De vida y procesos
por Elizabeth Romero Betancourt
Tres son los temas sobre los que he trabajado durante años. Uno es el cuerpo, concebido como entidad histórica y como experiencia individual ineludible. Me interesan las variadas concepciones que sobre el cuerpo han tenido diferentes culturas, así como sus representaciones a lo largo de la historia. Estoy especialmente interesada en el cuerpo femenino y la significación de su anatomía, fisiología y funciones en el marco de la cultura patriarcal. He recurrido a mi corporalidad para crear imágenes a partir de ideas, a la vez que reflexiono sobre la feminidad a partir de mi propio cuerpo.
El segundo tema es Xipe Tótec —Nuestro Señor el desollado—, muy antigua deidad mesoamericana, cuyos orígenes se rastrean en las culturas de occidente y que viaja con el pueblo mexica hasta su asentamiento en Tenochtitlan.
La singularidad de los rituales para venerarlo me ha interesado desde muy temprano: se trata del sacrificio humano en una de sus formas más cruentas; además de extraer el corazón de la víctima para ofrendarlo como alimento y de recoger su sangre para dar de beber a la deidad, el xipeme (víctima del sacrifico) es desollado y sus despojos arrojados a la base del teocalli. Un sacerdote se vestía luego con la piel del sacrificado y así personificaba a Xipe Tótec.
Este dios está asociado a la primavera, al momento en que la tierra viste una nueva piel gracias a la germinación y al brote de la vegetación. A la piel desollada se le llama ropaje de oro y simboliza la trascendencia y la renovación. También está asociado al dolor extremo y a la fusión con el cosmos, pues en tanto se abandona la piel —envoltura terrenal— no hay manera de permanecer sino trascendiendo.
La virgen de Guadalupe es mi tercer tema recurrente. Es mi deidad. Una deidad femenina que me interesa porque está atravesada de significados religiosos, históricos, patrióticos, identitarios, psicológicos, antropológicos, literarios, artísticos. El culto a la Guadalupana y los rituales alrededor de este culto, así como la profusa y variada iconografía desarrollada a lo largo de los siglos me asombran, me conmueven, me fascinan.
Desde 1984, ininterrumpidamente he realizado una obra dedicada a Ella —El Dulce Imán de mis afectos— porque me reconozco su hija. Si hay un arquetipo vigente es el de la Madre, si hay un tema que nos concierne es el del origen.
Declarados estos principios paso a abordar la exposición Encantadora IV que recientemente se exhibió en el Centro de la Imagen. Esta exposición es parte de un proyecto de largo aliento, se trata de una obra de proceso, es decir, inacabada siempre, y siempre en construcción.
La muestra conjunta fotografía, arte objeto, video y documentos en torno a mi persona, en el periodo que va de 1981 a 2010, en que he sido vista, recreada e inventada por diversos artistas. Si bien hay obra y documentos anteriores a 1995, es en este año en que acierto a distinguir que he estado creando obra con algunos de mis amigos y colegas (la mayoría fotógrafos), que me he dedicado a coleccionar esta obra y que he archivado documentos que se refieren a estas mismas obras.
Al ser consciente de ello, concibo entonces seguir construyendo este gran retrato de mí misma como una obra. Es una obra caleidoscópica, un juego de espejos que me refleja en la mirada de los otros y ahí alcanzo a atisbar quién fui, quién he sido, quién soy. Porque pienso que soy la mujer que está aquí y ahora les habla y la que se mira en el espejo por la mañana y también la que otros han mirado. En la indagación sobre mi corporalidad, mi apariencia y mi representación, la mirada de estos cómplices se ha vuelto nutricia y absolutamente imprescindible, estas imágenes generadas me son vitales.
Todo el proyecto Encantadora está concebido como una obra en donde las fronteras de la vida y la creación se desdibujan: el cuerpo como lenguaje y materia, la apariencia como recurso de invención y transformación son hilos conductores de la idea del arte como un proceso. En este sentido, el encuentro con otras miradas ha sido un ejercicio de mutua retroalimentación con más de 30 autores.
En ocasiones he modelado para artistas motivada por la amistad y la complicidad; en otras, he sido sujeto de registro de mis performances y acciones; en unas más, me convierto en musa y sin posar ni hacer presencia soy motivo de creación. Siendo así, las obras presentadas pertenecen a varios corpus y trazan coordenadas con los temas que a mí me interesan (cuerpo, Xipe Tótec, virgen de Guadalupe) y con aquéllos que son de la incumbencia de los autores con los que he colaborado.
El grueso de la exposición está conformado por fotografía (plata sobre gelatina, polaroid, fotomontaje, electrografía, transfer, impresión digital), así como video, dibujo, arte objeto, juguetes y hasta un reloj de pulso. Memorabilia compuesta por libros, catálogos, revistas, instantáneas y otros objetos dan cuenta de la circulación de estas imágenes, y contextualizan el periodo de entre siglos en que estas obras se han realizado.
Quizá en algún punto de este proceso, pueda generarse otra exposición exclusivamente con documentos bajo la idea de archivo como obra, que incluya además la historia de cada pieza y su tránsito por los distintos espacios de exhibición. Por ejemplo, las obras de Pedro Olvera formaron parte de Escenarios rituales, una exposición que itineró a Europa a principios de los años 90 del siglo pasado y jamás fue vista en México; obras de Adolfotógrafo fueron exhibidas tanto en la Casa de la Fotografía —la galería del Consejo Mexicano de Fotografía—, así como en el Museo Carrillo Gil, en ocasión de Los grupos, los individuos.
El Museo del Palacio de Bellas Artes, el Museo Universitario del Chopo en la ciudad de México, el Jardín Borda en Cuernavaca, la Galería de Arte Contemporáneo en Xalapa han sido algunos de los recintos donde esta obra ha circulado, así como en el Foro de Arte Contemporáneo y el Centro Cultural Santo Domingo (ambos desaparecidos).
Ser mujer en México sigue siendo una condicionante de maltrato y discriminación. Ser la que soy —en un país que exuda misoginia y en una sociedad que abomina la inteligencia, la creatividad y las libertades— ha significado un gran esfuerzo. La soberanía de una mujer sobre su cuerpo y sus pensamientos no es común.
La apropiación del cuerpo no es una constante en un país en que el Estado y la Iglesia insisten en tener ingerencia en la alcoba de los ciudadanos. Precisamente porque ser y vivir y sobrevivir aquí es a veces tan difícil, celebro cada lustro con una exhibición de Encantadora. Porque a fin de cuentas, se trata de las imágenes de una mujer, imágenes en las que otras mujeres también se puedan espejear.
Los artistas cómplices en este trayecto son: Adolfotógrafo +, Loudes Almeida, Janice Alva, Ricardo Anguía +, Yolanda Andrade, Marco A. Arteaga +, Ulises Castellanos, Jorge Claro León, Armando Cristeto Patiño, Alberto Cruzprieto, Ma. Eugenia Chellet, Gilberto Chen, Marianna Dellekamp, Federico Gama, Lucero González, Teodoro González, Manuel González de la Parra, Oliverio Hinojosa, Icetrip, Carlos Jaurena, Juan Larios, Maritza López, César Manjarrez, Pedro Meyer, Agustín Martínez Castro, Martha Claudia Moreno, Dennis O Callwood, Pedro Olvera, Pamplonio, Gustavo Prado, Santiago Rebolledo. Y un texto de José Antonio Rodríguez.
A todos y cada uno agradezco, no sólo sus obras, sino su presencia en mi vida. Varios de ellos han muerto en el transcurso de este tiempo, pero permanecen en mi corazón.
NOTA FINAL: El nombre Encantadora lo puso Gustavo Prado, curador de la primera versión. A mí, me encanta.
En la H. Veracruz, Ver. Mayo de 2011
Año quinto del sexenio de sangre
Encantadora IV. DF.Versiones sobre Elizabeth Romero. Centro de la Imagen, Junio 2011
Hola Elizabeth:
Me da gusto saludarle, yo soy reportero de proyecto 40 y quisieramos realizar un reportaje del tema «la virgen de Guadalupe en el arte».
Porfavor si usted nos puede ayudar contactenos al mail que registro en esta página, le agradeceriamos mucho.Saludos