EL DEVENIR DEL RÍO
En esta exposición confluyen los ríos Tijuana, ubicado en el noreste de México, y el río Mapocho, situado en la zona central de Chile. Estos ríos son el eje central de los trabajos fotográficos El Exilio del Río, realizado por Constanza Bravo, y La Africana, de Javier Aravena.
Ambas series exploran las posibilidades expresivas y conceptuales de fotografiar paisajes a modo de contexto y pretexto para abordar diversas problemáticas, como lo es la complejidad y el precario equilibrio entre la condición humana y el mundo que habitamos. El texto y la curaduría estuvo a cargo de Jorge Gronemeyer.
La exhibición estará hasta 12 de agosto en la galería Resplandor, en la ciudad de Oaxaca.
La serie fotográfica El exilio del río muestra un paisaje, que en la medida en que se avanza, va cambiando, desde el predominio de la naturaleza en el primer trecho, pasando por la ciudad de Tijuana, hasta llegar a la tensión de la zona fronteriza, para tras esto, ya en territorio estadounidense, atravesar la ciudad de San Diego y luego volver a un hábitat natural, el del humedal, que finalmente llega al océano.
Los énfasis del trabajo están en la representación del paisaje y los aspectos ecológicos involucrados, pero sobretodo en la problemática social y humanitaria de un grupo de seres humanos que por diversas y lamentables razones han tenido que buscar refugio de forma absolutamente precaria en el sector de las riberas canalizadas del río previo a la frontera.
Así, la situación de estas personas atrapadas en esta especie de tierra de nadie, se puede entender como una especie de sedimento dejado por una sociedad que fluye vertiginosa a ambos lados de la frontera. De esta manera, sus vidas e historias estancadas contrastan con la libertad del torrente del río.
En tanto, La Africana es una exmina de cobre ubicada en Pudahuel, una comuna periférica de Santiago, la capital de Chile. Esta mina estuvo activa hasta la década de los 70 y a pesar del tiempo transcurrido, se constatan a través de estas imágenes las profundas huellas y la degradación que evidencian claramente el indiscriminado uso económico de este territorio.
Su degradación habla de un paisaje torturado, sometido a una profunda mutación producto de la actividad que ahí se realizaba, primero por su explotación y luego por su posterior abandono.
Estas fotografías, desde las descriptivas panorámicas, hasta la abstracción de los planos de detalle, generan una tensión entre la materia orgánica y el residuo industrial, convirtiéndose en un gráfico testimonio del estado actual del lugar, donde el río Mapocho, ya desprovisto de un cauce artificial —propio de las zonas urbanas que atraviesa— delimita un terreno que evidencia el impacto de los procesos de extracción del mineral, constituyendo un hostil paraje, donde la naturaleza se resiste a desaparecer, un espacio erosionado que surge por la acción humana y en el que encontramos vestigios que dan cuenta de la historia y condición de un paisaje alterado por el hombre.
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