Bailando con las ánimas de San Juan de Yayee

Marcel Reyes-Cortez (foto y texto)

El 26 de octubre de 2003 fui invitado a presenciar los rituales de los muertos por la comunidad Zapoteca de San Juan de Yayee, en Oaxaca. Durante mi estancia una anciana murió, era la noche del 31. Durante los días siguientes la conmemoración del Día de Muertos entró en simbiosis con el recuerdo espiritual y el velorio de la familia, amigos y comunidad.
San Juan de Yayee se encuentra en la sierra, a seis horas de la Ciudad de Oaxaca. Durante el viaje por las montañas estuve acompañado, en alguno momentos, por el aroma de los hornos del pan de muerto que invita a las ánimas, según la creencia, a regresar a sus hogares.
Estudios recientes muestran que las costumbres funerarias han sido atribuidas al fenómeno sociocultural de la muerte como un tótem nacional. Es por esto que los ritos mortuorios reafirman la pertenencia social.
En San Juan de Yayee los preparativos comienzan con varios meses de anticipación. Un ejemplo de esto es la fabricación de las velas conmemorativas que iluminan el altar de la capilla del cementerio. Estas velas, fabricadas a mano, son anualmente designadas a un miembro diferente de la comunidad.
La familia elegida organiza en su casa una reunión para la comunidad e invitan a músicos del pueblo para acompañar la procesión de las velas a la capilla. La procesión empieza a la media noche con el ardor continuo de fuegos artificiales y el sonido de las campanas de la capilla, que son tocadas para invocar a las almas de los muertos que asisten al cementerio, donde bailen con sus familiares y amigos.
Durante la procesión los músicos atraen a más personas; los niños se disfrazan y bailan al compás. A nuestra llegada somos recibidos por los guardianes de la capilla y las ánimas que han llegado a unirse a la festividad. Las primeras velas son encendidas, seguidas por otras pequeñas hasta que el altar es completamente iluminado.
Durante estos días tocan las campanas a las cinco de la mañana para invocar a las ánimas. Fui invitado a la vigilia de la señora que falleció. A mí llegada fui recibido con música, tortillas con ají rojo, frijoles negros, aguardiente, café y el afecto de la familia. El muerto se convirtió así en un unificador social, y el ritual en su entorno en memoria y herencia colectivas.
En este contexto la Fotografía es un canal para comunicar las experiencias y el fenómeno social. A través de la imagen se explora a profundidad cómo una comunidad invoca y mantiene dinámicamente las alianzas sociales con su herencia y sus muertos.
La práctica de la fotografía como un método social de investigación, combinado con el arte visual, ilustra, en este caso, los métodos y rituales funerarios que conforman la memoria, no sólo histórica, sino la que se construye día a día.
reyes.cortez@yahoo.com

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