Daniel Aguilar, Premio Rey de España 2011
Anasella Acosta
Dos terremotos han marcado el inicio y cierre de un ciclo de veinte años de trabajo en los medios de comunicación del fotoperiodista Daniel Aguilar, recientemente galardonado con el Premio Rey de España 2011 por una de las imágenes que captó en las horas siguientes al temblor de 7.1 grados en Haití, el 12 de enero de 2010. Paradójicamente también un sismo, el ocurrido en México en 1985, incitó el inicio de su trayectoria en la fotografía.
El día anterior a la entrevista Aguilar se enteró que había sido seleccionado como ganador del premio por 6 mil euros (99 mil pesos) que otorga cada año la agencia EFE y la Secretaría de Estado de Cooperación Internacional, a través de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID).
Contento pero ecuánime, el fotógrafo conversa con Cuartoscuro y, en una primera reacción, expresa: “Cada vez que tiembla, hay una revolución dentro de mí; me da miedo. Me he soñado en las ruinas, entre los escombros”.
¿Qué es Haití para ti?
—Es un país con gran potencial, pero que a nadie le importa. En Chile, por ejemplo, con el temblor hubo saqueos y lo justificaron, pero en Haití, la misma desesperación hizo que los calificaran como “bárbaros”.
La fotografía de Aguilar, merecedora del reconocimiento internacional fue publicada en la revista mexicana emeequis el 25 de enero de 2010, trece días después del sismo, y de acuerdo con el jurado muestra «el drama humano vivido», aunque para Daniel Aguilar no hay fotografía que revele la magnitud del desastre en la isla: “La realidad superó por mucho lo que había escuchado, ver calles y calles destruidas, no hay ni una foto que muestre la verdadera magnitud de la tragedia, no hay iconos, como aquí los hubo, por ejemplo el Hotel Regis. En Haití no he visto una foto que lo muestre en su totalidad”.
¿Como observador de la sociedad, qué ha cambiado en el ser humano en los más de veinte años de tu trayectoria?
—No es una sociedad crítica, y no me refiero a que digan “pinche Calderón” o avalar lo que diga un periódico de izquierda. Recuerdo, por ejemplo, en la caravana zapatista a los universitarios, quienes deberían tener actitud más propositiva, iban a ver a Marcos pero como un sex symbol, los comentarios de las chavas eran: “es que está bien guapo”, sin escuchar el mensaje que daba. Somos seres humanos de modas, decimos “todos somos Marcos” pero vemos pasar a un indígena y decimos “pinche indio”. Mientras no nos afecte, lo demás no nos importa.
En una ocasión venía de cubrir las inundaciones en Chalco y una señora muy nice me dijo: “qué gente por qué viven ahí”. Le respondí: “ sí verdad, qué tontos, pudiendo vivir en Lomas de Chapultepec”. Las personas son apáticas, hay una pazguatería, no hay criterio. En veinte años el único cambio que yo he notado es que ahora puedes twittear todo.
¿En este ambiente para qué sirve el fotoperiodismo?
—Si una foto rompe con esa indiferencia se gana. Yo que tuve la fortuna profesional de ir a Haití, quería mostrar lo que veía, con que alguien lo viera y dijera simplemente “estuvo cabrón”, creo que estaba funcionando. No busco reacciones en masa, si pasa algo seguro será una toma de consciencia muy individual.
¿Y si te acusan de publicar imágenes pesimistas?
—Yo no hago fotos para galerías ni para la sala de alguien, ni para mi sala, y si la gente se incómoda por ello pues que mejor. No hago fotos para quedar bien con las personas, entre más se enojen mejor, para hacer fotos bonitas me dedico a la moda o algo así. Yo quiero retratar una realidad que veo que existe.
¿Se hace lo que se debe en fotoperiodismo?
— En México siempre ha habido muy buenos fotógrafos y muchos patanes que ven la fotografía como una chambita. Hay muchos mitos, por ejemplo eso de que el fotógrafo tiene que ser borracho y tener amantes porque tiene las justificaciones de “tuve un evento”, todo eso es mentira; si no estás bien en tu entorno no vas a poder trabajar bien. Y es tan protagónico el oficio que un fotógrafo tiene más éxito cuando recibe una pedrada que quien realmente se arriesga, en la frontera por ejemplo.
¿Qué piensas sobre la cobertura en el tema del narcotráfico?
—Para algunos cubrir esta guerra contra el narco es ir a las conferencias de prensa de las procuradurías, y bueno, puede ser una línea editorial, claro que tampoco te vas a lanzar como el borras a decir “yo quiero documentar eso”, y te vas sin ninguna garantía de qué tanto va a hacer el medio para el que trabajas.
¿Puede haber garantías en una zona de conflicto?
—Pues me refiero más a un tipo de convenio con tu empresa. Por ejemplo si voy a cubrir y me planchan el traje, que mi familia quede bien. Porque nadie te puede asegurar la vida, el riesgo siempre va a existir. Eso de exigirle a un gobierno —a excepción de una amenaza directa o de censura— que si voy a Juárez no me pase nada y que los Zetas no me hagan nada, pues no aplica.
Este fotoperiodista hiperactivo e inquieto, que recientemente dejo de trabajar para la agencia Reuters, asegura que hoy se puede hacer fotoperiodismo fuera de los medios impresos de comunicación: “Puedes trabajar en libros, páginas de Internet… No todo lo que se publica en los periódicos es bueno ni trascendente.
¿Cuál es la actitud para hacerlo bien?
—Hacer un poquito más que el resto. Es como una carrera de resistencia, en el camino te vas perdiendo o frustrando, y puede llegar algo bueno pero también hay que buscarlo. Como fotógrafo debes tener respeto por lo que haces, la fotografía no es una chambita, es una vocación. Lo que hacemos repercute en cómo las personas conciben lo que pasa.
Felicidades a Daniel por el premio. Ciertamente es un aliciente para el trabajo, los premios duran un día, lo fotógrafo se queda para toda la vida. La entrevista nos revela una dura critica social que nos debe poner la pila.