DOCUMENTAR LA FICCIÓN: ELISA LOZANO
Por Elisa Lozano
Para Manuel de Luna, quien ve con el corazón
«Como paradoja fotográfica, hay que decir que la llamada foto fija es mucho más rápida, impetuosa y móvil, que la cámara de acción del cine, intrínsicamente reflexiva y pausada. Quien maneja bien una cámara y una imagen fija, puede aprender con facilidad a operar y componer en una cámara de cine, pero no al revés.» _ Rodrigo Moya
En tiempos recientes, el still cinematográfico ha ganado, por derecho propio, un lugar en la llamada historia visual y ha sido revalorado, por los datos que aporta, como una fuente documental apreciada por los estudiosos del cine y como un cotizado objeto de colección para los cinéfilos.
A manera de antecedente podemos decir que de manera informal, la presencia del fotógrafo de fijas o stillman es constante en nuestro país desde el inicio del cine de argumento o ficción en 1917, año en que J. Jamet (probable seudónimo de Manuel de la Bandera) filma la película La luz. Aunque por entonces no existía sindicato alguno, ni se le reconoce en los créditos, se inicia así el registro sistemático de las filmaciones, como prueban las imágenes que sobreviven de Tepeyac y Tabaré, producidas ese mismo año, y de otras más filmadas en la misma década.
Es probable que fueran los mismos productores quienes contrataran los servicios de un fotógrafo, conscientes de que el material gráfico serviría para promover los filmes en los medios impresos –principalmente, en las revistas y los diarios de mayor circulación–, para ilustrar los programas de mano diseñados ex profeso, los cuales se regalaban al público en cada función, y posteriormente para armar los carteles de las películas, los lobby cards y las fotografías que se colocaban en las vitrinas a la entrada de los cines.
Para leer este artículo completo, adquiera Cuartoscuro 116 en tiendas Sanborn’s, red de librerías Educal y De Cristal.