatado entre los escombros de un edificio que cayó con el sismo de 1985.

Un detalle que le suma mucho valor a las piezas de Paula es que varias de ellas son únicas, no sólo por el hecho de que cada puntada es  única entre sus iguales, también porque sólo existe una fotografía impresa de un negativo que ya no existe. Una vez que la imagen está intervenida no habrá una versión original nunca más.

En tiempos donde la Inteligencia Artificial ya nos alcanzó y cada vez estamos más desconectados de los demás y sobre todo de nosotros mismos, el fotobordado llega como una bocanada de aire fresco que nos exige una pausa para reflexionar y mirar con más detenimiento las imágenes.

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