EL DESAFÍO DE LA SUPERVIVENCIA: HUGO LARA




Por Hugo Lara Chávez


En las últimas décadas, el oficio de foto-fijas se ha vuelto un reflejo de la industria fílmica mexicana: lo que en la Época de Oro era un área a la que se le daba cabal relevancia por ser la fuente del material publicitario, ha sufrido los efectos de las crisis y la falta de recursos, se ha pasado a la improvisación e incluso, a su total desaparición dentro de los equipos de rodaje.
José Antonio Íñiguez (México DF, 1954) relata que, entre sus primeros trabajos como foto-fija del cine mexicano, le correspondió cubrir una curiosa petición: realizar una sesión para La mujer de Benjamín (1990), la ópera prima de Carlos Carrera, cuya filmación había concluido semanas antes. Los productores se habían dado cuenta de que no tenían fotografías para la promoción e hicieron un llamado a los actores a los Estudios Churubusco, donde posaron para Íñiguez en un set que daba la impresión de pertenecer al filme.

Esto da una buena idea de la indiferencia con la que se suele tratar a esta especialidad, clave para la publicidad de una película, pero que recurrentemente escapa de las prioridades de aquellos productores y realizadores que desconocen su importancia.
Íñiguez ha tomado las fotos de más de 30 películas, entre ellas Miroslava (1993), de Alejandro Pelayo; La reina de la noche (1994), de Arturo Ripstein; Cilantro y Perejil (1995), de Rafael Montero, y Kada kien su karma (2008), de León Serment. En varias de ellas, en calidad de freelance, compartió su función con otro fotógrafo comisionado por el sindicato, como establecían las viejas reglas de la industria.

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