EN BUSCA DE LAS NO FRONTERAS: LOURDES GROBET
Por Ana Luisa Anza
Pero el sueño de alguien más. Del de Yolanda Muñoz, a la que se le ocurrió decirte, así como al paso, que en su noche había cruzado el Estrecho de Bering mientras tú la retratabas.
No pudiste dejar atrás el comentario y te fuiste a seguir los pasos del tal Bering pero al revés, a atravesar los 60 kilómetros que separan Alaska de Siberia e intentar cruzar —me imagino en cámara lenta— esa línea del tiempo, una más de las fronteras imaginarias que hay que romper.
Pero llegaste a la Diómede Menor, la estadounidense, y avistaste desde su costa la otra isla, la Mayor, la rusa, a la que no pudiste ir porque una base militar ha creado otras barreras, de husos horarios, de países, de trámites y visas y burocracia. Pero desde allí viste la inmensidad.
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