CRÓNICAS DEL BAR
Por María José Martínez
“En la noche, los ojos de la mujer son crueles;
en el día, son como dos nubes que pasan y se pierden en el infinito.
Siempre habrá un hombre que decida emprender ese vuelo.
O someterse a la maldad.”
Eusebio Ruvalcaba
El cuerpo tiene un lenguaje que no está resuelto por palabras sino por movimientos, exposiciones de tacto y percepciones de aromas. Somos y tenemos cuerpos que revelan y al mismo tiempo ocultan nuestra identidad como seres humanos. Si observamos un desnudo femenino, como en las mujeres que fotografió Ignacio Valdez en “Crónicas de bar”, se vislumbra en cada imagen el relato de una sexualidad expuesta, a momentos implícita, detallada por la sensualidad que representan las curvas de estas “baresianas”, que aparecen en plena escenografía de una tertulia al amanecer, entre copas, taburetes, cartones de cerveza y salidas de emergencia.
Las imágenes producidas por Valdez, acompañadas por los textos de Efraín Huerta, Bernardo Esquinca, Antonio Ramos Revillas, Mercedes Luna Fuentes, Hugo Alfredo Hinojosa, Eusebio Ruvalcaba, Alfonso Nava, Alejandro Pérez Cervantes, Luis Jorge Boone y Octavio Vinces, proponen la contemplación del ser femenino en todas su tallas, instantaneidades, y atisbo seductor que sólo las mujeres proveedoras de una ebriedad bondadosa, como lo son las baristas, camareras, y una que otra dama de cabaret, exudan desde el blanco y negro de esta técnica.
En los textos, de momento parecidos a la poesía maldita de Charles Baudelaire, se cuentan las historias de la Tina Diabla, de Bagdad Woman, quien derrumba la cordura de quienes la miran; de “Augusto”, que ya se ha acostumbrado a ser mujer, de Camila, quien desabotona cada noche su filipina blanca como un acto sensualmente destructivo, y de otras más, cada una con sus singularidades y erotismo.
Las fotografías de “Crónicas de bar” frecuentan los pezones que observan a quien observa, miradas que a veces confrontan al espectador de la imagen, y otras veces se interesan mucho más por la introspección. La mirada de Ignacio, devela unos discos de piel abultados en el epicentro de unos senos blanquísimos, otros del “color de las nueces”, castaños.
De estas imágenes surgen efigies con espaldas y muslos como lienzos que se extienden someramente sobre las escaleras de madera, por encima de un banquillo, una bodega vinícola o sobre la barra del bar… o también ellas, cuya piel se restriega contra el cutis de un sofá, mientras miran hacia el aire con las piernas en vuelo, o arreglan su cabello de forma improvisada, se desnudan veloces o se visten de prisa con la luz natural de un bar después del crepúsculo.
Crónicas de bar, footgrafías de Ignacio Valdez, Minotauro ediciones, 2012.