BOLA LUDENS
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Los contendientes corren, sudan, se esfuerzan por el dominio de la pelota y triunfar sobre sus oponentes. Sus seguidores los apoyan, apuestan, discuten e increpan a los responsables en decidir las jugadas. Los llamados juegos autóctonos mexicanos cumplen rituales y hazañas propias de cualquier otro deporte y estas fotografías así lo muestran. De diversos orígenes, estos juegos son parte del patrimonio cultural de sus actores y cada uno es un legado, una práctica arraigada con diferentes funciones, que irrumpe en la cotidianidad de las comunidades, sean éstas rurales, urbanas o allende las fronteras del país.
Algunos juegos claman un pasado prehispánico relacionado con el movimiento de los astros -en su lucha cíclica según la antigua cosmogonía- o se piensa que estuvieron asociados con el entrenamiento bélico. Otros son tradiciones que han conservado su ejercicio a lo largo de generaciones, en lugares lejanos a su procedencia, y de vez en vez cuentan con un apoyo oficial. De una forma u otra estos juegos tienen una función ritual, no en el sentido primigenio, pero sí en cuanto a la comunión entre jugadores y seguidores; gozoso ceremonial que les confiere vigencia por encima de decretos y supuestas ayudas gubernamentales.
La destreza por dominar una pelota hecha de madera, trapo, hule natural o industrial es lo común, fuera de ello sus diferencias son radicales, propias de cada cultura de donde surgen.
Entre los rarámuris el dominio del esférico es con el pie, y las prácticas mágicas suelen ser un fuerte componente del rarajípari, nombre de su “carrera de bola”. Las tres variantes de ulama que actualmente se practican, dependen de cómo se golpea a la pelota: con el brazo, la cadera o con un mazo. Los jugadores de pelota purépecha suelen hacer ellos mismos sus pelotas y bastones de madera; mientras que la pelota mixteca se juega con un guante cuya confección es todo un oficio artesanal.
Las canchas y reglamentos de cada juego responden a sus particularidades, mas como en el resto de los deportes, la afición -una bola de personas- son el complemento infaltable. Sin ellos los encuentros pierden su función lúdica y social, y aunque poco conocidos fuera de las regiones y circuitos donde se practican -ni a la prensa deportiva y cultural parecen importarles-, sin el entusiasmo de todos los participantes su existencia estaría condenada a desaparecer.
Bola Ludens rinde homenaje a su práctica, al gusto por compartir, a las emociones y tensiones que envuelven a cada uno de estos juegos.
Esta exposición muestra 40 fotografías de Francisco Palma tomadas en diferentes puntos de la geografía nacional. Un trabajo de largo aliento que el autor inició en 2004 al recorrer regiones indígenas y mestizas, colonias de la Ciudad de México y alejadas rancherías donde sólo es posible el acceso a pie. Comprometido en dejar un testimonio de las transformaciones y continuidades de los también llamados juegos tradicionales, Palma es sin duda, un actor importante de su historia contemporánea.
«Bola ludens» se exhibió en la Galería Abierta del IMSS del Hospital General Regional 1 «Carlos Mac Gregor». Gabriel Mancera 222, Col. Del Valle. Ciudad de México.
Página web: www.franciscopalma.com.mx