Filosofía, fotografía y arte ¿Cerramos los ojos… O los abrimos?

por Saúl Serrano


© Bernandino Hernández/CUARTOSCURO.COM

Lo que todos los seres humanos desean es vivir en paz y felices. Por ello han luchado millones de personas e instituciones durante toda la historia social. Esa ha sido la marca de evolución que parece revertirse desde el siglo pasado y peor se manifiesta en el presente. La lucha humana ha sido por la civilización, por convivir en sociedades civiles —no militares— respetuosas del prójimo. Si ignoramos la barbarie lo que generamos es su desarrollo y expansión.

Las nuevas tecnologías, cámaras, procesos de distribución, etc., permiten ver lo que sucede casi en el instante que acontece. Para que esto sea posible decenas de personas trabajan en una cadena necesaria que llamamos sistema de información. Muchas veces la base está sólo en reporteros y fotógrafos de prensa, quienes tienen que estar cerca de los acontecimientos, quienes los registran bajo la mirada ética de su medio informativo.

Los informadores arriesgan la vida, muchos ya la han perdido para que nosotros podamos ver las cosas como son, como parecen ser, como han sucedido.  Pero no por verlas entendemos todo el fenómeno que está detrás. Miramos la punta del iceberg, apenas un boceto de algo más profundo. Pero sentimos que los humanos en las fotografías han pasado un tremendo sufrimiento, sufrimiento que se expande a su familia, a la comunidad, al Estado e inevitablemente al país y —como ya sucede— al mundo. Todos esos actos tienen consecuencias expansivas. En este contexto, mostrar la realidad es un deber social.

Eugene Smith, Sebastián Salgado, Capa, entre decenas de fotógrafos han mencionado que la cámara no puede cambiar la realidad, pero muestra lo que debe ser cambiado, lo que no debe suceder más.

Vemos lo que no deberíamos ver, es cierto, pero no producto de la censura o autocensura, sino de la no existencia de tal hecho. “Si no quiere ver dolor en el humano, ¡no lo genere!”, decía Alexis Carrel en La Incógnita del Hombre (Ed. Diana).

Carrel señala que la belleza moral es la base de la civilización, sin ésta los individuos pierden el rumbo y generan sufrimiento. El momento presente ni siquiera se tiene que describir. Pero sorprende que aún se siga satanizando a los fotógrafos que capturan pequeños momentos de la realidad del país. Deberíamos darles las gracias en lugar de voltear la cabeza.

Muchas personas, a quienes se les enseña imágenes de la prensa publicadas este año, personas preparadas, cultas, sensibles, que aman la fotografía, que la respetan, pasan rápido las fotos, las brincan o no las ven, mucho menos las observan, sienten que son desagradables… llegamos a tal punto de enajenación que la realidad que debemos cambiar no la contemplamos. Esta negación es producto de una fórmula comercial muy cercana a la fotografía, incluida la artística que yo defiendo, en la cual lo “bonito” sustenta todo, lo que es “agradable”, todo en el reino de los cuentos, el “mundo feliz”, el sueño americano, el ideal de la clase media y alta de nuestro país. Vemos bonito lo que no nos cuestiona, lo que no nos informa, lo que nos enajena. La belleza es importante, pero más lo es la paz y el bienestar de todos.

¿Qué puede contrarrestar la visión televisiva? ¿La desinformación? ¿Cómo proceder para que la realidad, así cruda e injusta, inmunda y descarnada, pueda ser accesible a los espectadores? Es importante ver lo que sucede, sin ese conocimiento las posibilidades de juicio serán siempre erróneas y continuaremos la espiral de dolor y sufrimiento que parece no poder detenerse. Si no sabemos que muchos mexicanos viven sufriendo, que viven torturados, que las condiciones de incultura, desempleo, marginación —como se ha repetido hasta el cansancio—  son las generadoras aparentes de todo el sufrimiento; si no enfrentamos la realidad para poder hacer algo más justo, ¿cómo poder curar la enfermedad si no queremos ver sus síntomas, si no damos la cara a esa parte putrefacta que amenaza contagiar todo el cuerpo si no la curamos?

No querer ver implica cierta complicidad: “Que los demás se aniquilen mientras no me pase a mí”. Y así dejamos que todo suceda cada vez con mayor inhumanidad, con menor belleza moral.

Hoy decenas de fotógrafos y periodistas siguen trabajando para que tengamos una idea mínima del momento histórico en el que vivimos. Ignorar su trabajo, dar la espalda porque sus fotos incomodan a la sociedad, a la autoridad, al individuo, es no darnos cuenta del significado, hay que entender que trabajan para que no sigamos ciegos e indiferentes.

Duele ver su trabajo, duele ver la realidad, pero más dolerá ser indiferentes y permitir que con nuestra ignorancia se aliente a quienes están haciendo de México un enorme cementerio.

 

saulser@yahoo.com.mx

 

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