EL STILL: UNA TRAMA SUSPENDIDA
El still cinematográfico o el instante de una trama suspendida
Por Héctor Orozco
Todo cinéfilo que se respete comprende que la experiencia fílmica trasciende la hora y media –promedio- que un espectador pasa abducido en la oscuridad de la sala. En los años previos al vértigo del internet y las redes sociales, la experiencia cinematográfica iniciaba con la contemplación de imágenes tangibles producidas ex profeso para la publicidad de las películas. Los stills o fotos fijas eran la base de dicha promoción.
Con frecuencia, los stills inspiraban el diseño de carteles, fotomontajes, folletos e inserciones de prensa. Poderosas composiciones y frases chispeantes llegaban hasta el futuro espectador para intrigarlo, seducirlo e invitarlo a gastar un momento de su vida y unos pesos con la promesa de vivir, junto a sus estrellas favoritas, amores imposibles -“Ella fingía ternura hacia los hombres, pero en el fondo los manejaba con invisibles hilos de perfidia”-, pecados inconfesables -“Tu boca fue mi primera tentación… al minuto siguiente, yo ya era una mujer”- y aventuras extraordinarias -“Un diabólico hombre de ciencia encadena la fuerza nuclear para crear un nuevo monstruo!!!”-.
Una vez en el cine, el espectador cautivo contemplaba uno a uno los stills repartidos entre las vitrinas del lobby. Aquellas fotografías en formato 8’x10’, impresas en blanco y negro –con sus coloridas excepciones-, contenían fragmentos de historias suspendidas que incitaban al público a armar en su mente la trama que en esos momentos acontecía en el interior de la sala o la que se anticipaba como “¡Próximo Estreno!”. Ejercicio de imaginación desenfrenada con el que el espectador se daba vida a ese relato, en ocasiones inexistente, guiado por la azarosa distribución de las imágenes.
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